domingo, 6 de marzo de 2011

Julio Molina Alegre

Te acordás….
Claro que me acuerdo. Me acuerdo de todo como si fuera ahora.  Qué te creés, ¿que porque haya perdido el pelo también se me han caído los recuerdos? Como si te estuviera viendo: en el tren, yendo para Montevideo los domingos por la tarde, para la Pensión de la gallega  de la Calle General Flores, en verano, cuando trabajábamos en la chanchería con Cadera; vos tenías una camisa de cuadros verdes con rayas rojas que te la arremangabas por encima de los codos y metías el paquete de Nevada en el doblés; flaco como galgo, media melena, el termo azul bajo el bazo, el mate en la mano, y un bolsito con la muda para la semana y el equipo blanco de trabajo que te lavaba Doña Blanca, tu vieja. ¿A qué vos no te acordás de cuando me comí todas las milanesas? ¡Ah, amigo!  Estábamos en la pieza de la pensión, vos, Cadera, Jorge Perrone, Pitino y yo. Vos y Cadera desde Isla Mala ya iban hablando de fútbol, creo que era cuando Cadera y Pitino hacían de directores técnicos del Peñarol de las Canteras, cuando los dos se habían comprado unas trincheras negra igualitas; y vos, me parece que hacías de juez o jugabas, de eso ya no estoy seguro. Pero lo cierto es que estaban analizando las jugadas, y de vez en cuando Pitino metía la cuchara para animar la discusión; como a mí lo del fútbol nunca me entusiasmó mucho, al menos desde cuando gurí me pusieron lentes; yo escuchaba como quién oye llover e iba comiendo milanesas; cuando terminaron la discusión ya no quedaba ni una. Pero te juro que fue sin darme cuenta, yo comía distraído  y me las zampé todas. ¡Qué joda! No estuve bien, ya lo sé… ¿Y te acordás?, cuando trabajábamos con el Pardo en la fábrica aquélla que hacíamos las carcasas de las planchas Philips; uno de los dueños me parece que se llamaba Nelson, el otro socio ya no me acuerdo. Nos trataban muy bien, nos decían cariñosamente: canarios; nos daban palmaditas en las espaldas, de agradecidos que eran con nosotros que le trabajábamos hasta dieciocho horas al día. Pero, te acordás que cuando al Pardo le machacó el dedo el balancín y descubrimos que no pagaban los seguros, y reclamamos con aquél que se llamaba Pinino, que era medio abogado y que luego lo mataron los milicos; entonces ya no nos daban palmaditas los hijos de puta, sino que se fueron a lambetearle a los milicos, a denunciarnos por sediciosos. Y los del esmaco nos echaron de Montevideo. Sí; el esmaco, eso quería decir: estado mayor conjunto; la junta militar de los milicos que mandaban y hacían desaparecer gente; nosotros les debimos dar lástima y solo nos corrieron de la capital. Y vos, el Pardo y yo, volvimos a Isla Mala con la cola entre las patas… Al poco tiempo nomás; agarramos los tres para Punta del Este;  llevamos los colchones al hombro y unos ataditos con nuestras pilchas; yo me hice una mochila con una bolsa plastillera montada en una armazón que fabriqué con la baranda de la cama de cuando era gurí, que mi viejo guardaba en el galponcito. Agarramos el tren, luego un ómnibus, y llegamos a Maldonado serios como cusco en bote, sin saber muy bien para donde agarrar…. La plata nos daba para unos refuerzos de mortadela, para galguear un par de días. Si no estoy errado, enseguida comenzamos a trabajar de peones en una obra en la Punta. Creo que se llamaba Torreón el edificio. Al Pardo y a mí nos metieron en el foso de la mezcla, y vos te fuiste a las carretillas. ¿Te acordás del capataz aquél que teníamos los peones?; era rengo y bastante hijoeputa, no nos dejaba ni respirar. Menos mal que vos y yo fumábamos y mientras armábamos el cigarro enderezábamos el lomo; más jodido lo tenía el Pardo que no fumaba y encima tenía la pata chueca. Pero a la semana y poco, ya nos pudimos comprar botas de goma y curamos las llagas que en las patas  nos hacía la cal… Había que pelearse en la casilla del que repartía las palas: para elegir la más chica. Si te tocaba una pala nueva al cabo del día levantabas miles de kilos más que si la pala estaba bien gastada; y se notaba en los brazos y la cintura; ¡joder si se notaba! …. Echábamos los bofes; ahí vimos que lo mejor para las mataduras de las manos era mearla bien por las mañanas. Mirá que hicimos techos de baños cuando estuvimos en el edificio aquél cerca de Gorlero, creo que ese se llamaba Torre del Sol; ahí casi que lo pasamos bien; todo el día con la mezcla fina mirando para arriba y escuchando la radio; no estuvo mal, los capataces casi nunca venían a rompernos las pelotas… A mí me jodió mucho cuando en los veranos no podíamos agarrar el ómnibus en el centro de Punta del Este; los desviaban por fuera porque afeábamos el paisaje a los turistas platudos. Nosotros con la olla de la comida, llenos de cal y portland hasta en los ojos, con botas de goma a media canilla y las patas envueltas en arpillera, haciendo varias cuadras a pié para que no nos vieran los ricos… Yo cuando fui a Punta del Este ya tenía decidido dejar el Uruguay; cuando me mudé a España hermano; nunca me sentí extranjero como me hicieron sentir allá, que se supone era mi país… Te acordás cuando escuchábamos a José Larralde… Escuchá, escuchá: “me fui pa la ciudá porque se me dio la gana; si ando como las ranas zapateando en el bañao, no es culpa mía cuñao, yo también soy raza humana. Sabedores de escritorios, consejeros del saber, quisiera poder creer que naciste de tu mama, con una jerga por cama, pa contarme como fue. Seguro que en otro lado no ha de ser todo tan bueno, pero andar en campo ajeno sin más razón que durar, termina por reventar hasta el genio más sereno…”  Te aseguro, ché, que cuando en la universidad aprendí  a Sartre, que era un francés medio visco que se inventó el existencialismo, y  a los filósofos griegos que se hicieron famosos hace mil años por decir que solo sabían que no sabían un carajo, nunca se me quedaron en la memoria como se me quedó Larralde; ¡la puta!, ese viejo sí que era filósofo; parecía que cantaba para nosotros y que nos estaba viendo… Al poco tiempo que llegué a aquí te mandé por carta una poesía que te dediqué; ya no me acuerdo que te puse, pero hablaba de los tiempos nuestros en las obras, de las miserias que vivimos juntos, y de las injusticias; la escribí a mano, y no guardé copia. Cuando fui a verte a Isla Mala, como a los 3 o 4 años desde que me había venido, la primera vez que fui para ver a los viejos; te visité, y lo primero que me enseñaste fue  la poesía mía: la habías clavado con chinches en la parte de dentro de la puerta del ropero.
JULIO MOLINA ALEGRE; hace un par de días me llamó mi vieja y me dijo que te habías muerto y que ya te habían enterrado. “Cuando el hombre anda en la mala, pisa caca y se resfala, pisa en los seco y también, el infierno y el edén en su suspiro se exhala…” Hermano; yo no creo en dios, pero si me equivoco y existe, ahora que soy abogado apelo a  que te trate bien, que tengas siempre yerba para tomar mate y algún compañero para conversar; que no te falte nada importante. Hoy cuando salí del despacho en la moto, sin avisarme te me presentaste en mi cabeza y me llevaste más de  treinta años para atrás y, sería por el viento, pero se me caían las lágrimas como porotos; y llegamos hasta cuando éramos unos botijas; bueno, vos no tanto: me llevás como seis años… Si por aquellas cosas alguna vez nos encontramos,  vamos a tomar mate hasta que pase un cura a caballo en un burro blanco, mientras escuchamos a José Larralde: “ se va el hombre de su pago, y es muy fácil de entender, alza hijos y mujer, vende recao y caballo, perro, gato, pato, gallo, y rancho si supo tener. Se va el hombre de su pago cansao de andar esperando, que alguno se ande acordando, que  él también es un paisano y tiene dos buenas manos, pa no vivir mendigando…”
¡Adiós compañero; hasta siempre Julio!
Ruben, 4 de febrero del 2011.-

4 comentarios:

  1. Hola hermano, te cuento que lo que decís de los miopes y de cuando eras chico ya me lo había contado mamá, y tenés razón. Sos bueno relatando y lo de Julio Molina me hizo lagrimear. Yo fui a su cepelio, parecía que dormía muy trnaquilo.
    Muchos besos

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  2. ES VERDAD, RUBEN SOS MUY BUENO RELATANDO...

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  3. Te leo y lagrimeo, recuerdo la carta poema que le escribiste a papá cuando falleció.otro gran hombre Al que quizá , algún día, vea reflejado en tu blog..un abrazo.

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  4. Creo que sé quién eres, pero para no meter la pata; `¡porqué no pones los apellidos? Saludos.

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