jueves, 26 de marzo de 2015

EL AVIÓN CAÍDO


 

Nosotros los humanos progresamos constantemente en los logros técnicos y materiales. Cada vez conseguimos hacer mejor las cosas, los coches, los aviones, los trenes, los barcos… Si nos fallan buscamos a uno de nuestros congéneres que haya tenido algo que ver sobre el funcionamiento de la cosa fallida para exigirle responsabilidades y para que escarmiente. Nos exigimos eficiencia y suficiencia en la generación de las cosas con las que nos rodeamos, de las cosas que nos servimos. Nos exigimos los unos a los otros ser racionales, lógicos, justos, equilibrados, elegantes y amables. Pero no somos capaces de comprender los desequilibrios emocionales; esto es, creo, una contradicción vital humanamente insuperable. Cualquier pensamiento humano sano nos proyecta contra nuestro prójimo: nuestros hijos, nuestros padres, nuestros hermanos,  nuestros amigos, nuestros conocidos, y hasta nuestros enemigos, contrincantes y adversarios. Somos sociales, dependemos de los demás tanto para que nos quieran como para que nos ignoren, pero somos con los otros, somos con los nuestros. Parece ser que el copiloto de avión que cayó en los Alpes franceses con ciento cincuenta seres humanos dentro, dirigió conscientemente el aparato a la destrucción total. Según dicen estaba bien formado en escuela idónea para la profesión que desarrollaba, era un ser humano apto, y en un instante algo se le rompió dentro de sí y los mecanismos de control emocional le abandonaron junto con los principios racionales básicos, y dejó de ser un semejante convirtiéndose en un solo absoluto. Cómo entenderlo. Cómo compadecerle por su desgracia y la propagada. A quién responsabilizamos. Cómo resignarnos a nuestra debilidad. Pero hemos de seguir confiando los unos de los otros; no hay otra opción.

Barcelona a 26 de marzo del 2015. RRCH

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