lunes, 6 de julio de 2015

MATERNIDAD SUBROGADA,


 
Es una realidad incuestionable que, para evitar conflictos éticos o morales frente  a ciertas conductas, acciones o negocios, le cambiamos el nombre a la cosa. Así parece que es menos hiriente a la sensibilidad corriente, o más moderno. Es evidente que estamos ante un negocio lucrativo, en el que participan varios intermediarios: los que disponen del listado de mujeres dispuestas a arrendarse para gestar, parir y hacer entrega de la criatura, los que  hacen los  contactos con los “clientes finales”; abogados que redactan el contrato regulando las consecuencias jurídicas en caso que surjan ulteriores problemas de impago o negativa a la entrega del recién nacido; la clínica que efectúan la fecundación artificial y hace el implante en el útero de la mujer contratada; el centro que proporciona la estancia y control de la gestante durante su embarazo; los médicos que le asisten en el parto, etc. Decir que estamos ante vientres de alquiler es un eufemismo denigrante para las mujeres pobres que se ven abocadas a ello. El arriendo o alquiler no es solo del vientre, sino de toda ella. Ella, si ya tiene hijos a su cargo, cuando está gestando para otro entre náuseas y vómitos  debe pensar en cosas muy parecidas a las que pensó en anteriores embarazos, debe sentir similares incomodidades por los cambios hormonales y la modificación física general que el progreso de la gestación  le produce. Ella, si no tiene hijos a su cargo y está en el primer embarazo pensara en el hijo que está gestando, cómo será cuando nazca, cómo será cuando crezca, cómo será cuando sea adolescente, cómo será cuando sea adulto; cómo será cuando se lo lleven. ¿Ella tendrá la depresión postparto, o se la resuelve el contrato? Ella una vez haya parido se quedará con un porcentaje escaso del precio del negocio, y con las varices, con las estrías, con las cicatrices; se quedará consigo misma. Habrá hecho feliz a otra mujer que no podía tener hijos pero tenía más dinero que ella para pagar. ¿Solidaridad? Bueno, todo es cuestión de creérselo, si la “cliente final” se cree que una mujer en el extranjero está dispuesta a gestar y parir un niño para dárselo, por pura  solidaridad con una pareja o mujer española que quiere tener un hijo, pues bien, siempre será más cómodo que asumir la realidad. Ella, la que  gesta para dar, asume que los españoles le llamarán día sí y día también con acento extranjero y con exigencias, para que le diga cómo va el embarazo, qué vida hace, si se cuida o no, qué dieta sigue, si está tranquila, si ha de tomar o no medicinas para evitar los vómitos; para pedirle que les pase los análisis por wasap y las ecografías. Ellos han pagado por un resultado, Ella ha de satisfacer el  deseo ajeno con todo su ser.

  Barcelona a 6 de Julio del 2015.- RRCH.

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