Por aquí se dice que ganó la
derecha en Argentina, y que ello propiciará un cambio. No obstante hablar de
derecha y de izquierda en Argentina es siempre una aventura. No se me ocurre
que otro país del mundo haya consolidado como Argentina, a un partido político,
o movimiento social, o algo parecido a un régimen como lo es el Peronismo. El
Peronismo ha sido capaz de integrar en sus filas a la ultra izquierda, pasando por el centro y
llegando a la ultra derecha; desde los Montoneros a Menen. Es un hecho
diferencial de Argentina. Ha ganado Mauricio Macri, y por lo que sé, el hombre provienen de un
extracto social muy alejado a los descamisados
del Peronismo-Evita, posiblemente le vino la herencia de los descamisadores. Ahora bien, los actuales
planteamientos de Macri no se corresponden, aparentemente, con una continuidad
de la política del “pan y circo”,
sino que se ajusta más a combatir la corrupción en la esfera judicial, contra
los manejos de las privatizaciones que han vaciado las arcas públicas a favor de
los grandes empresarios –y no necesariamente de los grandes ricos argentino,
sino también de los extranjeros-, en combatir la justicia social y en las batallas contra el
narcotráfico. Si esto es así, difícilmente se puede comparar a la derecha del
liberalismo económico europeo; sino que ha de ser otra cosa. Macri, por lo que
sé insisto, se ha arrimado a los planteamientos de por ejemplo Elisa Carrió,
que ha iniciado y seguido una corriente de regeneración moral de los
argentinos, proponiendo ayudas a la infancia desde los impuestos con cargo a
los beneficios financieros, la derogación de la ley de punto final o impunidad,
el descubrimiento y eliminación del maridaje entre las grandes fortunas y el
narcotráfico, y contra la corrupción en general sin esquivar la enquistada en
la administración de justicia. Esto no lo promueve la derecha europea, ni por
aproximación.
Seguramente ni en Argentina ni en ninguna parte del mundo
las fuerzas políticas cambiarán nada, pero sí es posible que los argentinos
como los ciudadanos del resto del mundo, si se lo proponen cambiarán a las
fuerzas políticas. La corrupción que todo lo pudre, se alimenta de los
corruptores y de los distraídos. Y se es corruptor cuando desde el poder
financiero y económico se unta a un político para que venda lo que es público
por un puñado –o una bolsa- de pesos, pero también se es corruptor cuando se
pretende “arreglar” una multa de tráfico dándole unos pesos al funcionario que
tiene la potestad sancionadora, o “pagar” un peaje con una coima, o arreglar papeles
por influencias a cambio de un “precio” más bajo, o acumular subvenciones sin tener
derecho, etc. La corrupción de arriba impregna a los de abajo, que si no pueden
participar de ella se hacen los distraídos, especialmente cuando el corrupto
reparte un poquito para mantener la distracción con pan y circo. El pan ayuda
a callar el ruido del triperío que no
es poco cuando el hambre aprieta, y
el circo adormece a las conciencias especialmente cuando se desprecia a la
educación. Pero con ello no se progresa ni se suma libertad, aunque eso sí: se
contiene el grito o al menos se confunde. El peronismo en Argentina se ha
intentado imitar en otros lugares de la América Hispana, así lo propuso Chaves
en Venezuela llamándole bolivarismo,
el pobre se murió y Maduro no da la talla, pero al fin el bolivarismo como el peronismo trata de totalizar la patria. Todo lo
que no está a favor del peronismo está en contra de los argentinos, puesto que
la Argentina es de ellos, como Venezuela es de los bolivarianos: se ataca a
Venezuela como patria hasta cuando se detienen narcotraficantes próximos a la
familia de Maduro. Aquí pasa más o menos lo mismo, con otros tintes en el mismo
pelaje, si se ataca a la familia Pujol o a Mas, se ataca a Cataluña, el
independentismo es un peronismo o un bolivarismo, siempre totalitario, la cuestión
está en embravecer los sentimientos, para acallar a la razón.
Seguramente los argentinos le han perdido el miedo a la
devaluación del peso, y espero que no sea porque crean que la devaluación no
llegará. Llegará, y ello implicará un empobrecimiento generalizado. No es que
los argentinos se hagan más pobres, sino que el poder del peso oficial será el que
en realidad es: menos que el oficial actual. Con ello subirán los precios de
todo lo que se importa y parte de lo que no se importa pero se produce con
tecnología importada, y bajará el precio de lo que se produce con lo que Argentina
será más competitiva en la exportación, siempre que no sigan el camino del
monocultivo de la soja. El cambio si es de verdad, deberá modificar las
perspectivas de lo que se quiere y puede tener, y también la perspectiva de lo
que se quiere ser. No es fácil. Si es verdad como parece, que la Sra. Fernández
ha adormecido a pobrerío con la sopa boba,
¡cuidado con quitársela! La pobreza se contiene o se supera, pero no se puede ignorar. Se puede contener con pan y circo como se ha venido haciendo,
pero sólo se supera con una redistribución de la riqueza y de la cultura en parejas
proporciones.
Barcelona a 23 de Noviembre
del 2015.
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