lunes, 23 de noviembre de 2015

Argentina y el cambio.-


 
Por aquí se dice que ganó la derecha en Argentina, y que ello propiciará un cambio. No obstante hablar de derecha y de izquierda en Argentina es siempre una aventura. No se me ocurre que otro país del mundo haya consolidado como Argentina, a un partido político, o movimiento social, o algo parecido a un régimen como lo es el Peronismo. El Peronismo ha sido capaz de integrar en sus filas  a la ultra izquierda, pasando por el centro y llegando a la ultra derecha; desde los Montoneros a Menen. Es un hecho diferencial de Argentina. Ha ganado Mauricio Macri, y  por lo que sé, el hombre provienen de un extracto social muy alejado a los descamisados del Peronismo-Evita, posiblemente le vino la herencia de los descamisadores. Ahora bien, los actuales planteamientos de Macri no se corresponden, aparentemente, con una continuidad de la política del “pan y circo”, sino que se ajusta más a combatir la corrupción en la esfera judicial, contra los manejos de las privatizaciones que han vaciado las arcas públicas a favor de los grandes empresarios –y no necesariamente de los grandes ricos argentino, sino también de los extranjeros-, en combatir  la justicia social y en las batallas contra el narcotráfico. Si esto es así, difícilmente se puede comparar a la derecha del liberalismo económico europeo; sino que ha de ser otra cosa. Macri, por lo que sé insisto, se ha arrimado a los planteamientos de por ejemplo Elisa Carrió, que ha iniciado y seguido una corriente de regeneración moral de los argentinos, proponiendo ayudas a la infancia desde los impuestos con cargo a los beneficios financieros, la derogación de la ley de punto final o impunidad, el descubrimiento y eliminación del maridaje entre las grandes fortunas y el narcotráfico, y contra la corrupción en general sin esquivar la enquistada en la administración de justicia. Esto no lo promueve la derecha europea, ni por aproximación.

          Seguramente ni en Argentina ni en ninguna parte del mundo las fuerzas políticas cambiarán nada, pero sí es posible que los argentinos como los ciudadanos del resto del mundo, si se lo proponen cambiarán a las fuerzas políticas. La corrupción que todo lo pudre, se alimenta de los corruptores y de los distraídos. Y se es corruptor cuando desde el poder financiero y económico se unta a un político para que venda lo que es público por un puñado –o una bolsa- de pesos, pero también se es corruptor cuando se pretende “arreglar” una multa de tráfico dándole unos pesos al funcionario que tiene la potestad sancionadora, o “pagar” un peaje con una coima, o  arreglar papeles por influencias a cambio de un “precio” más bajo, o acumular subvenciones sin tener derecho, etc. La corrupción de arriba impregna a los de abajo, que si no pueden participar de ella se hacen los distraídos, especialmente cuando el corrupto reparte un poquito para mantener la distracción con pan y circo. El pan ayuda a callar el ruido del triperío que no es poco cuando el hambre aprieta, y el circo adormece a las conciencias especialmente cuando se desprecia a la educación. Pero con ello no se progresa ni se suma libertad, aunque eso sí: se contiene el grito o al menos se confunde. El peronismo en Argentina se ha intentado imitar en otros lugares de la América Hispana, así lo propuso Chaves en Venezuela llamándole bolivarismo, el pobre se murió y Maduro no da la talla, pero al fin el bolivarismo como el peronismo trata de totalizar la patria. Todo lo que no está a favor del peronismo está en contra de los argentinos, puesto que la Argentina es de ellos, como Venezuela es de los bolivarianos: se ataca a Venezuela como patria hasta cuando se detienen narcotraficantes próximos a la familia de Maduro. Aquí pasa más o menos lo mismo, con otros tintes en el mismo pelaje, si se ataca a la familia Pujol o a Mas, se ataca a Cataluña, el independentismo es un peronismo o un bolivarismo, siempre totalitario, la cuestión está en embravecer los sentimientos, para acallar a la razón.

          Seguramente los argentinos le han perdido el miedo a la devaluación del peso, y espero que no sea porque crean que la devaluación no llegará. Llegará, y ello implicará un empobrecimiento generalizado. No es que los argentinos se hagan más pobres, sino que el poder del peso oficial será el que en realidad es: menos que el oficial actual. Con ello subirán los precios de todo lo que se importa y parte de lo que no se importa pero se produce con tecnología importada, y bajará el precio de lo que se produce con lo que Argentina será más competitiva en la exportación, siempre que no sigan el camino del monocultivo de la soja. El cambio si es de verdad, deberá modificar las perspectivas de lo que se quiere y puede tener, y también la perspectiva de lo que se quiere ser. No es fácil. Si es verdad como parece, que la Sra. Fernández ha adormecido a pobrerío con la sopa boba, ¡cuidado con quitársela! La pobreza se contiene o se supera, pero no se puede  ignorar. Se puede contener con pan y circo como se ha venido haciendo, pero sólo se supera con una redistribución de la riqueza y de la cultura en parejas proporciones. 

Barcelona a 23 de Noviembre del 2015.

martes, 17 de noviembre de 2015

ATENTADOS EN PARIS


 
          Nuestro mundo occidental, cristiano, y autocalificado como protector de los derechos humanos, la justicia, la igualdad y la libertad, se desespera y propaga el miedo entre sus ciudadanos cuando en nuestras ciudades nos matan a uno o dos centenares de personas en períodos de meses o años. Parecería que la protección de los derechos humanos se debería extender a todos los humanos, sean europeos, americanos, africanos, asiáticos, cristianos, musulmanes, budistas, judíos, negros o blancos, pobres o ricos; y lo mismo con la justicia, la igualdad y la libertad. Pero no es así, ni de cerca, nuestra desgracia de padecer muertos indefensos cada cierto tiempo entre  nuestras fronteras no es equiparable a lo que sucede en nuestro entorno humano de más allá, donde se produce todos los días, a todas horas y en mayor número, Y esto, no nos conmueve con igual sentido de justicia,  de igualdad y de libertad. Para proteger nuestra justicia, igualdad y libertad no nos importa restringir la de los demás; no nos importa sostener regímenes “contenedores” fundamentados en la negación y el sacrificio de los tres conceptos. El yijhadismo se nutre de dos elementos sustanciales: el odio y la financiación. Para minorar el odio, posiblemente hemos de globalizar lo que supuestamente defendemos: la justicia, la igualdad y la libertad. Naturalmente, si pretendiéramos repartir un poco de igualdad, debemos admitir la redistribución de la riqueza, lo que implica que poseamos menos para que los que no tienen nada posean algo más. Si quisiéramos propagar la justicia entre los humanos, posiblemente tendríamos que hacer respetar las resoluciones de la ONU por ejemplo por parte de Israel frente a Palestina, de Marruecos frente al Sáhara; hacer respetar los derechos humanos en China, Arabia Saudita, Catar, Emiratos Árabes, etc. Al parecer somos capaces de eliminar a un hombre en el desierto, pero no somos capaces de eliminar el contrabando de petróleo en el entorno del llamado Estado Islámico o ISIS. El contrabando de petróleo del ISIS existe porque otros países supuestamente contrarios lo compran a bajo precio. Los bloqueos económicos son buenos y eficaces si nos proporcionan ganancias, si nos sube el petróleo ya no es buena cosa. Somos capaces de hacer ciento de entradas y registros en casas de emigrantes musulmanes al día después de un atentado, pero no somos capaces de evitar que las casas de los musulmanes que están en sus países sean destruidas continuamente junto con sus moradores. Hacemos discursos estupendos diferenciando emigrantes de refugiados, pero cuando estos últimos son muchos y van acabando sus recursos propios ya los igualamos, no para solventarles los problemas sino para excluirlos del reparto.  Los criterios económicos los ponemos por encima de la justicia, de la igualdad y de la libertad. Con dicha prioridad no parece que tengamos la preminencia moral que nos adjudicamos. Repartimos la culpa quedándonos con la menor parte, y repartimos la justicia, la igualdad y la libertad quedándonos con casi todo. Sí, es necesario bombardear al ISIS -seguramente hubiera sido mejor antes cuando había menos  gente-, pero con ello, si tenemos éxito, solo conseguiremos que se muden de lugar, puesto que la negación de la justicia, de la igualdad y de la libertad produce monstruos en todas partes. La brutalidad tiene causas, y las causas las sabemos, otra cosa es la disposición a eliminarlas asumiendo el sacrificio que nos corresponde.

 
Barcelona a 17 de Noviembre del 2015.- RRCH

jueves, 12 de noviembre de 2015

NACIONALISMO: EL VENENO QUE NOS MATA.-


Seguramente todas las tendencia políticas, en parte se fundamentan en un acto de fe, y por tanto, en la creencia que  su triunfo mejoraría el bienestar de sus seguidores. El nacionalismo tiene peculiaridades infernales y destructivas. Se fundamenta en la diferencia, que distinguen de la diversidad, en que ellos se consideran mejores y por tanto se atribuyen la potestad de segregar a los que no lo son. Para un nacionalista lo demás son neutrales, equidistantes, y por tanto despreciables. Alguien dijo con razón, que el  nacionalismo es el último reducto de los canallas. Esos, propagando primero el sentimiento de la patria herida, mediante la utilización del victimismo, y luego  exacerbando la valentía de dar todo por la patria, inoculan el germen de la separación como solución. Dar todo, significa todo, incluyendo la defensa a sus propios corrompidos y corruptores porque serán para ellos “nuestros hijos de perra”. Nuestro, es el palabro. Y lo triste por venenoso es que esos hijos de perra serán los líderes de la patria nueva, de la patria “querida”. La Cataluña actual del “proces” se fue fundamentando desde el caso Banca Catalana, cuándo los investigados por corrupción se envolvieron en la bandera para hacer creer que atacar a banqueros corrompidos era atacar a la patria. En paralelo, con el cultivo del patrioterismo cosecharon  una organización con definidos tientes mafiosos, que lo fue pudriendo todo, y poco a poco lo han conseguido. Para ello contaron con la ceguera voluntaria de los nacionalistas contrarios que para mantenerse en sus miserables poltronas iban aprendiendo hablar en catalán en la intimidad y entre ambos sostenían esa cosa de ellos que llaman patria. La patria de la familia Pujol, la patria la familia del Palau, la patria de la ITV, la patria de la familia  Gürtel, la patria de la familia Bárcena, la patria de la familia del Partido Popular, la patria de los EREs de Andalucía, la patria de los Camps, la de los Mata, la de los Rato. La patria de los degenerados que ponen el huevo en paraísos fiscales y cacarean aquí. Ese degenerado patriotismo construido como manto para tapar la mierda haciendo próceres a los mangantes, A los  que engordan sus ganancias mientras esquilman  la educación de la gente, la sanidad de la gente y los hogares de la gente. A todos estos jodidos  los  compensan con sentimientos miserables y mentirosos dándoles como enseña de grandeza un trapo de colores con una estrella añadida y copiada, para que se contenten y se regodeen en su complejo de inferioridad, desgracia que por supuesto es culpa de otros, del adversario que desean enemigo.

 Parecía que toda esta bajeza moral haría nacer una reacción regeneradora de la dignidad, la coherencia, la razonabilidad y el sentido común, pero el ansia de ascender por parte de personajes pusilánimes, grises y gritones no lo ha posibilitado. La izquierda para participar en el pastel del nacionalismo dice auténticas bobadas, y ni siquiera se sonroja; y no se sabe si ello obedece a la indignidad o a la ignorancia.  Hablan de derecho a decidir y de referendo, pero no dicen sobre qué se ha de decidir o refrendar, mediante qué procedimiento; cómo prevén ignorar la Constitución. Para cambiarla ni proponen qué. No se atreven, del engaño sacan más réditos. El concepto democracia lo usan como usan el de la corrupción, para tirárselos unos a otros, sin defender la democracia ni atajar la corrupción. Viven de la osamenta. No pretenden reformar las leyes, ya le valen las que hay para fustigarse entre el humo y la inmundicia. Si encuentran la decencia que nunca han tenido y alguna vez propusieran qué hacer, necesitarán tener a su favor dos tercios de los diputados y dos tercios de los senadores, y cuando éstos lo aprueben tendrán que convocar elecciones, y los que salgan elegidos tendrán que aprobar la reforma por dos tercios de diputados y dos tercios de senadores, y entonces sí convocar un referendo, en el que han de votar todos. Todos los ciudadanos españoles que viven en España. Así de claro lo deja el artículo 168 de la Constitución que tenemos, pero por ocultarlo ningún periodista hace la pregunta: ¿Cómo y con qué  pretenden conseguir dos tercios de diputados y senadores en dos legislaturas consecutivas, y que luego que en referendo todos los españoles acepten que solos  los de una esquina del país decidan  sobre la soberanía? El veneno nacionalista  se disfraza de pacífico, prostituyen la democracia esperando con ansias que otro ponga un muerto, cuando lo consigan lo taparán con una bandera, y entonces, solo entonces, mandarán a los de siempre a que desobedezcan, a su costa claro. Ellos ponen el veneno gratis, el antídoto lo cobrarán carísimo  si es que lo tienen. La derecha centralista, será coherente y lo hará todo por la cosa, que naturalmente también llaman  patria, en la que ocultan  su propia degradación ética; y hasta se presentarán como salvadores. Sus fortunas ya la tienen fuera a buen recaudo. Entre todos ellos emputecen a España, la violan, la pisotean, la quieren matar,  unos porque dicen que es de ellos y otros porque se quieren llevar el pedazo en el que conservar sus privilegios. Y a los demás, que son la inmensa mayoría, que les jodan; para ello ya le han sustituido el conocimiento de la historia por un cuento infantil más ameno y resumido.                     

Barcelona a 12 de noviembre 2012. RRCH