miércoles, 19 de abril de 2017

Los bufones de palacios


El populismo, por más que se insista, no constituye un compendio ideológico, sino una estrategia política que tanto vale para la izquierda como para la derecha, Y desde esa esquina la izquierda y la derecha centran su estrategia en una finalidad exclusiva: conseguir el voto del ciudadano. Para alcanzar el éxito perseguido se apoyan en la descalificación de los contrarios basándose en hechos verdaderos sobre los cuales desarrollan críticas fundadas. Lo que imputan a sus adversarios suele ser verdad; con ello y un poco de simpatía personal se hacen populares. Su especialidad radica en descubrir las miserias y despropósitos de los que ostentan el poder, y con ello generar espectáculos. Son expertos en la explotación de las frustraciones de la ciudadanía, con frases, actitudes y representaciones que incentivan las iras ensimismadas de los oprimidos, sin aportarles ninguna alternativa viable más allá de un revulsivo entretenimiento. Su máxima aspiración es ocupar el lugar de los que mandan para mandar ellos y cuando las pocas ideas que lanzan sin ninguna estructuración práctica resultan de imposible concreción, se posicionan como víctimas  de la herencia recibida. Lo poco prometido  no se puede hacer, porque los que estaban antes lo dejaron imposible.

Son los nuevos bufones de palacios. Llegan al amparo de las creencias emancipadoras de los que les votaron, y en lugar de  sustituir a los inservibles y corruptos, acaban sirviéndoles de complemento en la manipulación emocional de los electores, convirtiéndose en personajes de entretenimiento.

Hoy por hoy en España, tenemos figuras destacadísimas en el ejercicio de bufones de palacios. Don Gabriel Rufián Romero quizás sea uno de los más perfeccionistas en la materia, sirve para hacer gracias sobre fútbol, sobre toros, sobre películas de mafiosos, sobre la constitución, sobre el nacionalismo y sobre todo lo que acontezca, es un hombre-espectáculo. Les saca risas a los independentistas en catalán y en castellano. El hombre genera indisimuladas envidias a sus competidores, y así Don Pablo Manuel Iglesias Turrión para no quedarse atrás se ha subido a un autobús con la noble intensión de llevar el circo gratis a todas las Españas. Es una forma más para la  redistribución de todo lo que sobra, prodigando la inmundicia disimula sus carencias, y entretiene. Las romerías son fuentes inagotables de diversión popular. Lo de Hazte Oir no puede deslucirse tan pronto; Cassandra con Carrero Blanco ya dio lo que podía dar para la libertad de expresión, y no podemos supeditar toda la inventiva patria en las ocurrencia del rubio americano, ni en las del  autobusero bolivariano. La Fiesta hay que cultivarla hasta vencer a los espectadores. De la casta hasta la trama sin Errejón es más sencillo cerrar el círculo.

 Barcelona a 19 de abril 2017.- RRCH.

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