El populismo, por más que se
insista, no constituye un compendio ideológico, sino una estrategia política
que tanto vale para la izquierda como para la derecha, Y desde esa esquina la
izquierda y la derecha centran su estrategia en una finalidad exclusiva:
conseguir el voto del ciudadano. Para alcanzar el éxito perseguido se apoyan en
la descalificación de los contrarios basándose en hechos verdaderos sobre los
cuales desarrollan críticas fundadas. Lo que imputan a sus adversarios suele
ser verdad; con ello y un poco de simpatía personal se hacen populares. Su
especialidad radica en descubrir las miserias y despropósitos de los que
ostentan el poder, y con ello generar espectáculos. Son expertos en la
explotación de las frustraciones de la ciudadanía, con frases, actitudes y
representaciones que incentivan las iras ensimismadas de los oprimidos, sin
aportarles ninguna alternativa viable más allá de un revulsivo entretenimiento.
Su máxima aspiración es ocupar el lugar de los que mandan para mandar ellos y
cuando las pocas ideas que lanzan sin ninguna estructuración práctica resultan
de imposible concreción, se posicionan como víctimas de la herencia recibida. Lo poco prometido no se puede hacer, porque los que estaban
antes lo dejaron imposible.
Son los nuevos bufones de
palacios. Llegan al amparo de las creencias emancipadoras de los que les votaron,
y en lugar de sustituir a los
inservibles y corruptos, acaban sirviéndoles de complemento en la manipulación emocional
de los electores, convirtiéndose en personajes de entretenimiento.
Hoy por hoy en España, tenemos
figuras destacadísimas en el ejercicio de bufones de palacios. Don Gabriel Rufián
Romero quizás sea uno de los más perfeccionistas en la materia, sirve para
hacer gracias sobre fútbol, sobre toros, sobre películas de mafiosos, sobre la
constitución, sobre el nacionalismo y sobre todo lo que acontezca, es un hombre-espectáculo.
Les saca risas a los independentistas en catalán y en castellano. El hombre
genera indisimuladas envidias a sus competidores, y así Don Pablo Manuel Iglesias
Turrión para no quedarse atrás se ha subido a un autobús con la noble intensión
de llevar el circo gratis a todas las Españas. Es una forma más para la redistribución de todo lo que sobra,
prodigando la inmundicia disimula sus carencias, y entretiene. Las romerías son
fuentes inagotables de diversión popular. Lo de Hazte Oir no puede deslucirse
tan pronto; Cassandra con Carrero Blanco ya dio lo que podía dar para la
libertad de expresión, y no podemos supeditar toda la inventiva patria en las
ocurrencia del rubio americano, ni en las del autobusero bolivariano. La Fiesta hay que
cultivarla hasta vencer a los espectadores. De la casta hasta la trama sin
Errejón es más sencillo cerrar el círculo.
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