Actualmente bajo el braguero de la libertad de expresión cabe decir cualquier imbecilidad, siempre y cuando no sea contrario a lo políticamente correcto. Cualquier tontería que esté dentro de esa cosa puede tener éxito además de ser siempre amparada por el derecho a la libertad de expresión; pero, si no encaja en aquella cosa entonces debe ser callado el que dice, por hacer apología diciendo lo que el censurador quiso entender que decía. Todos somos iguales de libres en expresarnos, aunque unos más libres que otros. Los discursos huecos y suficientemente floridos, buscando manipular la emocionalidad pública, tienen patente de corso junto con los que los pronuncian. Hay mercado; en tiempo de crisis como la actual aún más. Es fácil hacer un plan de choque a base de placebos, y si no resulta, siempre se puede recurrir a inyectar bazofia diluida en orín de gallina. Encontrarán gente que cree que las gallinas mean. Y mientras tanto el que lo pronuncia, para disimular sus vergüenzas distrae al personal. Si por aquellas cosas se me ocurriera escribir y escribiera algo así como:" La chica peruana de 21 años que ha estrangulado a su novio (…), también peruano, de 19, “era una chica normal”, según han dicho de ella sus vecinos y conocidos. “Discutían como cualquier pareja”, ha explicado la madre de la víctima. Después de cometer el crimen –o de presuntamente cometerlo, hasta que no se celebre el juicio- la chavala, horrorizada por lo que había hecho, telefoneó a su padre a Perú y le mostró el cadáver de su novio muerto a través de una webcam. Porque una chica normal de 21 años que está enamorada de su novio, es normal que pierda el corazón y la cabeza, el sentido y el mundo de vista, si un día llega a casa y su chico le dice que le va a dejar y que además el bebé que espera su hermana es de él y no del marido de su hermana. Ni puedo justificar ni justifico un asesinato, ni cualquier forma de maltrato tenga consecuencias más leves o más graves. No pienso que haya causas morales que puedan justificar matar a alguien, ni que puedan servir siquiera de atenuantes en el juicio. Digo que a esta chica les están presentando como un monstruo y no es verdad. No es un monstruo. Es una chica normal que se rompió por donde todos podríamos rompernos. Porque hay muchas formas de violencia, y es atroz la violencia que la chica recibió al saber que iban a dejarle y que el niño que espera su hermana no es del marido de su hermana sino de del novio de ella.. No te causa la muerte física pero te mata por dentro y aquel día algo de ti muere para siempre. No justifico lo que hizo, ni creo que se pueda justificar, pero no es un monstruo: es una chica normal sometida a la presión de una violencia infinita, una violencia que no por no ser física es menos violenta; una chica que luego tuvo una reacción terrible, inaceptable e inasumible, criminal, y que no sólo terminó con la vida de su novio (…) sino que terminó, en cierto modo, con la suya propia. Espero que si algún día me sucede algo parecido disponga del temple suficiente para reaccionar quemándome por dentro sin que el incendio queme a nadie más. Pero me reconozco en el dolor de la chica, en su hundimiento, en su caída al fondo de sí misma oyendo las explicaciones de su novio. Me reconozco en su desesperación, muy normal y nada monstruosa: en su herida, en su desgarro. Quiero pensar que no tendría su reacción, como también lo quieres pensar tú. Pero ¿podríamos realmente asegurarlo? Cuando todo nuestro mundo se desmorona de repente, cuando se vuelve frágil y tan vertiginosa la línea entre el ser y el no ser, ¿puedes estar seguro de que conservarías tu serenidad, tu aplomo?, ¿puedes estar seguro de que serías en todo momento plenamente consciente de lo que hicieras? Que la justicia dicte su sentencia y que sea tan severa como tenga que ser. Ante un asesinato no hay causas morales. Pero esta chica no es un monstruo. Es una chica normal disparada al centro de su querer, arrancada a la vez de su novio y de su hermana y sobrino que está por nacer, sometida a una violencia brutal que al no ser física nunca se considera pero que ahoga y machaca lo mismo que cualquier otra violencia. Hay muchas formas de violencia. La mayoría de los que escriben y leen sobre sucesos ignoran cómo a veces el amor se convierte en escoria y en desgracia y se abraza desesperadamente a la tragedia". Seguramente, aunque leyera todo el mundo este relato, nadie me echaría los perros, ni saldría la ministra de sanidad diciendo que me han de tapar la boca, se vería claro que la chica autora del acto criminal descrito, previamente había padecido una violencia psicológica por parte de su ahora víctima, y que ella obró impulsada por un choque emocional incontrolable que la enajenó . Por supuesto, ninguna Fiscalía estudiaría el texto para ver si hay indicios de delitos de apología de la violencia de género. Leerían que no he justificado la muerte del chico peruano, puesto que digo: Ni puedo justificar ni justifico un asesinato, ni cualquier forma de maltrato tenga consecuencias más leves o más graves. No pienso que haya causas morales que puedan justificar matar a alguien (…) No justifico lo que hizo, ni creo que se pueda justificar (…) Ante un asesinato no hay causas morales. El artículo transcrito en cursiva no lo escribí yo, y posiblemente nunca se me hubiera ocurrido. Solo he cambiado el género del criminal: era un hombre rumano y puse en su sitio a una mujer peruana. La víctima era una mujer embarazada por otro y la sustituí por un hombre que había dejado embarazada a la hermana de la mujer y por la hermana la dejaba a ella; todo lo demás es original. El autor del artículo es un señor que ha escrito otras cosas que no me han gustado nada y que posiblemente no elegiría como amigo, pero no encuentro ningún razonamiento que justifique que los antecedentes del autor invalide un texto suyo, y menos que lo escrito le convierta en delincuente. Si analizáramos los textos de Lope de Vega en contraste con la consideración que él tenía de las mujeres, y en base a ello degradáramos la valía de sus sonetos seríamos imbéciles. Dicho esto, habrá algún descerebrado que diga que estoy comparando al autor de "Un chico normal" con Lope de Vega. Lo que no comparto con el autor del texto es, cuando dice: No pienso que haya causas morales que puedan justificar matar a alguien, ni que puedan servir siquiera de atenuantes en el juicio; y no lo comparto porque no es cierto, una causa moral y jurídica que justifica matar a otro es la legítima defensa. Y otra es, el trastorno mental transitorio, esta causa eximente se encuentra dentro de las dos primeras docenas del articulado del Código Penal actual. Si el trastorno mental transitorio no se acredita en toda su extensión puede ser estimado en la sentencia como atenuante muy cualificada o como atenuante simple, con importante reducción de pena, si no sirve para absolver. El que está en trastorno mental transitorio al momento de cometer un hecho criminal, antes de entrar en trastorno era un chico/a normal, puesto que de ahí la transitoriedad. Si fuera un trastornado mental permanente también tendría una eximente por no haber sido un chico/a normal y por tanto carecer de capacidad suficiente para gobernar su conocimiento y su voluntad. La defensa de este/a chico/a seguramente explorará ese campo, salvo claro está, que se decida que lo condenen en televisión, mediante periodistas tan eficaces como esos que consiguen hacer confesar en directo a presuntos culpables después que lo hayan intentado sin éxito los jueces bajo la presunción de inocencia.
Observo un artículo al respecto, de un prestigioso periodista, tertuliano y experto en todo, que dice: “Siento nauseas al hablar de este individuo y tengo dudas de si en el fondo busca una notoriedad enterrándose en la basura y pretende que los demás la airemos. La peste es insoportable. El amoral de Pedrojota Ramírez ha retirado de la edición digital de El Mundo el artículo en el que un individuo con antecedentes de machismo y fascismo con Salvador Sostres justificaba un asesinato por violencia de género, mostrando comprensión por las “razones” por las que el asesino había actuado .Pregunta: ¿por qué se tiene más tolerancia con los incitadores y apologistas de la violencia de género que con los que hacen apología del terrorismo?”. El afamado periodista no tiene pelos en la lengua; se sirve a gusto una tan abundante ración de libertad de expresión que deja a los demás con hambre. Juzga y condena al autor del texto, y al parecer sin molestarse en leerlo, puesto que parece conocer muy bien al autor y ya da por hecho la maldad de lo que pueda escribir; o lo leyó muy rápido. Con paladines de la libertad como éste; con interpretadores tan objetivos y rigurosos no hace falta pensar, ya lo hacen ellos y nos dan la conclusión envuelta para evitarnos sudores mentales.
La demagogia es un valor en alza: ¡compren!
Ruben Romero de Chiarla, Barcelona a 9 de abril del 2011.-