Ha sido coherente y por
tanto clarificador que los separatistas catalanes hayan nombrado Presidente de
la Generalitat imbuido en el simbolismo de aparcero Presidente de la República
de Cataluña, a Quim Torra, individuo idiota por autodefinición: racista y
ultraderechista a la antigua usanza. El gran éxito del separatismo ahora
coherentemente dirigido por un idiota fue conseguir sintetizar la historia de
España, de forma que una mayoría se creyera que a este país lo inventó
Francisco Franco Bahamonte. Éxito propiciado por la inhibición de los que se
han ido definiendo como de izquierdas y sindicalistas engordados a pesebre.
Esquerra Republicana de Cataluña, que de izquierda siempre solo ha contado con
el nombre y de republicano con el apellido, no ha tenido ninguna vergüenza en
apoyar a Quim. El pobre Rufián ha de estar peleándose con su propio ADN, y el
bueno de Junqueras dándose con un cilicio en la capilla de Estremera para
cuadrar las discrepancias menores con Quim. El Partido Socialista de Cataluña
desde que Franco inventó a España nunca se ha sentido cómodo con ser socialista
a secas y se ha situado en la equidistancia, medio socialista y medio lo
contrario, para dialogar con Quim sobre la nueva religión que es lo que toca,
tal como lo decía el prócer Pujol. A los españoles le han cercenado el conocimiento
elemental de la inmensa mayoría de su propia historia, desde el momento que le
hicieron creer que a España la creó Franco, y de ahí esa lastimosa versión de
su propio país, siempre insignificante comparado con los otros, los grandes y
los democráticos; esa necesidad constante de pedir perdón; esa carencia de
orgullo. En eso han tenido éxito los separatistas ahora confesos como supremacistas,
racistas y filo-fascistas que con desparpajo tachan de lo que ellos son a los
demás, a los españoles. Es impensable que los británicos, los alemanes, los
franceses, los belgas o los suizos hubieran tolerado sin modificar
inmediatamente las leyes si fuera preciso, que un individuo como Puigdemont y ahora
Quim prodigara impunemente por el mundo las barbaridades tóxicas que han manifestado
contra su propio país y contra más de la mitad de los ciudadanos que componen
su propia región, la que ellos dicen querer convertir en república
independiente. La tolerancia del ciudadano español es impresionante y la paciencia
conmovedora. Si el español medio solo
pusiera en valor su tolerancia y su inagotable paciencia, ya podría exhibir al
mundo esa gran virtud, y no necesitaría decirlo en inglés, solo en castellano
comunicaría con más de cuatrocientos millones de almas con las que comparte el
pasado, y si quisieran también el futuro.
¡ A España no la fundó Franco respetables idiotas
!
Barcelona a 16 de mayo del
2018. RRCh.
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