jueves, 15 de octubre de 2020

La victoria de los idiotas.

 

           El término idiota que hoy se utiliza como insulto con el exclusivo ánimo de ofender, procede del griego de la Atenas del siglo V antes de Cristo, y tenía un significado más instructivo, algo así como la definición de la persona que no se interesaba por la política como gobernanza colectiva, y al estar estos siempre ensimismados en su egoísmo, asumían en su desinterés como bueno. lo que objetivamente le causaba un perjuicio o de manera inexorable se lo causaría.

           Eran aquellas personas que despreciaban cualquier pensamiento que no tuviera una relación íntima consigo mismo, de manera que frente a todo lo externo a su yo lo trataban como sentires y no como pensares. A los atenienses de entonces que en su mayoría entendían la democracia como un compromiso personal con sus conciudadanos, a estos idiotas no les tenían aprecio. Aquellos idiotas no pensaban en la cosa pública, cualquier decisión de interés general que de forma obligada tuvieran que tomar, la adoptaban en base a chismes o simpatías para disimular la ausencia a cualquier implicación.

          Partiendo de esta conceptualización del término, no parece desaforado afirmar que estamos rodeados de idiotas, y lo peor es que este tipo de idiotez se contagia de manera exponencial; nos contagia y en una mediada u otra todos la vamos propagando. Actúa como la niebla que parece que no moja, pero al final del día se acaba empapando y si es fría se mete hasta los huesos.  Además, se ha puesto de moda, si no se es un poco idiota o al menos se aparenta serlo se corre el riesgo de quedar fuera de juego o fuera de la época que nos toca vivir.

          La idiotez confunde, no se sabe si los representantes políticos son idiotas y transmiten la idiotez a sus votantes o los votantes son los idiotas que votan a idiotas por empatía. Nos estamos acostumbrando a poner en valor la idiotez a base de tolerancia y conmiseración, algo así como considerar a los idiotas como fruto de la sociedad, y como fructifican tanto la sociedad será entonces totalmente compuesta por idiotas.

  

Barcelona a 15 de octubre del 2020. RRCh.

jueves, 8 de octubre de 2020

LA IMPUNIDAD PROPIA COMO DERECHO FUNDAMENTAL

 

Los políticos separatistas hoy presos y los que estén siendo investigados por delitos concretos, proclaman que tales actuaciones judiciales no son otra cosa que una persecución política a sus ideas, jamás dan una explicación sobre los hechos en base a los cuales la jurisdicción actúa, sencillamente entienden que tales hechos no merecen mención por ser inexistentes.

Hoy de la misma manera y exactamente con el mismo razonamiento actúa Pablo Manuel Iglesias diciendo: “aun en España no se ha imputado a nadie por sus ideas”. Supongo que ahora saldrán los separatistas negando tal cosa, puesto que ellos, a juico de ellos, no solo fueron investigados, sino que fueron condenados precisamente por sus ideas; claro.

 Iglesias, sin tener en cuenta esto, se ha puesto la venda por las dudas que en un futuro próximo tuviera que tapar algún rasguño. Y ello viene por esa exposición razonada que elevó el juez García Castellón al Tribunal Supremo en relación, a posibles delitos imputable al Sr. Iglesia y otros de los suyos por el caso Dina Boousselham, sobre el cual el Sr. Iglesias no ha dicho ni una sola palabra, excepto que si le imputan será por sus ideas y no por otra cosa. Iglesias confió en la justicia, que ahora pone en dudas, cuando despidió al abogado José Manuel Calvete atribuyéndole como causa, que éste había acosado a su compañera Marta Flor Núñez, hecho denunciado ante la justicia y que no pudieron probar Iglesias y los suyos, y al parecer no previeron que ante tal acusación el Sr. Calvete se podría defender y lo hizo alegando que la verdadera causa de su despido fue taparle la boca por las irregularidades que  en Podemos había detectado dicho abogado, y de ahí tiró el hilo el juez García Castellón. Sobre esto, con razón o sin ella, el juez eleva su escrito al Tribunal Supremo, y lo hace mediante una prolija explicación que el alto Tribunal aceptará como suficiente para investiga a Iglesias, o no lo aceptará. Pero Iglesias se ha ahorrado hacer la más mínima mención a las razones que expone el juez, y ello porque para Iglesia la cosa está clara: van a por él y los suyos; y no por lo que razona el juez sino por lo que presume el Sr. Iglesias.

El Sr. Iglesias en la campaña de las últimas elecciones utilizó hasta la saciedad el caso Dina Boousselham, sobre la presunción que lo que él denominó cloacas del Estado estaba socavando a Podemos por las ideas que su formación intentaba llevar a cabo en pro del bien general si accedía al gobierno de España, es decir a la dirección del Estado desde el poder legislativo y ejecutivo. Hoy el Sr. Iglesias ha subido de escalón pasando de activista político opositor a ser uno de los vicepresidentes del gobierno de España, y en tal posición si tuviera el más mínimo respeto al cargo que ocupa y a la ciudadanía, debería presentarse ante el Parlamento por iniciativa propia y refutar la exposición razonada del juez García Castellón línea a línea, porque para situarse en la posición de víctima ya se le pasó el tiempo; y tampoco vale que nos salga ahora con el “ustedes más”, porque lo de los otros ya lo sabemos. Si entramos en comparaciones no saldremos de las cloacas en las que los unos y los otros consideran la impunidad propia como derecho fundamental, algo así como el otrora: “no sabe Ud. con quién se está metiendo”; o el más actual, “los toros no se tocan”.

Barcelona a 8 de octubre del 2020. RRCh