Nuestro mundo occidental, cristiano, y autocalificado como
protector de los derechos humanos, la justicia, la igualdad y la libertad, se
desespera y propaga el miedo entre sus ciudadanos cuando en nuestras ciudades
nos matan a uno o dos centenares de personas en períodos de meses o años.
Parecería que la protección de los derechos humanos se debería extender a todos
los humanos, sean europeos, americanos, africanos, asiáticos, cristianos,
musulmanes, budistas, judíos, negros o blancos, pobres o ricos; y lo mismo con
la justicia, la igualdad y la libertad. Pero no es así, ni de cerca, nuestra
desgracia de padecer muertos indefensos cada cierto tiempo entre nuestras fronteras no es equiparable a lo que
sucede en nuestro entorno humano de más allá, donde se produce todos los días,
a todas horas y en mayor número, Y esto, no nos conmueve con igual sentido de
justicia, de igualdad y de libertad.
Para proteger nuestra justicia, igualdad y libertad no nos importa restringir
la de los demás; no nos importa sostener regímenes “contenedores” fundamentados
en la negación y el sacrificio de los tres conceptos. El yijhadismo se nutre de
dos elementos sustanciales: el odio y la financiación. Para minorar el odio,
posiblemente hemos de globalizar lo que supuestamente defendemos: la justicia,
la igualdad y la libertad. Naturalmente, si pretendiéramos repartir un poco de
igualdad, debemos admitir la redistribución de la riqueza, lo que implica que
poseamos menos para que los que no tienen nada posean algo más. Si quisiéramos
propagar la justicia entre los humanos, posiblemente tendríamos que hacer
respetar las resoluciones de la ONU por ejemplo por parte de Israel frente a
Palestina, de Marruecos frente al Sáhara; hacer respetar los derechos humanos
en China, Arabia Saudita, Catar, Emiratos Árabes, etc. Al parecer somos capaces
de eliminar a un hombre en el desierto, pero no somos capaces de eliminar el
contrabando de petróleo en el entorno del llamado Estado Islámico o ISIS. El
contrabando de petróleo del ISIS existe porque otros países supuestamente
contrarios lo compran a bajo precio. Los bloqueos económicos son buenos y
eficaces si nos proporcionan ganancias, si nos sube el petróleo ya no es buena
cosa. Somos capaces de hacer ciento de entradas y registros en casas de
emigrantes musulmanes al día después de un atentado, pero no somos capaces de
evitar que las casas de los musulmanes que están en sus países sean destruidas continuamente
junto con sus moradores. Hacemos discursos estupendos diferenciando emigrantes
de refugiados, pero cuando estos últimos son muchos y van acabando sus recursos
propios ya los igualamos, no para solventarles los problemas sino para
excluirlos del reparto. Los criterios
económicos los ponemos por encima de la justicia, de la igualdad y de la
libertad. Con dicha prioridad no parece que tengamos la preminencia moral que
nos adjudicamos. Repartimos la culpa quedándonos con la menor parte, y
repartimos la justicia, la igualdad y la libertad quedándonos con casi todo. Sí,
es necesario bombardear al ISIS -seguramente hubiera sido mejor antes cuando
había menos gente-, pero con ello, si
tenemos éxito, solo conseguiremos que se muden de lugar, puesto que la negación
de la justicia, de la igualdad y de la libertad produce monstruos en todas
partes. La brutalidad tiene causas, y las causas las sabemos, otra cosa es la
disposición a eliminarlas asumiendo el sacrificio que nos corresponde.
Muy bien escrito...Por acá parece o por lo menos lo sugiere la prensa, que las víctimas francesas y los atentados ocurridos allí son más horribles, humillantes y desgarradores que las que ocurren en otros países...Parece que los ciudadanos franceses gozan de una jerarquía superior , en tanto ser humano sujeto de derechos, al la de los árabes, latinos, congoleños, etc. Muy lamentable lo que está ocurriendo...abrazo!
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