El diálogo parecería ser el encuentro entre dos partes que
asisten de buena fe con predisposición al entendimiento y con la finalidad de
llegar a un acuerdo que solvente definitivamente una controversia. La
predisposición al entendimiento requiere que ambas partes acudan con un margen
de mínimos, hasta el cual están dispuesto a llegar para que el otro haga lo mismo
y se llegue a un encuentro. Si una de las dos partes asiste con la pretensión de
conseguir todas sus exigencias, no pretende dialogar sino escenificar la
rendición del otro sin darle pelota y para que los suyos babeen de gusto.
El Molt Honorable Sr. Torra, al parece está llamando al
presidente del Gobierno de España de forma insistente proponiéndole un diálogo
sin condiciones, y éste no le atiende al teléfono, con lo que Torra se siente
despreciado. Bien, pero resulta una obviedad, atendiendo a las declaraciones
públicas que a diario hace Torra, que su interés es “dialogar” sin condiciones sobre
la fecha próxima en que el presidente del gobierno de España le concede la
independencia a la parte del territorio español que el Sr. Torra quiere segregar.
Si quisiera dialogar sobre otra cosa lo diría. Y claro, por más que el presidente de España
quisiera satisfacerle -aunque solo fuera para no incrementar el gasto público
en reponer aceras, contenedores, terrazas y escaparates-, no puede hacerlo. Y
no puede hacerlo porque hace ya unas décadas que España y los ciudadanos que la
pueblan asumieron que aquí habría tres poderes y los hay, uno que hace las
leyes, otro que las hace cumplir y el tercero que administra. El Sr. Sánchez de
momentos está encabezando la última. Pero lo peor es que además España tiene
una constitución que es la primera de las leyes y la más importante, que se
puede cambiar con los trámites que la misma prevé, pero mientras tanto se ha de
respetar; porque para colmo, encima, es un estado de derecho, que quiere decir
que ni el presidente del gobierno puede hacer lo que le salga del arco de
triunfo. Está claro que estos inconvenientes Torra no los entiende, porque él es
un defensor acérrimo de la democracia y la entiende en su máxima pureza: sin
constitución, sin separación de poderes, sin jueces, sin leyes, sin orden público,
y naturalmente solo sustentada en sus delirios; ¡ah!, y sin condiciones.
Y sí, es una pobre víctima que alimenta
victimismo.
Barcelona a 24 de octubre del 2019. RRCh
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