El nacionalismo ha sido el mejor
invento de los ricos para conseguir que, por ellos los pobres se hagan hasta matar.
Ha sido incluso mejor que el invento del fusil: herramienta que solo es útil
con dos trabajadores, uno detrás del cañón
y otro delante. Es la técnica perfecta para unir a los mandantes
-eufemísticamente llamados mandatarios-, y dividir a los mandados
–eufemísticamente llamado pueblo-. Ello en Catalunya/Cataluña se puede observar
con nitidez, en el supuesto que la emocionalidad propiciada por el invento lo
permita. Los hoy nacionalistas catalanistas de toda la vida, fueron y siguen
siendo los mandantes, aunque los mismos otrora fueran de toda la vida los
mayores estabilizadores de la gobernabilidad del Estado español. Tanto fue así que el nacionalista español vivo más insigne,
Don José María Aznar, aprendió a hablar catalán en la intimidad, se supone que
para practicar. El pujolismo hizo
fortuna y de la buena, mientras compatibilizó un nacionalismo catalán en
Catalunya con un nacionalismo español en Madrid. Con los mandantes unidos se
podía combatir al populacho rebelde, pero vino la crisis y mandó a parar. Con
el pastel reducido se encontraron en la disyuntiva de conformarse con un cacho
más pequeño o disputarse los cachos entre ellos. Pero con los cachos más chicos
no pueden cubrir tantas necesidades. Los mandantes tienen muchas urgencias por
los muchos gastos que requiere el mantenimiento de su calidad de vida. Y decidieron quitarse el cacho el uno al otro.
Y aquí se jodió el invento, o su utilidad adquirió el máximo esplendor. Para tal
empresa no hay mejor herramienta que el nacionalismo: le hacen creer a los
mandados catalanes que los mandados españoles les roban, y los otros le hacen
creer a los mandados españoles que los mandados catalanes les quieren quitar un
pedazo de patria. Mientras éstos se distraen ondeando banderas y entonando cánticos
contrapuestos a las banderas y cánticos de los otros, los mandantes siguen
mandando como siempre y para los de siempre. Así defienden el cacho con mejores
perspectivas de entenderse entre sí para comerse el pastel. Aquí dicen que vamos a tener unas elecciones plebiscitarias
después del verano, y lo que se plebiscitea
no se sabe qué es, ni para qué sirve, ni falta que hace, basta con que el gentío
deduzca que es cuestión de patrias.
Barcelona
a 18 de Junio del 2015. RRCH
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