Hasta
hace unos años, cuando me oían hablar me preguntaban de dónde vine, mucho me
daban por canario, de Tenerife. No; de Uruguay. ¡Ah! de Paraguay. No, de
Uruguay que está en la esquina de abajo a la derecha de América del Sur, arriba
está Brasil y de aquél lado del río… ¿Qué río? El río Uruguay. Está Argentina. ¡Ah
de Argentina! viniste. No, de Uruguay. Los argentinos son todos psicólogos, yo
no. ¿Y por qué dicen orientales? Porque está al oriente del rio Uruguay.
Entonces el país no tiene nombre. Bueno, tiene una referencia del río. República que está al oriente del río
Uruguay. ¡Joder, qué raro! Pero, decía yo: la ley del divorcio de la Segunda República
española fue copiada de la uruguaya; la igualdad legal de la mujer respecto al
hombre allí existe mucho antes que aquí; la ocho horas de trabajo diario también, y la separación de Iglesia y el Estado desde hace un montón, desde siempre …
Y a
partir que José Mujica puso al país en el Mundo, ya saben dónde está Uruguay.
Un viejo desvencijado, medio bichicome, feo como pegarle a Dios en Viernes
Santo, ha sido capaz de localizar al país y que desde aquí y desde más sitios,
sepan de él. El hombre lo hizo hablando, diciendo, y significándose por hablar
y decir lo que a la vez practicaba. Una revolución dialéctica. Pocas veces se
ve, que lo dicho cuadre con lo hecho en la misma persona. Lo que debe ser, no
suele suceder.
Recuerdo
de gurí de 14 o 15 años, cuando allá por el 1971 apareció la “A”, con un “F”
encima, parecía un rancho con una bandera demasiado grande para el techo.
Recuerdo a Arismendi, Juan Pablo Terra, Enrique Erro, Miquelini, Alba Roballo,
Hugo Batalla, y Seregni. Pero el pobrerío en el 71 no apoyó, siguió confiando
en los blancos y en los coloraros; tenían miedo que los comunistas del Frente les
quitaran la miseria. Y luego los milicos…, antes Bordaberry… Y el Uruguay se fue
a la mierda, y muchos nos fuimos a
mierda…
Parece ser, y ojalá se consolide; y no
solo hayan vacas y forraje, y trigo, y campo, y cañadas, y barro; y SEAN LOS ORIENTALES
TAN ILUSTRADOS COMO VALIENTES. Y Don José Gervasio Artigas monte en su caballo
y vuelva: “Mi honestidad ha formado
siempre mi carácter, podrán arrancarme la vida pero no envilecerme”; “con
libertad no ofendo ni temo”; “la causa de los pueblos no admite la menor demora”.
“Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa bajo vuestra presencia soberana”…
Barcelona
a uno de diciembre del dos mil catorce. RRCH.-
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