miércoles, 19 de octubre de 2011

EL NACIONALISMO CATALÁN Y OTROS

                                    No niego la existencia del nacionalismo, como tampoco la existencia de la miseria y de la riqueza: existe y punto. Lo que combato es la manipulación socializante de los sentimientos individuales de las personas; manejos encaminados a su dominación. La mejor manera de dominar es dividiendo, con fronteras y con estandartes impregnadas de emociones. El nacionalismo como la religión, participa de esa manipulación emocional. Con los conceptos Patria y Dios -y luego el Internacionalismo-proletario- se han sustentado todas y cada una de las carnicerías humanas padecidas a lo largo y ancho de la historia.
            Todo nacionalismo se explica desde el presente hacia el pasado, puesto que desde el pasado al presente no tiene ningún fundamento biológico, ni antropológico, ni sociológico. Nada científico, nada objetivo. Desde esa exposición reculando se acaba la explicación en la nada. Que Guifré el Pelós puso los cimientos del nacionalismo catalán es una explicación actual. Al pobre Guifré ni se le pasó por la cabeza. A él lo puso , Carlo Magno, corona del Sacro Imperio Romano-Germánico, ¿y no lo habrá hecho por las inclinaciones catalanistas del señor Guifré? Que fuera el primer Conde de Barcelona es tan trascendente como que el último fue Don Juan de Borbón, padre del Rey de España, con idéntica legitimidad dinástica, que no es otra que la voluntad impuesta violentamente por los que le otorgaron el título. Que haya sido el precursor de la nación catalana, tiene la misma importancia que los Reyes Católicos fueran los iniciadores de la nación española. El idioma catalán, el francés, el gallego, el portugués, el italiano, el castellano… , nacieron del latín, y por los mismos motivos.
            El nacionalismo hoy se intenta explicar con conceptos como “soberanía”, “voluntad popular”, “ciudadanía”, “pueblo”, “opinión pública” … . Pero tales conceptos se apuntaron por primera vez en la historia de la humanidad con la Ilustración a finales del siglo XVIII con la Revolución Americana y la Francesa, esta última acabó apoyándose en la máxima “todo para el pueblo pero sin el pueblo”; luego se fue desarrollando a lo largo del siglo XIX con la descolonización del continente Americano (norte, centro y sur); continuó su desarrollo lineal hasta las primeras décadas del XX que recibió un revulsivo importante con el “internacionalismo-proletario” de origen marxista desarrollado por el experimento leninista-stalinista en la Unión Soviética y sus satélites, que precisamente intentaban contrarrestar los sentimientos nacionalistas.
            Guifré el Pelós era hijo de Seniofré I y la Comtessa Ermessén (de cuya procedencia nada dice la historia catalanista), en tiempos del Pelós, un ser humano valía menos que un caballo; a las yeguas le ayudaban a parir, a las crías de los humanos no, y a las mujeres se les usaban con menos consideración que a las bestias. Las gentes pertenecían a las tierras, y las tierras con las gentes pertenecían al Señor Feudal. Que Guifré el Pelós eligiera, si es que eligió, un escudo amarillo y sobre él pasó sus cuatro dedos ensangrentados es tan irrelevante como si hubiera elegido el escudo azul; que en tal caso hubiera sido mejor, puesto que la bandera catalana sería igual que la del Barça, y entonces sí que sería “más que un club”, sobre todo si en lugar de fundarlo un señor emigrante  de origen germánico lo hubiera fundado uno de Vic y catalán por los cuatro costados.
            Los poderíos territoriales antes del siglo XIX se discernían por hipotéticas legitimidades sanguíneas, para cuyo mantenimiento se practicaron incestos, matrimonios de adultos con niños; de incapaces con cuerdos. Y todo ello santificado por Dios apoyándose en una dirección eclesiástica enferma de vicio, corrupción y deshonestidad. Lo importante era “la familia” de los Borgia, Médici, Austria, Borbón, Carlistas, Isabelinos … , y lo que hoy se denomina “pueblo” era la chusma que como pertenecían a las tierras del señor, regaban sus campos con su sangre y la sangre de los infelices del otro señor resentido, que se envainaba la espada cuando no le quedaba chusma para hacer matar, y buscaba una componenda con el vencedor para seguir siendo señor de algo. Por supuesto que cuando los próceres “catalanes” perdieron su  dominio del territorio en pro de los castellanos, despreciaron su propia lengua y abrazaron la castellana para seguir influyendo entre los que se pusieron a mandar. El catalán como idioma quedó en el “pueblo” que no sabía otro, y además ni soñaban con ser considerados pueblo, ni que su opinión tuviera la más elemental importancia. Hoy la clase dominante domina el inglés, y a nuestros hijos les enseñamos inglés, no porque nos guste más, ni porque nos atraiga emocionalmente el idioma, sino porque queremos que participen del poder; no queremos que solo sean peones.
            El fundamento real de todo nacionalismo; de todo internacionalismo, y de toda religión, es un enemigo externo, ello unifica el sentimiento de los nacionalistas, internacionalistas y creyentes, y constituye el éxito del manipulador que ostenta el dominio. Franco lo encontró en el contubernio judío-masónico-comunista, en una Grande y Libre, y el “pueblo” le aplaudió hasta su muerte incluso en Barcelona, no sólo en la Plaza de Oriente; Hitler lo halló en los judíos que según él destruían  el alma alemana, con sus vicios e impurezas genéticas ; los Reyes Católicos en los moros; Stalin y Mao en el capitalismo-burgués decadente;  Fidel Castro en el imperialismo yanqui; el Catolicismo contra el Judaísmo y Mahometanismo, y viceversa.
            Y luego puede venir el Papa actual a decirnos que el Cristianismo-Católico se fundamenta en el LOGOS (palabra-razón) y que los otros en la guerra santa. Claro,  este hombre olvidó cómo y de qué manera se cristianizó occidente; de la inquisición y otras fórmulas de indudable espiritualidad.
            Si se me pregunta a qué gentes quiero más, hacia cuales tengo mejores sentimientos y mayores vínculos emocionales, diré hacia Catalunya, hacia los catalanes; pero no tiene ningún mérito, puesto que llevó aquí más de treinta  y dos años, vine con veintiuno yermo de esperanzas, constituí mi familia, nacieron mis hijos, y me desarrollé como persona y como profesional; exactamente lo mismo dirían otros en mis circunstancias, que sin duda los habrá en Sevilla, Santander, Asturias o Canarias en relación a éstos territorios; pero ello nada tiene que ver con el nacionalismo, y mucho con el agradecimiento y las emociones intimas de cada uno. El nacionalismo uruguayo que intentaron inculcarme de niño se basa en la valentía, inteligencia y amor a la patria que tuvieron los próceres orientales, llamados Artigas, Rivera, Lavalleja, Oribe … ,  que liberaron al país del yugo español, cuando España estaba invadida por Napoleón, aunque este detalle no se señala en la historia patria. Estos patriotas de la Banda Oriental, todos de origen español y por tanto traidores a España, hicieron la patria nueva marginando –y matando naturalmente- a los que ya estaban;  a los Yamandú, a los Abayubá y a los Tabaré con sus mujeres y niños que eran los indios charrúa, chaná etc. Si hubiera quedado alguno vivo, hasta pudiera ser que reivindicaran sus derechos históricos, y lo sería con idéntico fundamento que los esgrimidos en su día por los patriotas orientales apellidados Romero, García, Puig,  Batlle, González o Herrera. Igual derecho tendrían los árabes sobre el hoy suelo español, puesto que ochocientos años valen lo mismo que otros ochocientos.
            El obrero de la SEAT con cuatro apellidos catalanes tiene más en común con su compañero de máquina con cuatro apellidos andaluces que,  con la familia Pujol, Ferrer-Salat o Samaranch; pero seguro que éstos últimos basándose en el nacionalismo, si se lo propusieran podrían  hacerles matar poniéndoles en las manos a uno una bandera amarilla con cuatro bandas rojas y al otros una verde y blanca, o amarilla con dos bandas rojas; claro está, siempre que los obreros catalano-andaluces se queden sin trabajo, sin sustento para los suyos y sin esperanzas; de lo contrario no.
           
RRCH, Barcelona 18 de octubre del 2011.-