viernes, 18 de marzo de 2011

DIVORCIO, DINERO Y NIÑOS.


Es seguro que no existe ninguna persona de buena fe que, ante una quiebra matrimonial dé por bueno mezclar las cuestiones económicas con las relativas a los niños.  Nadie defiende tal cosa en abstracto, como nadie es capaz de separarlas absolutamente cuando el caso le atañe personalmente. Generalmente la  familia se sustenta  en dos pilares: padre y madre; y cables de tiraje que vienen de la familia de uno y de la del otro: abuelos, tíos, hermanos. Y mientras la familia subsiste, los dos pilares y los cables auxiliares soportan el peso repartido, aunque el peso soportado no sea exactamente igual en un pilar que en otro. Rota la solidaridad en el sostenimiento, las tensiones se diversifican, unos cables se destensan  y otros tiran más, y aparecen grietas y goteras donde no las había.  Y entonces, el pilar padre busca otros derroteros, intentando soportar solamente el peso de los hijos como la parte que le queda de la familia rota, y al mismo tiempo construir una alternativa con el resto de su potencial. El resto como tal, siempre es menos de lo que tenía. El pilar madre hace o pretende hacer exactamente lo mismo. Los dos se exigen compartir el peso que requiere el soporte de los hijos, pero con tendencias distintas y mayores exigencias. Los dos con la misma legitimidad e idénticos derechos; pero siempre con los restos. Sucede que en muchos casos, el resto es casi nada, o sencillamente no hay. Mientras la familia permaneció unida, por ella se dio el resto. Ninguno de los pilares suele guardar para sí potencial de sobra, y si lo hizo, aflorarlo se le hace cuesta arriba. El equilibrio emocional proporcionado por la paz familiar, el afecto, la confianza y el proyecto de vida común, propiciaba poner todo el potencial humano y todos los recursos en la familia que se tenía. Cuando esos elementos de unión –afecto, confianza y proyecto común-, se diluyen, cada elemento del entramado familiar, separado del conjunto,  pierde la utilidad que sobre el todo tenían: una mano lava a la otra y las dos lavan la cara. Separados o divorciados la madre y esposa se convierte en mujer sola con hijos; y el padre en hombre solo con hijos. La mujer necesitará reconstruir su vida, superar las frustraciones, y el hombre también. Ambos en soledad lo primero que deben hacer es tratar de encajar los errores propios cometidos, para restablecer su paz individual. En la práctica no se comienza por ahí ni de lejos, se arranca por el análisis de las culpas del otro. Culpar al otro parecer que es el bálsamo que reconstruirá la autoestima; no lo es, pero lo parece. Cuánto más víctima se siente uno, más culpable se le hace al otro. Y el culpable siempre es el fuerte y el responsable de la hecatombe. Y todo culpable ha de pagar: ¡qué pague!. Pero, los procedimientos judiciales en los juzgados de familia por los que se encausa la controversia no prevén ningún castigo; las sentencias de separación o divorcio no terminan en condenas que impongan penas al culpable de la quiebra familiar; determinar al culpable no es la finalidad de tales procesos: no se busca. Y lo peor, es que tampoco es defendible que  se encuentre; si se hiciera ,posiblemente los dos irían presos. Pero, y quizás por eso,  las víctimas no se resignan. Y hay dos víctimas; el hombre que se siente víctima de la mujer y la mujer que se siente víctima del hombre. Ninguno asume la culpa; se la atribuye al otro; y el otro que pague. Y si no se le puede hacer pagar de una manera más justa, ha de pagar con dinero. La víctima siempre consigue aliados. La mujer víctima, encuentra un entorno que le apoya en el justo designio de dejar a su victimario sin un duro. La víctima hombre recibe de su entorno la consigna de que su victimaria no se lleve nada. En la inmensa mayoría de los casos, casi todos, las pretensiones de las dos víctimas son distintas. La femenina intenta sacar, la masculina no dar. Pero resulta que lo que se saca junto con lo que no se da, constituye menos del todo que antes había para los dos y para los niños. Y los niños se convierten en instrumento para sacar y en instrumento para no dar. El hombre como sólo le quedan los hijos, de  lo que fue su familia, intenta que los extraños no reciban nada, y la más extraña de todas es la ex-esposa que además es la única culpable. La mujer se sitúa en la misma  posición, está sola y tiene a los hijos, e intenta sacar para ella y sus hijos lo máximo posible del único culpable de su situación. Las dos víctimas-culpables se atribuyen para sí la exclusividad en la defensa de la prole. Todo lo que hacen, o le hacen al otro, es por sus hijos; para ellos no quieren nada. La mujer por sus hijos hasta les busca un padre nuevo, y el hombre por sus hijos procura una madre sustituta, cualquier otra mujer lo hará mejor. Realmente ambos lo que quieren conseguir es, afecto, confianza, un proyecto común con otra persona y una nueva paz familiar; pero esa empresa comienza con hipotecas que se traen de la fallida, que hablan, piensan, piden, exigen, se quejan y sufren; y en cuanto dejan de hacerse pipí y caca inician la edad de la gilipollez. Todo incrementa los gastos: dos viviendas, dos neveras, dos lavadoras, y dos cama de matrimonio por completar en su cabida. Los niños son los mismos, pero necesitan igual espacio con cada progenitor, y acaban ocupando el doble. Antes del naufragio el barco tenía capitán, contramaestre, una marinería que les respetaba y un solo rumbo. Después quedan dos botes con un capitán cada uno, sin contramaestre, y una marinería en desobediencia jerárquica esperando ofertas y haciendo reivindicaciones sobre una mar en calma chicha. Las reivindicaciones generalmente son todas aceptadas bajo condición suspensiva de que las pague el culpable, que siempre es el otro. Y aquí es cuando el dinero deja de ser medio para conseguir cosas y se convierte en la cosa a conseguir. Y realmente es verdad que quien exige lo necesita, y quien lo niega no lo tiene. Al que exige le asiste razón puesto que tiene menos tiempo y más gastos, y el que no da también, y por los mismos motivos. Pero ninguno de los dos admite al otro que los dos  tienen menos tiempo y más gastos; admitir tal cosa al enemigo culpable sería  como reconocer que en eso se está peor; y no puede estarse peor habiéndose alejado del culpable. Resulta obligado estar mejor. Tener menos tiempo y más gastos es culpa del otro, y por ello el otro tiene que pagar. El incremento de gastos no solo viene por tener que duplicar las cosas; es que además surge la necesitad de tener más cosas y más caras. La acumulación de cosas y el incremento de sus calidades, resulta de suma utilidad para casi todo lo que se considera imprescindible. Es imprescindible mayor gasto en ropa y en todo lo que tiene que ver con la decoración externa puesto que cada uno entra en el mercado para ser merecido y lo hace con  exigencias más depuradas, y así: más cremas, más perfumes, más peluquería, y si es posible un coche descapotable de dos plazas.  Las cosas tienen que ser de buena calidad para que se vean y proporcionen rendimiento eficaz en los ratitos que quedan. A los niños hay que darle cosas a la última moda para compensar la falta de tiempo. Y hay que salir; y no a cualquier sitio si la salida consiste en encontrar; y para encontrar hay que invertir tiempo y dinero y además parecer que se está contento y desinteresado, de lo contario no se halla. Y cuando se halla hay que satisfacer el hallazgo invirtiendo tiempo y dinero; y si se abandona lo hallado se pierde lo invertido; y a empezar de nuevo. Como no se quiere repetir el fracaso, al hallazgo se le mide con el molde del culpable y como encaje solo un poco se huye de lo encontrado como gato al agua caliente. Y los niños siguen ahí, siempre se quedan esperando, no tienen otro remedio.
         Pero no siempre es así, los hay que entran en barbecho. Si es mujer, parte de la premisa que no hay hombre que valga la pena porque son todos unos cerdos; deja de depilarse, no se tiñe el pelo, ni se pinta, consigue que los amigos nunca estén; si trabaja comienza a faltar y si no lo hace no lo busca; se atiborra de ansiolíticos y procura que el culpable no se olvide de ella; se centra en la destrucción como objetivo prioritario. Como deja de ganar y tiene más gastos, necesita dinero que el culpable ha de darle; y si no se lo da, casi que mejor porque así el culpable  es más culpable y ella tiene más razón . Si es hombre parte de que todas las mujeres son putas, salvo su madre y sus hijas si las tiene; deja de planchar la ropa o no sabe; no se pone desodorante; quema el sofá con los cigarros; chorrea con cerveza todo el piso; no hace más horas extras, se le expande la barriga y prefiere pagar mujeres por hora que siempre será más barata que la que dejó. Tiene más gastos y menos ingresos, pero casi que mejor, para que no se lo lleve la guarra, que es la culpable de todo. Y los niños siguen ahí, siempre se quedan esperando, no tienen otro remedio…
Barcelona a 19 de marzo del 2011; Ruben Romero de Chiarla.-

4 comentarios:

  1. Estás desencantado, pibe. Escribe sobre otras cosas que no sean divorcios, custodias y juzgados. La carta-despedida a tu compadre Julio Molina Alegre tiene tanta fuerza que revienta las costuras del blog. Está pidiendo a gritos más espacio. Dáselo.
    Javier Rojo.

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  2. Si, Desencantado se vé.. Pero la verdad es que Es la realidad que hoy dia se vé por todas partes. Como bien dices; espero que todos los que se vean aquí reflejados.. encuentren esa Paz Interior para que puedan avanzar y crecer, como INDIVIDUOS que son y como FAMILIA nuevamente algun dia.

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  3. MARIA TERESA VIÑAS I CATA25 de noviembre de 2011, 21:29

    Hola! Es muy ilustrativo este articulo de la sociedad de hoy en dia, en que los divorcios son el pan de cada dia. Y con esto no nos hace pensar que no es mejor intentar de no tirar tanto de la cuerda del matrimonio para que no se rompa?

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  4. MARIA TERESA VIÑAS CATA5 de junio de 2012, 23:16

    Me gusta mucho este articulo, lo he leido y releido varias veces y no me cansa.

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