Se puede entender a los
separatistas, son personas que consideran que separados de un todo del que se
sienten ajenos, tendrán un mejor vivir de forma independiente. Cierto también
que el separatismo catalán poco se ha empleado en convencer a los suyos que la
independencia sea un bien de futuro inmediato o a medio plazo, sencillamente han
estructurado la estrategia de captación de adeptos arguyendo que cualquier cosa
es mejor que estar sometido al dictamen del Partido Popular, aunque los
catalanes siguieran en el entramado de la burguesía autóctona que sustentó
durante décadas una autonomía que compitió de igual a igual en el ejercicio de la corrupción, lo que implica aceptar que
nuestro corruptos son mejores que los del resto. Los separatistas -todo hay que
decirlo-, han desarrollado una brillante manipulación emocional, gobernando con
gran astucia las medias verdades, las mentiras -que repetidas hasta la extenuación
se asumen como ciertas, y dándole a la cosa un aire festivo y de colorido (la bandera
con un triángulo azul y una estrella al medio es más atractiva y tapa mejor).
Por otro lado, lo que ya
resulta difícil de explicar es que el unionismo, que podría haberse entendido
que lo lideraran los del Partido Popular -que tanto quieren a España como una,
grande y libre-, hayan hecho tan poco por preservar el todo unido, y hayan
hecho tanto para dejar huérfanos de motivación a los que no se quieren separar.
Sencillamente los peperos concluyeron que contra Catalunya ellos viven mejor,
si pierden dos votos aquí, ganan cuatro allá. Pero se puede entender, para ellos
España es un gran escenario de actuación para los intereses de sus principales
-Rato, Blesa, Bárcena, Naseiro, Granados, González, Camp, Matas, Barbará, tarjetas negras, trama Gurtel,
Canal Isabel Segunda, Panamá, los amigos (especialmente los amigos) y un amplio etcétera- , y para conseguir votos
hacen uso de idéntica estrategia que los separatistas: medias verdades, mentiras
-que repetidas hasta la extenuación se asumen como ciertas-, y dándole a la
cosa un aire festivo y de colorido (la bandera celeste con un pájaro en círculo
blanco, y la española como patrimonio exclusivo).
Lo que ya resulta
inexplicable es la actitud de “los otros” esos que se les debería presumir que
no identifican a España con el Partido Popular ni a Catalunya con el pujolismo
convergente separador. Esos que se les debería suponer que son unionistas, que
defienden la unidad, la igualdad, la legalidad hasta que se mejore, la redistribución
de la riqueza y la libertad. Es indignante que los que se autodefinen como de
izquierdas con ideas próximas al marxismo, jueguen a identificar a España con
el Partido Popular, con lo que de paso ya se dan por vencidos frente a los
peperos y se alían con los separatistas en la división, mediante la
indefinición. Para estos otros, la cosa se centra en erosionar al Partido
Popular abdicando de vencerlo en elecciones democráticas. Al darse por vencidos
parecen querer decir que los españoles son todos gilipollas votando al PP, que
con esos no hay nada que hacer y es mejor segregar una parcela, y así no tener que
admitir que para conquistar a los españoles carecen de ideas que aporten
soluciones. La actitud del Sr. Iglesias y de la Sra. Colau es tan insustancial
que da vergüenza, es la actitud del lerdo consiente de su ineptitud que quiere estar
bien con todos por si uno de todos destaca, y conseguir subirse a su carro
mendigando compañía.
Barcelona a 19 de septiembre
2017. RRCH-