Es indudable que esta señora es el exponente de mayor
relieve en la geografía española, en su condición de política de casta. Es la
esencia misma de la casta, posee todos los atributos. Tiene la absoluta
capacidad de defender una cosa y su contraria con la agilidad mental necesaria para
adecuarlo a sus intereses, y sin inmutarse. Para ella es lo mismo ocho que
ochenta, todo vale siempre que sirva a sus conveniencias. La vergüenza, la
ética y la empatía son valores que para ella ni existen, ni existirán, ni deben
existir. Y por las dudas, está dispuesta a hacer un frente para que no pasen. Su
amoralidad es admirable, sublime. La señora Aguirre podría ser un personaje con
atractivo turístico, e incluso daría color a la marca España con su exhibición
como ejemplar único. Tendría desbordante éxito en un programa televisivo en el que
una vez a la semana, o dos, pudiera
defender un tema durante media hora y luego de una pausa publicitaria de unos diez
minutos, dejarle otros treinta para que se contestara en oposición. Los
insultos y desprecios que se diría en la primera mitad, produciría tantos
ingresos a la cadena por los anuncios que rompería la contabilidad de la
audiencia. Millones de espectadores se quedarían pegado al aparato esperando la
réplica. Podría arruinar a todas las demás televisiones. Incluso luego de su
actuación se haría una tertulia con personajes de reconocido prestigio,
situando unos contra otros para analizar las ideas, el lenguaje no verbal, y
especular sobre lo que debería suceder la próxima semana. Sería extraordinario,
y atraería la inversión extranjera, incluso, aprovechando que la señora habla
muy bien inglés, hasta se podría hacer un programa destinado al mundo
anglosajón. Se harían clubs de fans por todo el mundo, unos apoyando a la Espe de la primera parte y otros
apoyando a la Espe de la segunda, siempre
con logos de distinción en banderitas, uno con gaviotas volando de una manera y
otro con los mismos pájaros haciéndolo de otra, con distintos tonos y colores.
Si se le echa imaginación no se hablaría de otra cosa, mentar el paro se convertiría
en algo rancio fuera de época, a la corrupción le llamaríamos de forma más positiva
como “diversidad gestora” o “pluralismo helvético”. Y la pobreza
dejaría de existir, y si no le llamaríamos “diversidad
adquisitiva”.
Barcelona a 28 de Mayo del
2015.- RRCH
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