La
apreciación que hace este escritor sobre el analfabetismo de la ciudadanía
española trascendiendo el mero sentido restrictivo de no saber leer y escribir,
y centrándose en el desconocimiento que de su propia historia una mayoría
padece, es a mi juicio una crítica merecida por sus destinatarios. Lo que ya no
parece tan justa es la comparación que hace de España con Francia, presentando
a esta última como la meca de la sabiduría y a los españoles como enfangados en
la vileza y la incultura por no haber recibido las reformas napoleónicas con
alborozo. Es cierto que quien no conoce la historia, y muy especialmente la de
los siglos XVIII y XIX, difícilmente sabrá de dónde viene y a dónde va, y
generalmente con tales carencias posiblemente no les importe ni una cosa ni
otra, y ello contenta y acomoda a las clases políticas dirigentes. Seguramente
los tiranos son paridos por sociedad sometida al aborregamiento cultural. Sin dudas que la modernización de la sociedad europea
se gestó en la revolución francesa y ésta se produjo en Francia, aunque no es
menos cierto que una década antes se experimentó en Norte América y el
estallido de París fue resultado de mucha injusticia y hambre, calamidades de
las que fueron responsables la nobleza y el clero y de las que bien supo
aprovecharse la burguesía. El enfrentamiento franco-británico que las castas
dirigentes de estas naciones expandieron luego fuera de Europa no nos han
dejado precisamente un mundo mejor, ni tales acciones son dignas de aplauso,
aunque posiblemente si España hubiera aprovechado aquel tirón pudo haber
exportado muchos pobres tras el olor de la pólvora. Poco después de acabadas
las gestas napoleónicas Francia se apoderó de Saigón, Camboya, Cochinchina, Annam, Tonkin
y Laos; y cien años después acabaron los norteamericanos la guerra de Vietnam
que traía causa de aquél siglo XIX. No parece que aquella gente tenga buen
recuerdo y buen presente de los herederos del enciclopedismo y la ilustración
europea. Paralelamente la India cayó
bajo la Compañía Británica de las Indias Orientales, Sudáfrica pasó de los
holandeses a los británicos, y luego éstos se metieron en Palestina. Y no
parece que aquellos navegantes admirados por el Sr. Pérez Reverte hayan dejado
una impronta de humanismo en aquellos lares, que aún se desangran. Me gusta la
idea del Sr. Pérez Reverte sobre el patriotismo cultural, aunque no sé a qué
Patria se apunta ni qué Cultura defiende.
Barcelona
a 16 de Marzo del 2015.- RRCH
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