jueves, 5 de mayo de 2011

Osama bin Laden, y ellos.


Cada uno trata de trasmitir a los otros la visión de sí mismo que más satisfaga a los que se dirige, y aumentar su estima ante su prójimo. Acrecentar la popularidad propia, la buena fama, el índice de popularidad, es una pretensión común y lógica entre las personas. Esa dinámica se sustenta en el conocimiento de lo que, los destinatarios del mensaje consideran ejemplar. Cada grupo social tiene una representación mental común sobre lo que es justo y lo que no. Esa configuración conceptual se trasmite y propaga dentro de un paquete estético de imágenes y sonidos que, a otro grupo social al que no se destina, le puede parecer aberrante u obsceno.
Desde hace unos días estamos recibiendo abundante información sobre la muerte de Osama bin Laden, y desde el sentir común europeo nos resulta chocante que por parte de las autoridades de EEUU se diga o se filtre que, Osama bin Laden no iba armado y estaba con sus esposas y sus hijos; que el país en el que se le encontró no estaba informado que el comando estadounidense iba a por él; que el grupo llegó en helicóptero que se cayó haciendo ruido se supone; que se le mató y luego se arrojó su cadáver al mar, y que se llegó a dar con su paradero por las informaciones obtenidas mediante la tortura de otra personas. No es que dudemos que lo que se está diciendo sea cierto, lo que nos alarma es que lo digan. Los mismos hechos situados en Europa y ejecutados por europeos serían ocultados sin duda alguna. La actividad de los GAL en España ha hecho correr ríos de tinta y aún para algunos no se la despejado la X del responsable último, aunque han sido condenados altos dignatarios. Esos algunos que durante años se han auto-dignificados diciendo que el terrorismo solo se ha de combatir con las armas del estado de derecho y de la democracia, ahora aplauden el éxito de Obama con la muerte de Osama. En EEUU esa necesidad de ocultación de las vergüenzas no existe, y la vergüenza tampoco en este caso. Su máximo responsable no sólo siente una irrefrenable satisfacción por serlo, sino que la autoría le encumbra en fama y popularidad, dando envidia a sus opositores, y llenando de orgullo a toda su ciudadanía que estalla en júbilo. Los conceptos estéticos son diversos frente a lo justo y a lo injusto. En este caso antagónicos. Para el sentir común europeo, hacernos la representación mental de incurrir con nocturnidad y alevosía en otro país con un pelotón bélico y el propósito de secuestrar o asesinar a un terrorista, matarlo aunque no esté armado, tirarlo al mar, y haber llegado a él mediante el sufrimiento provocado adrede en otro ser humano, nos daría vergüenza frente a los nuestros y por ello lo ocultaríamos. Serían imágenes inasumibles para nuestro concepto estético de la dignidad y la conceptualización que queremos que tengan los demás de nosotros. Pero parece obvio que para la sociedad estadounidense es al revés. El resultado perseguido por ellos es otro y las consecuencias también. Si a Bin Laden lo hubieran llevado vivo a EEUU para enjuiciarlo con la consiguiente ineludible aplicación de pena de muerte, no hubieran legalizado mucho los hechos: habrían ejecutado con más gastos a un secuestrado. Tampoco lo podían llevar al Tribunal Penal Internacional porque no le reconocen legitimidad para sus casos; ni entregarlo a las autoridades de Pakistán porque no le tenían confianza de que lo mataran. Si ya no la tuvieron para detenerle menos para finiquitarlo. Realmente lo que han hecho es perfecto, puesto que encajan el resultado y las consecuencias. El matarlo les otorgó el trofeo deseado con festejo popular incluido. La incursión en Pakistán y su salida sin bajas, justifica la inversión y la efectividad de sus soldados. A los soldados les reconoce su testosterona y su amor a la Patria. La obtención de la información para llegar a la captura demuestra que valió la pena Guantánamo y los métodos de interrogatorios sustentados en la producción de dolor. Con tirarlo al mar se evitaron que existiera una tumba en algún sitio y un peregrinaje de sus seguidores. Y todo ello porque la humillación del enemigo es un bien preciado para ellos, y como tal aumenta su autoestima y refuerza valores. Desde aquí, las cosas se ven distintas, porque son distintas. Para nosotros,- salvando las excepciones que también las hay- la humillación del contrario no nos hace más dignos; no nos proporciona orgullo, ni nos atribuye más consideración. Pero eso, lamentablemente, no nos ahorra contradicciones. Es casi seguro que mayoritariamente nuestra gente se alegran que EEUU haya eliminado a Osama bin Laden; nosotros no lo hubiéramos hecho, y si lo hubiéramos hecho no lo hubiéramos confesado, pero ya que lo hicieron los estadounidense de la América del Norte, está bien. Lo comprendemos. Comprendemos que EEUU o Israel para conseguir un fin justo utilicen medios injustos y abominables. Ahora sí; esa comprensión no la hacemos extensible a otros grupos humanos bajo estado de necesidad de conseguir soluciones justas. Lo más desgraciado del asunto está en que hasta puede ser que eliminar a Bin Laden no fuera un fin idóneo, y para peor, se convierta en un alimento al otro terrorismo; al terrorismo que con el terrorismo estatal se combate. Osama bin Laden sólo era un pobre hombre inofensivo, su capacidad destructiva se la daban sus seguidores y las motivaciones que les impulsan. Sólo se ha matado a Bin Laden, y la manera de hacerlo puede que les haga sumar a los suyos, lo mismo que han conseguido los estadounidenses: un símbolo sobre el que saciar los deseos de venganza que generan las frustraciones; odio, irracionalidad y el consiguiente desprecio por el otro. Cuando a una persona se le convierte en cosa, además de ser lo más injusto que se puede concebir es inútil, si lo perseguido es la paz. Esa cosa será basura para unos y un símbolo sagrado para otros. Y éstos otros, con ese hecho tendrán más unión, más rabia; puesto que los motivos que les unió y les impulsa siguen estando; nadie los ha desmotivado. Tendrán uno menos, una imagen más grande para la procesión y más aspirantes al martirologio. Y nosotros vamos devaluando nuestros principios que se suponen que deberían ser el sustrato de los medios utilizados para la consecución del fin que, no debería ser otro que propagar principios humanamente razonables y justos. Vamos teniendo pan para hoy y acumulando hambre para mañana; puesto que como alguien ya ha dicho: no solo de pan vive el ser humano. Cuando por los mismos que causaron y festejan su muerte, Bin Laden fue instruido y pertrechado como instrumento en Afganistán contra los soviéticos, no criticamos sus métodos ni honramos a sus víctimas. Igual se actuó con Sadam Hussein cuando fue útil contra los Ayatolás iraníes. Luego la cosa no funcionó bien y eliminamos la cosa. El problema sigue vivo, ni siquiera lo afrontamos, como si la realidad desapareciera por ignorarla. Nos distraemos con pantomimas que emocionan un ratito, hasta la próxima.

Barcelona a 5 de mayo del 2011.- Ruben Romero de Chiarla.-


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