La
pusilanimidad, la desfachatez y el arraigado sentimiento de impunidad que
tienen nuestros políticos, nos han colocado en situación de orfandad. Esto nos
está distrayendo en la búsqueda de referentes y nos estamos resignando y en
ocasiones demasiado, con hallarlos en los jueces. Estamos convirtiendo o al
menos dejándoles creer, que ellos son nuestros Superman, nuestros vengadores,
nuestros hacedores de justicia. Y hasta puede ser que por sacudirnos una casta
nos entreguemos a otra, no menos casta. Los primeros son los políticos que
haciendo absoluta dejación de sus responsabilidades se encomiendan a los jueces.
Cuando uno de su chiquero se hunde en la mierda hasta las verijas, salen
diciendo que es cosa de jueces, no de ellos, que huelen poco por tener el
olfato saturado de inmundicia. Y así los jueces se inflan de autocomplacencia echando
viento por las orejas. A los políticos les elegimos nosotros –aunque con
poco tino- ; los jueces se eligen entre ellos y no por cuatro años sino hasta
la jubilación. Con buena intención le hemos dado la potestad de que hagan libre
valoración de la prueba solo con la sana crítica de ellos. Lo de “sana” es un decir,
y además les hemos hecho independientes. Potestad ésta que bien entendida y
bien empleada les situaría como debe ser, fuera de las contiendas políticas y
de otras influencias que comprometan su imparcialidad. Aunque quien tiene
independencia también tienen libertad para vincularse en sus ratos libres o con
trabajillos adicionales legales y bien pagados: dando conferencias patrocinadas
por Bancos o despachos bien financiados, sentando doctrina de cómo recortar
derechos a los trabajadores, o incluso cómo recortar el territorio independizando
una esquina con constitución propia. Supeditar la esperanza al activismo
judicial no parece lo más razonable, máxime si nos van a limpiar la política
con resoluciones en las que ponen la tacha de “imputado” a cualquiera por las
dudas. Y luego con las prescripciones, la presunción de inocencia, la
dificultad probatoria, los indultos, el tercer grado, la remisión condicional y
otras yerbas, queda todo en aguas de borrajas, PERO de paso nos convencen que
todo es una absoluta mierda y que nada vale la pena porque da igual lo que se
haga. ¡Excelente forma de desactivar los movimientos!
Barcelona
a 18 de febrero del 2015.- RRCH
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