La mujer que le
acompañaba no agradaba a la vista. Debajo de la nariz le coloreaba la
irritación de una afeitada apresurada en seco que se unía con el mentón,
pasando por una raya horizontal que obligaba adivinarle los labios. Ojos
saltones con vibrantes venitas, pechos desbordados descansando sobre el
ombligo, abdomen bondadoso, y piernas huesudas y secas como de camellos. El
hombre, se mantenía en la retaguardia con mirada huidiza mientras se alisaba
sus pocos pelos de la coronilla sin disimular sus ansias de que hablara ella,
pero cuando la mujer le fijó la vista, él sin respirar dijo: “mire usted señor abogado venga a que usted me
incapacite a mi padre que uno de la escalera me dijo que usted lo podía hacer y
quiero incapacitar a mí padre…” La mujer
le clavó los ojos y le paró: “es que mi
suegro está loco”. “Bueno dígame por
favor qué edad tiene su padre”, le interrumpe el abogado mirando al hombre,
y la mujer le planta la mano en el pecho, y dice: “igual no está loco y es un guarro y un estafador”. El hombre baja la cabeza mirando para abajo y con
voz insegura afirma: “mi padre va a
cumplir ochenta y un año dentro de un mes…”. “Ya, ya, añade el abogado, “pero qué enfermedad tiene”. Y la mujer se lanza: “está mejor que yo, solo tiene sinvergüencería”.
“A ver, a ver, cuéntemelo” le pregunta. Y ella: “ni sé por dónde empezar es tanto lo de mi
suegro que no sé por dónde empezar, bueno, mire usted, tiene más de ochenta
años, dos hijos, este, mi marido es uno, y el otro es un viva a la virgen que
sólo sabe reírse. Mi suegro va como un pincel, nada le hace mal, se quedó viudo
hace cuatro años de mi suegra que era una santa, le trajimos a casa para que no
estuviera solo, yo le hacía todo; estábamos a punto de alquilar el piso de él
que es muy grande y que uno se pierde allí, lleno de muebles y de libros y de
cuadros y de discos viejos y porquerías. Y ahora hace dos meses se ha ido a
vivir allí, solo, pero no. ¡Cómo iba a vivir solo!, si en casa tenía de todo,
siempre estaba mirando la tele y fumando, pero le dio por ahí, le dio por ahí,
y se fue. Pero que se fuera no me importa, si se quería ir que se vaya, y se
fue, pero la puta…” El abogado mira al hombre, y éste toma el relevo: “bueno, él dice que a la cubana esa, le paga
para que le atienda”. “Sí”, dice la mujer, “a ver si tú también te vas a hacer ahora el bobo, claro que le atiende, se pone
pantalones vaqueros de talla corta, le enseña el ombliguito, la tira del tanga
que se le ve entre el culo sin tener que agacharse, el sostén que solo le tapa
los pezones, se lo lleva a bailar, van del brazo por la calle, le da besos por
todos lados, le dice papi, siempre está perfumada y pasándose la melena de una
lado para el otro, y como tiene ese hablar tan meloso parece que cuando dice te
está lamiendo, le enseña la foto de un hijo que dice que tiene de seis años y
que se quiere traer para aquí. Hay que incapacitarlo ya y dejarnos de bobadas;
se lo está gastando todo, tiene todo el pelo blanco, pero se lo ha teñido, se
va a nadar, se compra ropa de marca, y creo que hasta anda en bicicleta”. El
hombre interviene, “bueno, pero papá está
contento, le tiene muy bien cuidado si no fuera por…” ¿Si no fuera por qué?, apunta
el abogado. Y la mujer adelantándose: “¿¡qué
no se ha dado cuenta!?, si ya dicen riéndose para que pensemos que es en broma,
que se van a casar con ella. ¡Se van a casar!, y cuando el viejo se muera que
durará poco con el tute que le da esa; esa se queda con todo. ¡Con todo! ¿Y eso
se puede hacer? ¡La puta esa tiene cuarenta años menos que mi suegro, podría
ser su nieta, ¿está para incapacitar o no? ¡Mire, mire, aquí tengo una foto de
la fulana!
El abogado coge la
foto, y a la primera mirada levanta la vista para observar a la mujer nuera y
pregunta, “¿es cubana?, y la otra
salta: “de por ahí, si no es cubana será
argentina o lo que sea, de aquí seguro que no es”.
Buenos señores, ya lo he entendido, su padre está muy bien,
no tiene ningún problema que afecte a su capacidad para gobernarse a sí mismo,
otra cosa es que a usted como hijo y a usted como nuera no les guste como se
conduce, pero él es dueño de sus actos y de su patrimonio, y mientras viva
puede hace lo que quiera con lo que es suyo. Mi consejo es que le traten muy
bien, y ni se les ocurra decirle que estuvieron con un abogado para intentar
incapacitarle. Si él se entera puede desheredarles y no recibirá usted ni su
hermano ni la legítima, aunque también puede ser que cuando fallezca ya le haya
donado todo a esta señora. Y naturalmente que sí se puede casar con ella y
hasta adoptar a su hijo, hacer testamento a favor de esta mujer, si no es que
también se casa con ella”. La mujer le miró con un asombro
desesperado, las venas del cuello parecían reventarles; el hombre se quedó
quieto, pálido, con mirada confusa, de resignación en parte, y de envidia hacia
su padre. La mujer una vez dejó de sostener su cabeza entre las manos, ya más
tranquila dijo, “entonces no hay justicia o la que hay es una mierda, entonces
yo podría hace los mismo buscarme a un negro, dejar a éste y pulirme todo lo
que tengo, y no pasa nada, éste se tiene que joder, ¿no?”. El abogado
respira hondo, apoya las dos manos extendidas y juntas encima de la mesa, y le
dice: “si señora, usted si tiene la misma disposición de su suegro y las
mismas circunstancias económicas, puede hacer lo mismo; en eso consiste la
libertad individual siempre que lo que gaste sea suyo; debe entender que no hay
herencia hasta que el que haya de dejarla se muera; y su suegro, por lo que
dice, además de estar vivo está sano y feliz.
“No hay caso”.
Barcelona a 22 de
Noviembre del 2023. RRCH