En mi escrito de 15 de octubre
sobre la victoria de los idiotas, acababa diciendo: ya verán que ganará
Trump, y parece que me equivoqué y que nos hemos salvado, aunque sea en el
anca de un piojo. Si se mira lo ajustado que fueron los resultados de las elecciones
en los estados unidos de la América del Norte, podría decirse que moralmente
(inmoralmente) el Tarugo Amarillo ganó, porque sumó más votos de los que tenía,
aunque es verdad que el número de ciudadanos que acudieran a las urnas fue
mayor y también Biden batió el récord en el apoyo ciudadano. Lo más
significativo, si se mira el mapa de los estados unidos en relación con el
respectivo sentido del voto ciudadano, aparece un cinturón entorno a las costas
de los dos océanos -que se corta al sur- que votó por Biden y es dónde existe
mayor concentración poblacional, el resto del territorio más amplio en
superficie, pero con menos concentración de personas, siguió votando a Trump,
lo que implica que se igualó la desigualdad. Todos conocen, incluidos los
idiotas, que Trump es un magnate de la casta dirigente ancestral, lo que en el
idioma de ellos le llaman establishment. Esa casta trae causa desde la
conformación inicial de los EE. UU., que se basó en el racismo y la ansiedad
por la consecución de lucro a cualquier precio, instinto dimanante del
protestantismo calvinista y luterano, que prima la fe sobre los hechos. Los
pioneros de los EE. UU. con la biblia en la mano baboseando a su divinidad,
fundamentaron su riqueza en el sacrificio planificado de lo que ellos
consideraban razas inferiores, negros, indios e hispanos. Mientas se
“liberaban” de los indios de los que conservaron a los más dóciles en
“reservas” para turistas blancos, explotaron como bestias a los negros que les
trajeron cazados como animales en África, los ingleses, holandeses y franceses
que fueron los campeones del esclavismo, luego cuando se hicieron con parte de
México los fueron complementando con hispanos. A pesar de los movimiento
sociales por los derechos civiles de Martin Luther King , Malcolm X y otros,
hasta hoy todos los no blancos constituyen una clase social subsidiaria, de
segunda. Los blancos tienen normalizado que esta clase subsidiaria sean
porcentualmente ampliamente mayoritaria en las prisiones, los principales
candidatos para la pena de muerte y minorías en las universidades, y ante la menor
sospecha de peligro -objetiva o imaginaria- le aplastan el cuello o lo agujerean
a tiros. Normal. Esa amplia franja interior de norte a sur de los estados
unidos votó y siguen votando al Tarugo Amarillo, lo hacen con la biblia en la
mano implorando a dios al tiempo que exhiben orgullosamente armas de fuego
extasiados de odio, y las elecciones del 2020 han acreditado una igualación en
la desigualdad. Y no se trata solo de desigualdad económica, que también, lo
esencial es la desigualdad cultural, moral y emocional. Los EE. UU. tiene
posiblemente la mayor concentración de ciudadanos formados en prestigiosas
universidades privadas y con acceso a la tecnología más puntera del mundo, y a
su vez en fratricida igualdad, el mayor número de tarugos embrutecidos por la
ignorancia que sustentan el alegre uso de las armas de fuego, la pena de
muerte, el racismo y todo lo que propicie la segregación en pro de la
supremacía blanca que habla en inglés. El Tarugo Amarillo les conquistó esgrimiendo
que él combate a la casta (establishment), algo
tal irracional como que un macho alfa de una manada sanguinaria de zorros
convenga a un amplio gallinero que él con su manada les salvará, y los gallos y
gallinas están dispuestos a dar su vida y la de los demás por el ungido
salvador que reina sobre los idiotas en twiter simulando ser un igual.
Pero
cuidado, a estos idiotas no se les ganará segregándoles mediante eso que
supuestos progres revenidos llaman cordones sanitarios, no; solo habrá una
esperanza si somos capaces de desidiotizarlos, y no parece existir mejor
antídoto para su necesaria integración como ciudadanos libre pensantes, que la educación
objetiva, gratuita, y obligatoria, que no parece que llegue a todos a
través de la enseñanza privada dispensada por la casta solo al alcance de sus
cachorros en retroalimentación, lo que en ingles le denominan establishment.