Cierto que la mayoría de los
escoceses han decidido permanecer en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
del Norte, pero no es menos cierto que casi la mitad de los escoceses se
ilusionó con la independencia. Ese
sueño, esa emocionalidad, se produce porque lo que se tiene no ilusiona, no
seduce, no conquista, no convence; y eso es así aunque la idea independentista
fuera ilusoria, pueril o irracional. Lo que se ha de plantear allí y aquí en
España es construir una España ilusionante, a la que todos, en una medida u
otra podamos defender y consideremos nuestra. El independentismo no es un mal
que brota espontáneamente, es la reacción emocional a unas causas objetivas no
resueltas. Es verdad que la emocionalidad exagera o minimiza las causas y las
consecuencia reales; sí, ¿pero por qué? Seguramente porque las quejas justas se
desatienden y se ningunean, y ello daña la dignidad del otro, y el otro para combatir
el desprecio se proporciona una sobredosis de autoestima. Esa sobredosis acaba confundiendo
a España con los que la gobiernan desde Madrid, se acaba identificando a España
con Don Tancredo el Quieto, con ese Partido Popular que levantaba firmas contra
los catalanes cuanto el Estatut; con esa Sra. Sánchez Camacho que teniendo
noticias y algunas pruebas sobre que la familia política y personal de Jordi
Pujol a base de mordidas se estaban llenando el buche a costa de los catalanes
y no dijo nada esperando una mejor ocasión para sus intereses personales; ese
PP que se ha financiado mediante la corrupción de ¡se fuerte Luis!; que le llama regeneración democrática a pretender
cambiar las reglas para las elecciones municipales y salvar a sus alcaldes, ese
PP que dice defender a las mujeres obligándoles a parir cuando no quieren o
irse al extranjero … Para atender el reclamo e ilusionar a todos
para estar juntos, no vale con un trato presuntamente igualitario. Ni siquiera a
los hijos nacidos de la misma madre y del mismo padre, en la misma casa y
criados con las misma reglas se les puede tratar de forma idéntica, cada uno
tiene su personalidad y sus necesidades que les diferencia de sus hermanos, y
los hermanos tienen que asumir esa diferencia superando el yo quiero lo mismo que ese, porque seguramente no necesita lo
mismo sino otra cosa que no es ni mejor ni peor, solo distinta. Las razones del
independentismo puede que no sean racionales, pero son razonables. Ilusionarse
es razonable, y se puede ilusionar para estar separados, y para estar juntos.
Se trata de ponerse a ello en un sentido o en otro.
Barcelona a 19 de Septiembre
del 2014, RRCh.
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