No suelo estar muy de
acuerdo con las manifestaciones del presidente del gobierno uruguayo, el Sr. Mujica;
especialmente por su falta de concreción. Suele formar unos bucles filosóficos
que envuelven de forma llamativa el asunto pero sin entrar en él. No obstantes
sí que comparto su propuesta de legalizar para su regularización el mercado de
la marihuana. Más me hubiera satisfecho
que planteara la legalización para su regulación de todas las drogas tóxica y
estupefacientes, puesto que su mercado también existe. Pero, menos da una
piedra. La ingesta de sustancias estupefacientes o alucinógenos es, para sus
consumidores, una especie de complemento
alimenticio que se proporcionan para
darse fuerza y ánimo con el fin de superar sus problemas o sencillamente
olvidarlos. Existe una distinción clásica de las drogas entre las que son
ampliadoras de la conciencia y las que son reductoras de la conciencia. Entre
las primeras se halla la cocaína y sus derivados que produce una activación
neurológica supra normal que posibilita una mayor eficacia en la concentración,
la superación del cansancio, el sueño y un mayor rendimiento sexual, con el
consiguiente deterioro neurológico; muy consumida entre los ejecutivos de
películas y los que aspiran a serlo. Las otras, las reductoras de la conciencia
entre las que se encuentra la heroína y también la marihuana, producen el
efecto contrario, la persona que la consume se olvida de los problemas o se ríe
de ellos encontrando momentos placenteros; muy consumida por las personas que
tienen escasas o ningunas perspectivas de superación; son las drogas de los
parados. Aquello que sus consumidores al iniciarse podían considerar como
solución momentánea de sus necesidades se convierte siempre en el mayor de los
problemas y en la mayor necesidad. Sencillamente, salvo contadísimas
excepciones, les destruye. Además naturalmente, destruye todo su entorno, su
familia, sus hijos, sus parejas, sus negocios; todo. Así las cosas, parecería
evidente que la adicción a estas sustancias solo se puede combatir desde la educación,
la cultura, y proporcionando alternativas vitales razonables. Seguramente lo
más imperioso sería conseguir que las personas (débiles) no sean arrastradas
por las otras, a asumir como imperativo vital la conversión de todos sus deseos
en necesidades, y luego auto exigirse convertir en realidad las necesidades
creadas. Pero esto es harina de otro costal. En el círculo en el que se mueven
los adictos a estas sustancias, juegan otros factores que no son menos
importantes: las mafias. Estas organizaciones
criminales se nutren y existen en gran medida gracias a la prohibición. La
prohibición no solo no ha acabado con el mercado de las drogas, lo ha
alimentado. Los desgraciados consumidores además de tener la necesidad de
suministrarse tales sustancias, tienen la desgracia de tener que adquirirlas de
un delincuente. El delincuente busca su beneficio al margen de cualquier
regulación legal y contra la prohibición. La prohibición la superan mediante la
corrupción de los prohibicionistas o sus agentes. Así, gran número de adictos
mueren por sobredosis, y no porque se tomen dos en vez de una, sencillamente
porque la que toman tiene además de la droga necesitada, adictivos de corte
venenosos que el delincuente traficante añade para darle peso y sacar más dosis;
más dinero. El pobre consumidor no tiene más alternativa que acudir a ese
entorno criminal, puesto que sus representantes políticos niegan la existencia
del mercado aunque éste le apeste en sus narices. El precio de la droga
prohibida se multiplica por cinco o seis veces en relación a si ésta fuera
legal. Ante tal inflación el pobre consumidor acaba convirtiéndose en
delincuente para pagar su vicio.
Los
que proponemos la legalización de las drogas, alucinógenos y psicotrópicos, no
deseamos que se aliente su consumo mediante la publicidad, ni que se distribuya
de forma gratuita; no. Sencillamente que se sustituya el mercado criminal por
una regulación legal de ese mercado, y naturalmente se informe, eduque,
advierta a los posibles consumidores de sus riesgos y miserias. Claro que el
Sr. Mujica se va a encontrar a muchos en contra, y será o ya es, presionado por
otros Estados limítrofes o allende a los mares, pero precisamente por ser
Uruguay un país pequeño la idea me parece correcta. Es verdad también que
Uruguay ha sido pionero en otras leyes otrora muy discutidas, como lo fue la
ley del divorcio, la igualdad legal de la mujer respecto al hombre, las ocho
horas diarias de trabajo, la sanidad pública y universal, la regulación legal
de la prostitución, y muchas otras. El negocio de las drogas es un gran
negocio, invierten y ganan mucho dinero los traficantes, e invierten y ganan
mucho dinero los prohibicionistas con el ineficaz despliegue de cuerpos de
represión, cárceles, policías, helicópteros, barcos, psicólogos, clínicas,
médicos expertos en deshabituación, criminólogos, sociólogos, jueces, fiscales,
abogados, etc. La cosa está preparada para la prohibición, desmontar el invento
no es cosa fácil, pero bien puede ser que siendo Uruguay un país pequeño, no
levante tantos ardores. Veamos.
Barcelona a 4 de diciembre del
2013.- RRCH
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