lunes, 13 de junio de 2022

NECESIDADES DE LOS RICOS y CARENCIAS DE LOS POBRES.

 

Los verdaderos necesitados son los ricos que suelen tener pocas carencias, y los pobres precisamente por las intensas urgencias de esos otros. tienen pocas necesidades y muchas carencias. Si los pobres van asimilando resignadamente sus carencias, las necesidades de los ricos se incrementan ante las posibilidades que se les abren para cultivar mayores deseos a satisfacer.

Los ricos necesitan mansiones grandes y varias, para recibir amigos, enseñarlas y alojar a las personas del servicio. Las han de decorar con muebles de diseño y cuadros de pintores cotizados, y los más exclusivos posibles. Necesitan gimnasios en cada casa y entrenadores personales; piscinas con aguas a temperatura idónea y constante, y encargados para su conservación y mantenimiento; jardines con jardineros; garajes para varios coches de gran caballaje y sus chóferes; helipuertos con helicópteros, pilotos y asistentes; yates con patrones, marineros y personal de servicios; jets privados con todo lo necesario para volar de una casa a otra en distintas ciudades y países, y para hacer negocios. Bueno, una barbaridad de necesidades.

Los ricos y las ricas necesitan remodelarse el cuerpo quirúrgicamente para aparentar juventud, y hacerse el mantenimiento y las reparaciones pertinentes de forma constante.  Necesitan tener los cuerpos musculados, aunque los músculos nunca los utilicen para nada productivo, pero son sus necesidades perentorias para ser vistos como ricos y disfrutar por ello.  Las mujeres ricas se han de rellenar los pechos, los labios, los pómulos, blanquearse los dientes y alinearlos; reducirse los colgajos de los brazos, de las bolsas de los ojos, de la papada y del cogote; acomodarse los glúteos para subir, redondear y endurecer sus culos. Todo esto con materiales sintéticos de alta calidad e implantados por doctores de reconocida valía, que en paralelo han de extirparles las grasas sobrantes de las barrigas para tener buenas cinturas. Esto es imprescindible, para ellas conservar a un rico a su lado y que no la cambien por otra más joven, o para ellas conquistar jovenzuelos de buenas familias o que lo parezcan y que las entretengan o alivien sus tensiones generadas por las gestiones de sus necesidades y la indiferencia de sus parejas absortas por sus ocupaciones importantes. Y naturalmente luego se han de vestir, sin repetir atuendos ni accesorios que han de ser de las mejores marcas y modistos, y adquiridos en tiendas de postín.

Los hombres ricos se ha de plantar pelos en las cabezas disimular las canas y sacarse los vellos del resto de sus cuerpos, macharse en el gimnasio para contener la barriga, endurecer brazos y ensanchar hombros, brocearse con rayos uva, y tomar pastillas azules para en lo posible evitar el ridículo con las mujeres que necesariamente le han de revolotear a su entorno, y salir en las fotos mostrando los dientes blanqueados, reloj de varios miles, y el coche deportivo. Todo esto es tan caro como evidentemente necesario.   Generalmente los ricos y las ricas necesitan tener amantes diversos y mantenerlos, y personas con formación y masters para criar y educar a sus hijos, tanto si los paren ellas como si los hacen parir por una mujer pobre, que luego siga siendo nadie.

Solo mantener todo esto ya es una inversión abultada, y sus ingresos económicos siempre parecen insuficientes ya que las necesidades se van incrementando con el paso de los años, por la acumulación de contactos sociales y por los progresos tecnológicos. Los ricos para divertirse necesitan fortunas y un montón de gente para que les hagan gracias, les saquen fotos, hablen maravillas de ellos y lo publiquen en medios de gran difusión y prestigio. Los ricos no se pueden permitir carencias de cosas materiales, de lo contrario se convierten en desgraciados, pierden su autoestima y el resto de sus pares dejan de tratarles, y hasta pueden tener serios conflictos con sus propios hijos que a medida que maduran o envilecen más prisas tiene en liberar las herencias y recibirlas.

Los pobres ya tienen cubiertas sus necesidades con comer todos los días, tener un techo que les cubra, estar abrigados en invierno y a la sombra en verano, poder mandar a los hijos a la escuela y tener algún vehículo con ruedas para ir al trabajo si queda lejos. No les hacen falta tener gimnasios, porque, aunque cobran poco por sudar para otros, mucho sueles tener prietos los tendones, las pantorrillas y los callos de las manos. Se divierten jugando con los hijos si les sobra un rato y tomando unas cervecitas con los amiguetes, o haciendo barbacoas familiares en lugares públicos para festejar aniversarios de vez en cuando. No necesitan servicio doméstico, porque se apañan con la limpieza, los cables, las maderas, los tonillos y los clavos, o les ayudan los allegados, o les dejan las herramientas, o lo dejan para hacerlo cuándo se pueda. Los pobres ni necesitan papel higiénico, reciclan los papeles de otras cosas; no necesitan aire acondicionado, se apañan con un brasero o una estufa a gas en invierno y un ventilador en verano.

 Los pobres hasta puede prescindir de electricidad, de agua corriente en casa, de saneamiento público y del teléfono. Lo demás son carencias que si las asumen no serán necesidades propias y podrán sufragar con sus esfuerzos las auténticas necesidades de los ricos. Cuántas más carencias asuman los pobres más queda para cubrir las acrecentables necesidades de los ricos.

Las carencias educacionales, formativas y culturales de los pobres es la madre de todas las otras carencias, y salvo que ellos las consideren como necesidades y la reivindiquen con tesón y sacrificios, estarán conformes, serán pacientes y comprensivos con alimentar las necesidades de los ricos.

 La gran incógnita está en discernir cómo y de qué manera los pobres puedan considerar que la educación, la formación y la cultura son bienes necesarios e imprescindibles para salir de la pobreza; cuando carecen de información y de criterios formativos propios para interpretar y contrastar la poca información contradictoria que reciben mediante los escasos medios que pueden disponer. Salvo, que un rico empobrecido por arrepentimiento lidere sus reivindicaciones y cuando las logren no se adueñe de ellas y se cubra de oropeles con medallas.

 Y de ahí, que los pobres solo cuentan para emanciparse, con la intuición o el instinto; y la rebeldía, si aciertan a dirigirla contra los causantes de sus pesares. Aciertos que, como todo lo aleatorio no siempre o escasas veces sucede, y más si abundan los cantos de sirenas.

Barcelona a 13 de junio del 2022 RRCh.

miércoles, 8 de junio de 2022

PROSTITUCIÓN: regulación o prohibición

 

El debate es interesante, puesto que la prohibición de la prostitución se propone partiendo de que es una actividad no deseada socialmente y que su ejercicio no se realiza por nadie de manera voluntaria y libre, sino obligada por sus circunstancias.

La afirmación ya de entrada plantea problema si la comparamos con otras muchas actividades físicas penosas realizadas en beneficio de terceros que, estando reguladas laboralmente, las personas las hacen precisamente obligadas por sus circunstancias y no por sus deseos o vocación; con lo cual, lo socialmente no deseado sería solamente la actividad física sexual ejecutada a cambio de una contraprestación económica en beneficio de terceros.

Para su abordaje, quizás se debería cuestionar los contenidos de los términos. Si la prostitución es la actividad por la cual una persona cede su cuerpo para el disfrute sexual de otro, por un tiempo y un precio; si es así, no vende nada, puesto que su cuerpo sigue siendo suyo y si acaso lo alquila. Si el precio por el cual se determina el ejercicio de tal actividad puede ser pagado en espacies o mediante cualquier otra contraprestación de índole económico; si es así de amplio el concepto de precio, puede que existan prostitutas y prostitutos con un solo cliente; y si no es así de amplio surgirán muchas formas de pago. Si en la mayoría de los casos las personas que se entregan a ello son mujeres, aunque hay una parte posiblemente minoritaria de hombres -en comparación con el número de mujeres que la ejercen-, y que también lo hacen por precio para el disfrute temporal de otras mujeres u otros hombres, si es así, no es una actividad exclusiva de mujeres. Si la mayoría de las mujeres que se dedican a la prostitución lo hacen obligadas por no tener otra alternativa de subsistencia; si así, se trata de crear esas alternativas y cuando existan no se dedicarán a la prostitución, aunque no esté prohibida. Si la mayoría de las prostitutas que ejercen en contra de su voluntad son extranjeras indocumentadas explotadas por mafias en clubes de alterne; si es así, se trataría de crear una unidad policial específica contra la trata, para que visiten asiduamente tales clubes, identifiquen a los jefes y a las chicas; y a los jefes o proxenetas le apliquen las leyes penales ya existentes, y a las chicas les otorguen permisos de residencia y trabajo, y le proporcionen al unísono la alternativa laboral digna que no tienen, no será válido el “ya veremos”.

Si los tipos penales tienen un redactado inseguro para la persecución y condena de los traficantes de prostitutas y proxenetas y las penas son muy benignas; si es así, se trataría de concretar y cerrar los supuestos de hechos delictivos e incrementar los tiempos de privación de libertad a los criminales y las cuantías de sus responsabilidades civiles.

         Si en el compendio prohibicionista, ya partiendo de que la actividad se seguirá ejerciendo aunque se prohíba, se penalizara también a los arrendadores de viviendas o locales en el que se pueda ejercer tal actividad prohibida; si es así, tales propietarios pondrán en el contrato que tal cosa no se puede hacer, y los que aun así lo hagan, deberán ocultar tal actividad. Y si también la prohibición va a castigar penalmente a los clientes (puteros) por su colaboración necesaria para el ejercicio de tal actividad, las personas prostituidas tendrán que proporcionar a los “usuario” las máximas garantía de confidencialidad si quieren tenerlos. Con ello la prostitución deberá ser invisible, y como lo ocultado no implica su inexistencia, ¿qué se pretende hacer con lo que estará, pero no se ve?

         Es políticamente correcto y éticamente impecable afirmar que a la inmensa mayoría de personas que se dedican a la prostitución no se les respetan los derechos humanos, pero puede que la prohibición no les proporcione tal respeto, o, puede que la atribución a dichas personas de los efectivos y realizables derechos sí minore o haga desaparecer la prostitución, aunque no esté prohibida. La cuestión está en si primero prohibimos y luego si acaso damos o primero damos y luego si acaso prohibimos.

Los partidarios de las prohibiciones nunca resultan afectados por lo que prohíben, puesto que no realizan lo que quieren quitar; pero poner para que no sucedas lo que no gusta que pase, ya no pasa tanto. ¿No?

Barcelona a 8 de junio 2022. RRCh.

viernes, 3 de junio de 2022

EL ARGUMENTO DESTRUCTIVO

     Cualquier persona, sea la que sea y cualquier institución sea la que sea, si se analiza pura y exclusivamente desde sus defectos, sus errores, o desde su ineficiencia; siempre y en todo caso será una auténtica mierda, y así podríamos concluir razonablemente que vivimos entre la mierda. En eso estamos, y con esto alimentamos nuestros sentimientos que nos encapsula en un individualismo de decepción y soledad. Y nos soportamos atribuyéndoles a los demás las causas de esa vida de mierda, al tiempo que exhibimos nuestras intimidades en las redes sociales para en apariencia distinguirnos y que se note.

         Desde que los seres humanos vivimos en sociedad, para hacerlo, nos hemos tenido que regir por criterios de convivencia comunes que debíamos respetar por mera supervivencia. Tales criterios han encausado nuestras conductas, de forma que hemos asumido la necesidad de reprimirnos ante la concreción y realización de parte de nuestros deseos. Como no todos los humanos tenemos los mismos planteamientos, ni las mismas inquietudes, ni los mismos sueños, ni las mismas aptitudes; nunca tales criterios generales satisfacen plenamente a cada individuo. De ahí que jamás se ha llegado a concesos por unanimidad, y se ha tenido que conformar con mayorías. Lo que en sí mismo implica que las minorías han tenido que reprimir sus ilusiones para encajar en ese todo de diversidad, o sencillamente salirse de su entorno. Frente a la complejidad de tal encaje siempre se ha distinguido dos espacios de convivencia, el privado y el público.

         El ámbito privado generalmente se circunscribía al escenario de la familia nuclear o amplia, que creaban sus propias normas de convivencia que, aunque fueran más laxas que la norma sociales, también conformaban la aptitud y la actitud con que los miembros de ese núcleo privado abordaban y enfrentaban su encaje social: lo que en casa se podía hacer, no siempre se debía hacer o se hacía en público; y en el supuesto que se hiciera lo indebido, se asumía las correcciones impuestas para mantener la convivencia en paz. La represión de las actitudes socialmente indeseables era norma necesaria.

         Toda esta normativa, estas reglas o criterios, seguramente de origen religioso o moral conformó la legalidad, y cuyo cumplimiento que en su extremo de necesidad posibilitaba el uso de la fuerza o de la violencia, se adjudicó a unos pocos individuos legitimados para ello. Y así evitar que cada miembro del todo impusiera su voluntad sobre el resto o sobre algunos. Esto que desde antiguo alguien bautizó como el “contrato social” es lo que conforma la política que impregna y domina todo el ámbito social, e influye y regula también el ámbito privado, aunque no con la misma severidad.

         La política impregna y rige indefectiblemente la vida social y privada de todos, estén donde estén y sean de donde sean.  De la política sales los impuestos; determina en qué se invierten, quién los paga y en qué proporción. La política decide los planes de estudio, regula los colegios, las universidades, la investigación científica, la elección y la regulación de los funcionarios públicos. La política crea las leyes penales, civiles, administrativas, laborales. La política selecciones y regula a los jueces, magistrados, ficales, militares y policías. La política promulga la Constitución del Estado y la reforma o sustituye por otra. Nada en absoluto escapa de la política, nada le es ajeno.  Y naturalmente la gestión de la política puede ser muy mala, mala, regular, buena o muy buena.

         La maldad o la bondad de las decisiones políticas no dependen de los “políticos”, dependen -o deberían depender- del conjunto de los ciudadanos en una sociedad democráticas, entendiendo la democracia como un procedimiento de selección de soluciones mediante el apoyo de la mayoría y siempre que todos tengan el mismo derecho a elegir; y no, de lo que cada cual en su intimidad entienda como justo. Dicho de otra manera; por más que a algunos o a muchos nos repugne la pena de muerte, su instauración será democrática si la mayoría ciudadana de un todo así los decide, y los demás tendrá que convencer de lo contrario, para con mayoría cambiar tal decisión. Si la minoría disconforme se aparta en adoración de su autoconvencimiento y el repudio a los partidarios del invento, la pena de muerte sigue en vigor por más que sus acólitos sean todos unos mierdas. Y esto suceden en todas las decisiones públicas que nos atañe. Ante las decisiones públicas consideradas injustas o mejorables, se pueden hacer dos cosas: una, intentar cambiarlas mediante el mismo procedimiento que las instauró, o sentirnos víctimas de la idiotez de los demás que son una mierda y que todos los políticos son ladrones o  que la política no nos interesa, y tristemente eso último es lo que se está haciendo, posiblemente porque se considera lo más fácil.

         Y, como la culpa de nuestros desvelos es de los demás, tratamos de destruir las personas que decidieron las maldades, pero no combatimos sus ideas, sus motivos, razones, intereses o prejuicios, y para hacerlo entramos en el enfrentamiento personal. Buscamos las grietas, los defectos, los parentescos o las actitudes privadas del otro siempre que sean negativas, naturalmente. Nos centramos en qué maldades hizo o dejó de hacer antes; en cómo, dónde y con qué descerebrados se ha educado; de dónde y cómo consiguió robando lo que tiene; en cuáles son sus depravadas apetencias y conductas sexuales; en quiénes son sus impresentables amigos y con qué malandros se relaciona. Así justificamos como “ese” defiende tal cosa y porqué es un mierda.

         Con argumentos destructivos nos entretenemos en el victimismo y en el señalamiento de los causantes de nuestros males, pero hasta que no nos pongamos a hacer propuestas con argumentaciones positivas, ahondaremos en la decepción y la decadencia.  

En Barcelona a 3 de junio del 2022. RRCH