El
término machista, ya desde la definición que le otorga el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua: actitud de
prepotencia de los varones respecto a las mujeres, engloba todo lo malo que
un ser humano varón ha de ser, si se siente cómodo con su condición. El término
hembrismo que coherentemente debería
tener como definición: actitud de
prepotencia de las mujeres respecto a los varones, no existe. El orgullo o
complacencia que los seres humanos hembras puedan tener por serlo, se denomina
feminismo: doctrina social favorable a la
mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados frente a los hombres,
y, movimiento que exige para las mujeres
iguales derechos que para los hombres, y sí que está en el DRAE. Masculinismo no está. Dícese
últimamente, que los varones contemporáneos están en crisis. No saben qué hacer,
cómo hacerlo, ni cuándo, para mantener una relación pacífica, placentera y
constante con una mujer. La cuestión a dilucidar bien podría ser que, la crisis
la están teniendo las mujeres, y los hombres solo reciben los efectos
perniciosos colaterales. Cabe la posibilidad teórica –con perdón por favor- que las mujeres actuales tengan la tendencia
de desear en el hombre una cosa y su contraria: el hombre ha de ser sensible y
no tener vergüenza en llorar, pero no ha de ser blandengue, ni llorica, ni un
calzonaso. Ha de ser fuerte y valiente para proteger a la mujer; si ella se
mete en un lío aunque no tenga razón, el hombre que la acompañe ha de defenderla
aunque le cueste sus dientes; pero no ha
de ser proteccionista ni controlador. Ha de ser galante y detallista para dejar
constancias de cuánto le importa, pero cuidando al máximo no interferir en el
espacio de ella. El varón ha de aceptar con agrado que su compañera salga con
sus amigas o amigos, quedándose él en casa, pero se ha de resignar a no hacerlo
con los suyos sin llevar a su compañera. El varón tiene que emplear menos
tiempo en el trabajo para así compartir las tareas domésticas, pero sin que
ello le implique un descenso de ingresos económicos, puesto que si ella gana
más que él a ella no le satisface. Ha de ser severo con los hijos y al mismo
tiempo cariñoso, pero sin pasarse ni en lo uno ni en lo otro. Tiene que ser
masculino, pero mejor que se depile todo el cuerpo. Tiene que ser un macho pero disimularlo al máximo,
cualquier desliz le convierte en machista, y ser machista es esencialmente malo,
puesto que el concepto no admite ninguna virtud. La crisis de la mujer
posiblemente ya empezó allá por los años 60. Tuvo éxito en su momento, y
trascendencia hasta nuestros días, el Manifiesto SCUM (del inglés al
castellano= ESCORIA) de la autora Valerie Solanas, que propició el feminismo
separatista –no hembrismo separatista-,
propagando la iniciativa del exterminio físico del género masculino. Dicha crisis femenina en caso de existir, por supuesto que ,en una medida, ha sido necesaria y beneficiosa para todos, incluyendo a los varones. La cuestión está en la medida. Dijo Gabriel García Márquez -machista redomado- que cuando un varón tiene una discrepancia con una mujer, no la ha de dialogar, sino hacer confianza y tirar para delante; cualquier dialogo tendente a solventar la cuestión, acaba en pleito.
P.D.
cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Barcelona
a 24 de abril del 2014. rrch