miércoles, 4 de diciembre de 2013

URUGUAY y la legalización de la marihuana.


 
No suelo estar muy de acuerdo con las manifestaciones del presidente del gobierno uruguayo, el Sr. Mujica; especialmente por su falta de concreción. Suele formar unos bucles filosóficos que envuelven de forma llamativa el asunto pero sin entrar en él. No obstantes sí que comparto su propuesta de legalizar para su regularización el mercado de la marihuana.  Más me hubiera satisfecho que planteara la legalización para su regulación de todas las drogas tóxica y estupefacientes, puesto que su mercado también existe. Pero, menos da una piedra. La ingesta de sustancias estupefacientes o alucinógenos es, para sus consumidores, una especie de complemento alimenticio  que se proporcionan para darse fuerza y ánimo con el fin de superar sus problemas o sencillamente olvidarlos. Existe una distinción clásica de las drogas entre las que son ampliadoras de la conciencia y las que son reductoras de la conciencia. Entre las primeras se halla la cocaína y sus derivados que produce una activación neurológica supra normal que posibilita una mayor eficacia en la concentración, la superación del cansancio, el sueño y un mayor rendimiento sexual, con el consiguiente deterioro neurológico; muy consumida entre los ejecutivos de películas y los que aspiran a serlo. Las otras, las reductoras de la conciencia entre las que se encuentra la heroína y también la marihuana, producen el efecto contrario, la persona que la consume se olvida de los problemas o se ríe de ellos encontrando momentos placenteros; muy consumida por las personas que tienen escasas o ningunas perspectivas de superación; son las drogas de los parados. Aquello que sus consumidores al iniciarse podían considerar como solución momentánea de sus necesidades se convierte siempre en el mayor de los problemas y en la mayor necesidad. Sencillamente, salvo contadísimas excepciones, les destruye. Además naturalmente, destruye todo su entorno, su familia, sus hijos, sus parejas, sus negocios; todo. Así las cosas, parecería evidente que la adicción a estas sustancias solo se puede combatir desde la educación, la cultura, y proporcionando alternativas vitales razonables. Seguramente lo más imperioso sería conseguir que las personas (débiles) no sean arrastradas por las otras, a asumir como imperativo vital la conversión de todos sus deseos en necesidades, y luego auto exigirse convertir en realidad las necesidades creadas. Pero esto es harina de otro costal. En el círculo en el que se mueven los adictos a estas sustancias, juegan otros factores que no son menos importantes: las mafias.  Estas organizaciones criminales se nutren y existen en gran medida gracias a la prohibición. La prohibición no solo no ha acabado con el mercado de las drogas, lo ha alimentado. Los desgraciados consumidores además de tener la necesidad de suministrarse tales sustancias, tienen la desgracia de tener que adquirirlas de un delincuente. El delincuente busca su beneficio al margen de cualquier regulación legal y contra la prohibición. La prohibición la superan mediante la corrupción de los prohibicionistas o sus agentes. Así, gran número de adictos mueren por sobredosis, y no porque se tomen dos en vez de una, sencillamente porque la que toman tiene además de la droga necesitada, adictivos de corte venenosos que el delincuente traficante añade para darle peso y sacar más dosis; más dinero. El pobre consumidor no tiene más alternativa que acudir a ese entorno criminal, puesto que sus representantes políticos niegan la existencia del mercado aunque éste le apeste en sus narices. El precio de la droga prohibida se multiplica por cinco o seis veces en relación a si ésta fuera legal. Ante tal inflación el pobre consumidor acaba convirtiéndose en delincuente para pagar su vicio.

          Los que proponemos la legalización de las drogas, alucinógenos y psicotrópicos, no deseamos que se aliente su consumo mediante la publicidad, ni que se distribuya de forma gratuita; no. Sencillamente que se sustituya el mercado criminal por una regulación legal de ese mercado, y naturalmente se informe, eduque, advierta a los posibles consumidores de sus riesgos y miserias. Claro que el Sr. Mujica se va a encontrar a muchos en contra, y será o ya es, presionado por otros Estados limítrofes o allende a los mares, pero precisamente por ser Uruguay un país pequeño la idea me parece correcta. Es verdad también que Uruguay ha sido pionero en otras leyes otrora muy discutidas, como lo fue la ley del divorcio, la igualdad legal de la mujer respecto al hombre, las ocho horas diarias de trabajo, la sanidad pública y universal, la regulación legal de la prostitución, y muchas otras. El negocio de las drogas es un gran negocio, invierten y ganan mucho dinero los traficantes, e invierten y ganan mucho dinero los prohibicionistas con el ineficaz despliegue de cuerpos de represión, cárceles, policías, helicópteros, barcos, psicólogos, clínicas, médicos expertos en deshabituación,  criminólogos, sociólogos, jueces, fiscales, abogados, etc. La cosa está preparada para la prohibición, desmontar el invento no es cosa fácil, pero bien puede ser que siendo Uruguay un país pequeño, no levante tantos ardores. Veamos.

 

Barcelona a 4 de diciembre del 2013.-  RRCH

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