miércoles, 24 de abril de 2013

REQUIEM PARA DON RAMÓN



En memoria de La Tortuga, La Capincha y El Escuerzo (24/4/2013)
Don Ramón se encuentra allí
donde se desvanece la memoria de los parientes
donde el recuerdo funde la identidad con los orígenes
donde se deshilachan las fibras familiares
y los rasgos de los genes se diluyen en el todo

De Don Ramón me viene la forma de mi papada y mi nariz
mi escasa barba y mi cinismo
Cinismo alentador de doctrinas vituperables
instrumento provocador de reacciones ajenas delatadoras

Tenía la sabiduría del zorro viejo
cavilador en paciencia atando cabos
Los necios hostiles a cualquier decoro intelectual
le llamaron doctor insinuando lo contrario

Se puso gafas de sol
para aliviar el fastidio
de los reflejos tediosos de las cosas conocidas
desdeñando la opción de ver con nitidez

Se fugaba en silencios y  a oscuras
en reflexiones que importaban a pocos
sin fijarse en nadie y sin más destino que ser
en actitud trascendental sedimentando hábitos

Componedor de alpargatas
ejercitando el dominio de sus necesidades
con tachuelas torcidas y goma de deshecho
con aprecio del acto sobre el resultado

Moldeador de terrones para entretener el tiempo
deshaciendo entuertos  gobernadores de urgencias
rompedor de piedras para vías de trenes
que oficiales doctores taparon de malezas

Del viejo Romero Turundai me quedan pocas cosas
o quizás perdura en mi facha una sonrisa socarrona
que en algún tiempo sabré si es de agresión o defensa
y el recuerdo distante que va arrimando el tiempo

Su figura se diluye en un sinfín de vivencias
de gurí canilludo  porfiado por dentro
que el paso de los años  me aclaran los recuerdos
y en burla de la lógica me devuelve el espejo
con cariño interesado al verme al viejo dentro.

Barcelona a 8 de noviembre de 1993.- RRCH

jueves, 11 de abril de 2013

Desahucios y Escraches: causas y consecuencias

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         Les hemos dado a los Bancos y Cajas de ahorros un montón de millones del dinero de todos nosotros. Si tal cosa era imprescindible para preservar los fondos de los ahorradores e inversores, se pudo y seguramente se debió, hacer por otras vías. Por ejemplo que el Estado hubiera comprado las hipotecas que gravaban las viviendas de las personas que ahora están siendo lanzadas de sus casa con una violencia moral insoportable. Con ello hubieran podido inyectar los fondos necesarios al sistema financiero y después controlar las ejecuciones hipotecarias. Aquello que se debió hacer y no se hizo cuando se pudo y debió hacer, porque nuestros representantes políticos miraban para otro lado esperando que escampe, o no miraban para ningún otro sitio que sus propios ombligos, luego se hizo igual con el Banco Malo -eufemismo popularizado que pretende diferenciar la desfachatez del sistema financiero concentrando la maldad en uno para disimular la maldad de todos ellos-. Esa desfachatez es la causa de los escraches, la movilización social es la consecuencia. ¿Pero es que alguien pudo creerse que tal cosa no sucediera? ¿Es que alguien de verdad se ha creído que los ciudadanos son iguales que las ovejas? Claro que los escraches molestan, para eso se hacen. Como molestan las huelgas, las manifestaciones y todas las protestas, si no molestaran no se harían. Mucho más molestan a los que las hacen, que encima han de soportar  estoicamente que les expulsen de sus casas la fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. ¿Con qué otros resortes democráticos hemos dotados a los ciudadano para que se defiendan de las consecuencias de la ineptitud de nuestros representantes? ¿Cuáles? Aquí no vale con pedir disculpas, alguien que no sea el espíritu santo tendrá que asumir la responsabilidad de sus actos, enfrentarlas y pagarlas. ¡Cómo se pretende que la gente digiera que los banqueros se vayan con una maleta de millones y ellos se quedan en la calle! ¿Cuántos banqueros están presos y con sus bienes expropiados? Ninguno. ¿Cómo quieren que la gente trague que los familiares de los políticos y ellos mismos, manejen 28, 32 o más millones de euros en los paraísos fiscales, y ellos se callen? ¡Estamos ciegos!
         Los escraches es una medida estupenda, y ojala tenga éxito, sino se tomarán otras peores. Si la reacción gubernamental ante tales consecuencias va a ser la de cercar los domicilios de los políticos con cordones de seguridad, igual tienen que poner un policía por cada ciudadano. Con cuatro o cinco manifestantes en la puerta de cada político ya se puede molestar a todos a la vez, y no alcanzaran los policías para impedirlo. ¡Cómo pueden decir que no es aceptable molestar la paz familiar de los representantes democráticos, cuando estos no han hecho nada para preservar  la paz familiar, la familia misma y las elementales ilusiones de la gente que expulsan de sus casas con sus hijos!
         Es evidente que cualquier norma que intente parar las causas de esta desgracia chocará con la legislación actual, chocará con la Constitución, chocará con el concepto de propiedad privada y chocará, ¡claro que chocará!, con la seguridad jurídica. Por eso habrá que modificar todas y cada una de las leyes y Constituciones que están desde antiguo para que las soluciones actuales de urgencia choquen con ellas. ¿Qué están esperando?

Barcelona a 11 de abril del 2013.- RRCH

miércoles, 10 de abril de 2013

JOSE LUIS SAMPEDRO

         La corrupción política y social que ahora está aflorando en España y también en otros países del llamado mundo occidental, no se ha producido ahora, se estás descubriendo, pero es vieja.
         Cuando se producía ocho o diez años atrás también la veíamos, y en todo caso pudimos haberla visto. Si no lo hicimos no fue por falta de perspicacia, sino de voluntad. Paulatinamente en esos años fuimos relajando nuestros valores y principios, cada vez nos exigíamos menos siendo menos severos frente a los demás y frente a nosotros mismos. Esto nos pasó a todos, sin excepción, la diferencia solo estuvo en la proporción, unos más y otro menos, pero siempre con un mínimo común denominador de tolerancia frente a lo inaceptable.
         La fama o buen nombre de una persona la generan los demás que le circundan. Lo que en tiempos pasados era reprobable, vergonzoso y por tanto merecedor de ser ocultado, comenzó a considerarse normal, y lo que se consideró normal comenzó a ser deseado, y lo deseado exhibido tanto si se había conseguido o  simplemente pudiéndose aparentar que se tenía. Con ello confundimos el valor de ser con el valor de tener. El valor de los que éramos con el valor de lo que mostrábamos tener.  Y no fue necesario que el poseedor fuera propietario de la cosa exhibida, bastaba con que la poseyera aunque la debiera o fuera de otro. La apariencia en tener colmaba la satisfacción de aparentar. Esa satisfacción era real, no aparente, y además otorgaba buenos resultados, puesto que los demás valoraban a su prójimo por lo que aparentaba y en base a ello le brindaban crédito. Y no solo créditos dinerarios que también, sino crédito como persona de confianza, como profesional, como vecino, como futuro cónyuge, como socio, como persona de bien. La confianza en la apariencia materializada en la posesión de cosas de cierto valor económico, evitaba el esfuerzo y el empleo del tiempo necesario que requiere una valoración sobre otros valores como el honor, la lealtad, la prudencia, la honestidad, el respeto, la coherencia y el sentido común, entre otros muchos valores en desuso.
         La cosa se rompe del todo cuando resultó que el valor de las cosas bajó de precio y el de las deudas se mantuvo e incrementó con intereses. La confusión entre valor y precio nos ha roto. La cosas tienen valor traducible en dinero en el momento de ser vendidas, las deudas tiene el precio y los intereses que se les adjudicó cuando fueron asumidas, los valores humanos pueden también tenerlo, pero la fluctuación de esto último obedece a otros vaivenes fuera de los mercados económicos conocidos y padecidos.
Seguramente es tiempo de volver a poner en circulación los valores humanos y los principios que en su día dejamos allí por ineficaces. Tuvimos un tiempo en que lo eficaz y lo eficiente fue la brújula que nos indicaba el camino a seguir, y resultó que hasta los conceptos se corrompieron, lo eficaz dejó de serlo y lo eficiente también, o siguieron siendo eficaces y eficientes para otros cometidos y otras finalidades distintas a las inicialmente perseguidas. El pasado fin de semana falleció Don José Luis Sampedro, persona resistente como las haya, que aguantó el tipo nada menos que 96 años. Él entre otras muchas cosas decía que la disciplina económica que hemos estado bendiciendo desde hacer algunas décadas era eficaz y eficiente para hacer más rico a los ricos en lugar de intentar hacer menos pobres a los pobres, casi al mismo tiempo,  como ironía providencial, murió Doña Margaret Teacher que siempre hizo lo contrario: más rico a los ricos y más pobres a los pobres. La cuestión ahora está en saber si habrán suficientes pobres para soportan pacíficamente a tan pocos ricos. Sucede que el pobre que tiene algo, trata de conservar ese algo ajustando al máximo sus ilusiones, cuando deja de tenerlo nada pierde si estalla. Y es posible que tengamos que ir previendo tal evento.
        
Barcelona a 10 de Abril del 2013.- RRCH

lunes, 8 de abril de 2013

PRESUNCIÓN DE INOCENCIA Y MORAL.-


         Es muy renuente la afirmación o queja que en España y parte del extranjero se ha sustituido la presunción de inocencia por la presunción de culpabilidad. Sucede entonces que se trata de confundir la moral pública con la aplicación en el mundo jurídico de aquel  principio general del derecho que dice que nadie es culpable hasta que, ante un tribunal de justicia, se demuestra la culpabilidad de alguien. 
         Resulta que la inmensa mayoría de la ciudadanía carece de formación jurídica, y ni falta hace que la tengan. Aquel principio general del derecho se instauró para eliminar el principio contrario-la presunción de culpabilidad-, ante los tribunales de justicia que, naturalmente estaban y están formados y conformados por los representantes de las clases sociales dominantes, que perseguían y persiguen el mantenimiento del status quo de ellos. La presunción de inocencia fue una autolimitación que se impusieron a sí mismo los poderosos. La inquisición usaba la presunción de culpabilidad y al ser una imposición de la religión católica cuando está tenía muchos protestantes que paulatinamente fueron copando los estamentos del poder, les fue razonable y necesario su cambio. Lo mismo sucede con aquello, que la ley es igual para todos, no es cierto ni nunca lo ha sido ni tampoco puede serlo, puesto que se trata de individualizar la responsabilidad del causante de un mal y la pena que se le impone. De ahí que unos son más iguales que otros. Si se trata de valorar la aplicación de la ley sobre una Infanta del Reino de España solo se puede comparar con la aplicación igualitaria de la ley sobre otra Infanta también del Reino de España, no vale comparar el mal producido y el castigo merecido relacionando a una Infanta con una ama de casa o una operaria de una fábrica.
         La presunción de inocencia es un concepto jurídico y solo es abordable desde tales  parámetros, no se puede pretender que toda la ciudadanía conozca y respete tal concepto técnico.  No obstante, todas las leyes son o deben ser informadas, infiltradas o conformadas desde y con la moral pública, que naturalmente es más amplia y extensa que la realidad jurídica. Nadie infringe ninguna ley teniendo una o un amante a espaldas de su cónyuge, y en cambio no es moralmente aceptable por la inmensa mayoría de los cónyuges cuando lo descubren. No se infringe ninguna norma largando ventosidades intestinales estruendosas en la mesa cuando se comparte con otros, aunque queda muy feo y quien lo haga posiblemente ya no se le invita; lo mismo pasa con quien hace burillas con sus mocos o se rasca la entrepierna delante de la gente. Quien haga estas cosas recibe un castigo social que nada tiene que ver con la acción de la justicia o el ejercicio del derecho. Así las cosas, lo que se aparte de la estética común y de los conceptos morales comunes de un grupo humano, recibe un castigo social, y a veces es más contundente y prolongado en el tiempo que una pena o condena judicial. Desde la perspectiva moral poco importa si un hecho vergonzante se produjo ahora o hace años, el “olvido” de lo inmoral no tiene los plazos de las prescripciones jurídicas, incluso la conducta inmoral de una persona puede trasladarse a sus estirpe, a sus padres, hijos y nietos. Si un presidente de una Comunidad Autónoma hace veinte años se fotografió con un contrabandista de tabaco y narco traficante, no importa si pasaron veinte años o treinta, lo que importa es si el presidente fotografiado en el momento que se fotografió sabía o podía saber que su acompañante era un delincuente, y si resulta que el entorno popular lo sabía, ya se supone que el actual presidente de la Comunidad Autónoma también lo sabía, y precisamente para pillar algo el uno del otro, se hacian paseos juntos.
         Si una actual Ministra del Reino de España, o un ex otro Presidente de una Comunidad Autonómica o una Alcaldesa actual de un importante Ayuntamiento,  recibieron regalos significativos de un grupo de presuntos mafiosos, no importa cuánto hace, moralmente no ha sido olvidado, y si eso fue delito o no, no importa mucho, lo que importa es que está feo, es moralmente reprochable. Como tampoco han sido olvidadas las grabaciones de conversaciones telefónicas que en su día se le efectuó a un tal tesorero del Partido Popular hace muchos años, si la grabación valió o no para los jueces es una cuestión de ellos, lo que le importa a la gente es si el interlocutor  fue aquél señor y dijo lo que apareció en la cinta. Si una infanta del Reino de España participó activamente en la presunta comisión de delitos por parte de su marido, no es una cuestión trascendente para la mayoría de la gente, lo que importa es si participó o no de los beneficios de aquella actividad presuntamente ilegal y si pudo darse cuenta o no, que le llegaba dinero más abundante de lo normal.
         Las normas morales aunque no escritas, son mucho más contundentes, respetadas y conocidas  por la mayoría, que las normas jurídicas. Y esa es la realidad que está aflorando y escrachando a aquellos que no se han regido por tales regulaciones de conducta. Y lo peor es que, valorar si tal moral común es justa o injusta resulta una pérdida de tiempo inmediata, sin perjuicio claro está, que se puedan ir modulando con el paso de los tiempos, ya sea para suavizarlas o para extremarlas, todo depende de las emocionalidades que despierten. Y esa emocionalidad determina lo justo y lo injusto, que tristemente poco tiene que ver con lo que es justo o injusto desde una perspectiva jurídica. Por todo eso es que, la profesión que hoy por hoy tiene más poder es la de periodista, dado que con  sus noticias nos hacen enfrentar  nuestra moral con la de todos; y algunos cuando no le ven salida, se refugian en la leyes. La leyes no tienen nada que ver; es la moral, la estética o la ética.

Barcelona a 8 de Abril del 2013.- RRCH.-