En los
países iberoamericanos, y Venezuela es uno de ellos, la población suele dividirse en el ochenta
por ciento y el veinte por ciento, más o menos. En Europa pasa lo mismo pero
con diferentes porcentajes que ya es mucho. Allá el ochenta son pobres y el
veinte más o menos ricos, clase media no suele haber y si acaso está en el
veinte. La diferencia esencial entre pobres y ricos son las expectativas de
futuro. Un pobre cuando se levanta por la mañana sudando si hace calor y con la
piel de gallina si hace frio, da una vuelta por si encuentra algo para echarse
al buche, si tiene un poco de azúcar o limón se cepilla los dientes, con
instrumento o con los dedos. Le pasa la mano al espejo para aclararlo, se
muestra los dientes, se fija en cómo prosperan las caries moviendo con la
lengua las piezas que le quedan. Piensa
que ya se los arrancará cuando el dolor sea insoportable, apuro no hay para
comer chupando. Busca un papel que sobre o lo quita de dónde puede para limpiarse
el culo. Luego se pasa la mano por los sobacos y la entrepierna, y se la huele.
El agua hay que buscarla fuera, moja un trapo y se lo pasa por el cogote, los
sobacos y la entrepierna, se mojan el pelo, se peinan y sale a ver qué sale hoy. Si tiene hijos los
mira de refilón fijándose si ya echan pelos para que pueden ir a buscarse la
vida y traer algo a casa. Le gustaría que acabaran aprendiendo a leer de
corrido y escribir clarito, y si acaso que hallen un trabajo que dure un tiempo, si es a la
sombra mejor y si es sentado un lujo. La mujer pobre lo tiene peor por su
género, porque además tiene que cuidar no quedar preñada al tiempo que su
hombre esté contento, de lo contario, el reproche por una cosa o su contraria de él
puede desfigurarle la cara, él que tiene mucho carácter y habla poco. Si
los niños piden, hoy no hay pero igual mañana sí. Mañana. Los pobres tienen la
perspectiva del día, y los más apañados del siguiente. El rico se levantan por
la mañana calentito si hace frio fuera y
fresquito si hace calor, se lava los dientes pensando en otra cosa, hace
buches, se afeita, se da masajes faciales, se ducha con agua abundante y
calentita, con champú y suavizante, se
da crema corporal, se perfuma, se secan el pelo con aparato eléctrico, y desayuna
sentado con leche, café, jugos de frutas, tostadas, mermeladas, mantequilla… Vigila
que los niños estén bien dispuestos por el servicio doméstico, ya desde antes que
hayan nacido tiene resuelto qué serán de mayores, qué colegios, qué
universidades, qué barrio, qué familia, con quién mejor los nietos…. Sale en
coche desde el garaje, las puertas se abren a distancia apretando un botón,
llega a la oficina, el despacho, o el centro de negocios y es recibido por
sonrisas brillantes que le tratan de señor. La mujer rica puede optar por su
desarrollo profesional, por su desarrollo personal, o compaginarlo, y si vienen
mal dadas tiene la institución del divorcio, con abogados, tribunales y mucho
que repartir en negociaciones sin prisas muy civilizadas. Los pobres y los
ricos no se juntan, se utilizan los unos a los otros, unos como sirvientes y
los otros como mandantes, los primeros van subsistiendo y los segundos
planificando el futuro a largo plazo. Los dos grupos tienen sólidos principios morales distintos y solo para los
suyos, los otros no existen en ese orden de cosas. Claro que si al ochenta por ciento que son más
que el veinte, le comienzan a decir de forma insistente que existen, que pueden
votar, y que voten al gobierno que les defenderá, y si se lo acaban creyendo y además
le dejan: se afanan en la venganza. Y una parte de éstos se emplean instintivamente
en joder ricos, le ponen una pistola, escopeta o cuchillo cerca del gañote, le
suben a una camioneta, se lo llevan y para soltarle le sacan a la familia todo
el dinero que puedan. Si no pagan le pegan un tiro en la frente como si matarán
a una oveja y le dejan en un descampado.
La otra parte mayor de los pobres si se les da la posibilidad de adquirir
comida y cosas a precios bajos, hacen las colas que sean precisas, acumulan los
alimentos y cosas de primera necesidad, y que los ricos vayan a sus barrios
pobres a comprar pagando dos o tres veces más que lo que a ellos les costó. La
desgracia está en que la fiesta siempre tiene un fin, y desde que empieza hasta
que acaba los pobres siguen siendo pobres y los ricos siguen siendo ricos. Si
acaso, algún pobre, los pocos que aprendan a capitalizar el producto de las
fechorías, se cambia de bando, se compra una casa de trescientos o quinientos
metros cuadrados que llena de muebles brillantes y aparatos de última generación
para que se vea, se viste de caro sin ton ni son, y aprovechando a
los amigos pobres para hacerse servir se convierte en rico respetable y al poco
tiempo entra en al club. Los ricos siguen siendo ricos lamiéndose las heridas
de la fiesta, y contactando entre ellos para vengarse lo antes posible con la
máxima contundencias, porque además ahora tienen razones para propagar la
campaña buscando y hallando apoyo internacional para sacarse el pobrerío de encima por el medio que
sea. A muy pocos les interesará conocer
las causas que produjo el enfrentamiento para incidir sobre ellas, los que más
atacarán los síntomas haciendo desaparecer el efecto, o matando perros para
acabar la rabia. La rabia.,. El petróleo… La desigualdad… La injusticia… Los
ricos y los pobres…
Barcelona
a 19 de Marzo del 2015.- RRCH
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