Cada uno de los seres humanos estamos preparados para soportar las circunstancias más extremas, siempre y cuando la mayoría de los demás las acepten como normales. Si uno de nosotros sale a la calle desnudo con una flor en el culo será normal si una mayoría de congéneres adopta el mismo criterio. Incluso florecería la industria de la jardinería; de la elaboración de pétalos de seda, terciopelo y raso para los más distinguidos, y margaritas de plástico para los pobres. Si es lo que se lleva, se sigue; y los disidentes serán unos textiles cutres, o nostálgicos de los trapos.
Lo de la reforma de las relaciones laborales instaurada por bien de España, es parecido. Aunque es cierto que se quedó corta. Para reducir el déficit aún se debió hacer con más rigor: suprimiendo toda ayuda social y seguros públicos a los desempleados. Con ello se podría reducir el coste salarial a menos de la mitad. Si los desempleados no recibieran un duro, trabajarían por la comida, y los que tienen trabajo reivindicarían que les reduzcan el sueldo o se ofrecerían para a más a más cuidar los niños al patrón o hacerle el jardín los fines de semanas y fiestas de guardar. Se podría ahorrar en máquinas y en electricidad sustituyéndolas por sudor. Debióse suprimir también la sanidad y la educación pública, con lo primero se conseguiría la generación de vacantes para que entren otros, y con lo segundo se evitaría que los hijos del pobrerío aprendieran sus derechos y comenzaran a buscarse la vida a los seis o siete años como Dios manda. Entonces Bruselas estarían satisfecha, el Nicolás daría palmas, Don Mariano podría emplearse en aprender inglés sin escupir, mientras Doña Ángela le coloca la flor bien puestecita en el culete con un lacito de terciopelo y un pellizco cariñoso.
Claro, esto tiene algún problemilla, debemos dedicarnos exclusivamente a la exportación y al turismo. Vender aquí no. No se gana, no se compra. Pero eso sí, machacaríamos a los chinos que no colocarían ni una escoba. Tendríamos de todo para exportar a un euro; hasta españoles. Y el turismo sería la hostia. Se llenarán nuestras playas de suecas y alemanas lechosas con el culo para arriba aplastándose las tetas hasta la hora de la paella con sangría. Árabes en Rolls Royce con añillos de cien gramos seguidos por una comitiva de entes con los rostros cubiertos. Moros no, ya se habrán ido porque los tomates y los pepinos los cuidaríamos nosotros; construcción no hay y para servir ya tendremos de sobra. Recibiríamos en los aeropuertos a los turistas, mediante comparsas de muchachos musculados con hormonas vacunas y chicas con silicona de la buena para que les entretengan con contorneos sensuales; a los que ni habría que pagarles ya que aprenderían idiomas y seguro que recibirán propinas.
Si. Es lo que nos pide Europa. ¿Pero nosotros no somos Europa? Si somos Europa, que debemos serlo salvo que se nos haya escapado algún detalle, qué problema tenemos para decirle a la Sra. Merkel que aún no la hemos nombrado Emperadora. Qué problema tiene Italia, Grecia, Irlanda, Portugal, Holanda, España y otros países que ya van apretando el culo; qué problema al margen de la sumisión vergonzante de sus mandatario para decir allí, que se ha de cambiar ya, eso de que el Banco Central Europeo no pueda prestar dinero a los Estados miembros y se lo preste a los Bancos privados al 1% de interés para que esos mismos Bancos se lo presten a los Estados al 4%. ¿Por qué no se plantea tal cosa? ¿Por qué nos dejamos convencer de que hay que reducir la deuda pública social, mientras los Bancos privados convierten su deuda privada en pública? ¿Por qué nos empeñamos en sanear la economía en aras de conseguir unos cimientos sólidos para las futuras generaciones si encima solo vamos a poner un toldo? ¿Por qué nos creemos que es nuestro, aquello que es de unos pocos? ¿Acaso no fueron los Bancos los que inventaron productos financieros derivados de productos financieros derivados de derivados de productos financieros? ¡Mira por aquí, mira por allá, hago puff, digo abracadabra pata de cabra, y ya no está! ¡Pero coño!, cómo viven.
Dícese, que las huelgas generales ya no sirven. Están superadas. Son del siglo XX o del XIX. Y es posible. Los sindicatos y los sindicalistas ya no son lo que eran. Si resulta que un secretario general de un sindicato obrero gana lo que un ministro por subvenciones acordadas en Consejo de Ministro; no convence. Pero si resultara, que resultará, que los Sindicatos les digan al Poder que se metan en el culo las subvenciones y los liberados, cambien a los Secretarios Generales, vuelvan al tajo a resistir de la cuota de sus afiliados; igual sí. Y si es que sí, y los predestinados a ser el cimiento sólido para las generaciones futuras se ponen en huelga general indefinida; entonces ya veremos.
Ya veremos si la risita del botín no se convierte en una mueca de acidez. Ya veremos si el presidente no aparca los libros de inglés y no aprende a dar explicaciones de las soluciones en castellano.
Claro que en las relaciones laborales tenían cuestiones que debían modificarse. Claro que no está bien estar de baja meses por enfermedades cultivadas para la ocasión. Claro que no es admisible que se cobre el subsidio de desempleo al tiempo que se trabaja clandestinamente, ni que los despedidos procedentemente tengan seguro de desempleo. Claro que habían personas que despreciaban faenas por haberse acostumbrado a la sopa boba, y que se debía traer gente de fuera para que las hicieran, y que ahora que no tenemos más cojones que hacerlas los de aquí, los otros molestan y nos hemos vuelto todos patriotas. Claro.
¿Pero verdad que la crisis no es debida a esto? ¿Verdad que la crisis comenzó siendo financiera por los productos basura que se inventaron los expertos? ¿Verdad que la cosa sigue porque las empresas se van al carajo porque no tienen pedidos? ¿Verdad que no tienen pedidos porque no tienen financiación ni los que producen ni los que consumen? ¿Verdad que no tienen financiación porque los Bancos no prestan? ¿Verdad que los Bancos no prestan porque se los presta a los Estados? ¿Verdad que los Estados no invierten en obras públicas porque recaudan menos impuestos por la baja del consumo y la producción? ¿Verdad que los Estados suplen lo que no recaudan acudiendo a préstamos bancarios? ¿Verdad que entonces los Estados tienen que pagar los intereses de los préstamos más los intereses de los intereses de los préstamos renovados a los Bancos? ¿Verdad que los Estados para reducir costes recortan en gasto corrientes y generan desempleo? ¿Verdad que las empresas al no tener pedidos ni financiación despiden a la gente? ¿Verdad que la gente despedida acude a la ayuda de los Estados e incrementan el gasto público que se suple pidiéndole a los Bancos? ¿Y entonces?
Barcelona a 30 de marzo del 2012.
RRCH