Un montón de gente. Gente emocionada. Gente satisfecha. Gente y más gente.
Sale un muchacho que domina la pelota, y con veinte años puede ganar diez o veinte millones de euros al año sin que nadie le pida que los reparta. Su virtud es correr como el que más dentro de un campito, conseguir que no le quiten la pelotita o quitársela a su contrario, seguir corriendo y meter el balón dentro de un marco de madera con una red para que la cosa se quede ahí, la agarre el portero y se la pase a otro para que corra, no se la quiten y la meta en el marco del otro lado. Y la gente se emociona, vibra, disfruta, grita, y si se cuadra se pegan o se pegan sin que se cuadre. Echan al medio a un árbitro para que gobierne el entuerto y cuando se equivoca, los espectadores-creyentes, lo putean, o lo putean aunque no se equivoque. Entorno al fútbol se mueven millones y millones de euros y de dólares y de pesos, y millones y millones de personas-creyentes se gastan los euros, los dólares y los pesos que no tienen, todo para cubrir sus necesidades emocionales. Aquí nadie discute el dinero público que se emplea en cerrar calles y meter montones de policías en ellas para que no se maten por los colores ni destrocen todo lo que encuentren. Luego se limpia y se reparara lo roto y nadie pide que ese dispendio lo sufraguen los equipos que generan esas emociones.
El Papa don Benedicto vestido de blanco y con zapatitos rojos es a la vez el árbitro de los católicos y la estrella de su equipo. Algunos lo putean en su condición de árbitro y la mayoría lo aclaman como estrella; tanto lo que lo putean como los que le aplauden son emocionados espectadores-creyentes. Los creyentes-ateos le critican el lujo y los creyentes-católicos veneran su santidad. Los creyentes-ateos-antipapas se organizan emocionados para pedirle que cumpla lo que debería cumplir según ellos y reparta las riquezas entre los necesitados, y los otros se emocionan, vibran, disfrutan, se conmueven y con ello cubren sus necesidades. Los organizados-contras siempre se juntan para repartir lo ajeno; lo suyo no. Se duelen porque se gaste dinero público en limpiar las plazas y en pagar horas extras a los policías que tratan que el piadoso gentío no se alborote más de lo asumible. Pero a los organizados-contras lo del fútbol, lo de la Lady Gaga o las Procesiones del Orgullo Gay les parece de cojones, aunque se gaste en limpieza y en policías más o menos lo mismo del dinero de todo y con más asiduidad. Se trata de respetar a todo el mundo, excepto claro está, a aquél que piense distinto o tenga creencias diferentes.
“Yo no te espero”; ya, pero es que don Benedicto ni es tu invitado ni viene a verte a ti, sino a su hinchada que también tienen derecho a su ídolo para cubrir sus necesidades emocionales; y si es posible que le firme la foto.
¿Ello en qué se diferencia con los energúmenos futboleros; con los exaltados patrioteros; con los orgullosos homosexuales, transexuales, bisexuales, y con los acólitos del famoseo?