martes, 15 de diciembre de 2015

ASUNTOS INTERNOS O EL DEFENSOR DEL VOTANTE.


           Es razonable entender que todos los partidos políticos constituyen el sostén fundamental e insustituible de los candidatos que destinan a las instituciones. Tales candidatos desarrollan su labor hacia afuera de su formación cuando intenta conquistar el voto del ciudadano, y cuando lo consigue su función institucional también está fuera del partido. Si conforman un grupo parlamentario con mayoría o sin ella, no se puede pretender que además se dediquen a controlar el funcionamiento interno de los suyos, ni tampoco el de sus compañeros de faena. Para ello sería deseable que existiera en cada partido político un estructura de control de los asuntos internos, una suerte de defensor del votante, que con facultades de fiscalización autónoma y ejecutiva controlara tanto el buen hacer interno de su organización, como el externo de sus candidatos electos cuando ocupan una plaza en las instituciones públicas. Sería buena cosas que los votantes, simpatizantes, empleados y funcionarios tuvieran un cause seguro de denuncia de todo aquello que le huela a podrido, y que todas y cada una de tales denuncias sean investigadas con objetividad, celeridad y transparencia; y naturalmente que se hicieran públicas. Hoy por hoy ninguna formación política, ni las nuevas ni las antiguas han planteado tal medida. Tenemos una institución con un nombre precioso que incluso se puso en la Constitución: el Defensor del Pueblo; pero este organismo no defiende nada, solo hace informes sin ninguna potestad ejecutiva; informes  que nadie escucha y si lo oyen no le hacen caso porque pueden no hacerle caso. Por tanto el Defensor del Pueblo ya es una institución amortizada que bien podría suprimirse, para tiempo después salvarle el nombre y utilizarlo en algo con contenido que haga honor al título. Con una estructura independiente y bien dotada dentro de las formaciones políticas podíamos haber sabido, por ejemplo si el Sr. Monedero de Podemos realmente realizó un estudio solvente y aprovechable para el gobierno de Venezuela; saber en qué consistió, qué valor tuvo; saber si el trabajo se hizo como persona física y después se creó una sociedad mercantil para hacerle heredar facturas en una especie de tentativa de ingeniería financiera al estilo de la casta; tentativa desbaratada cuando la prensa la descubrió, no antes. Con una estructura de asuntos internos dentro del PP, el Sr. Rajoy hubiera podido conocer en tiempo útil la podredumbre de su organización, y hubiera tenido imposible ampararse en la ignorancia fruto de su distracción. Con uno mecanismos similares dentro del PSOE el Sr. Chaves y el Sr. Griñan hubieran conocido el mangoneo de los EREs previamente a que se convirtiera en lo que fue. Sin tales estructuras de control resulta que cuando unos periodistas lo descubren, se sienten todos traicionados, y es lógico que así se consideren, puesto que desgraciadamente prefieren pasar por bobos antes que por  cómplices o encubridores de la traición al ciudadano.  Ahora bien, eso difícil cuando no imposible que el bobo salve su honor siendo presidente del gobierno, senador, parlamentario, presidente de una comunidad autónoma, embajador en la India o ideólogo de los que Pudieron. Cuando se obliga al ciudadano a elegir al menos malo generan un desánimo que no propicia precisamente la regeneración democrática, si acaso el ir tirando.

           Ayer el Sr. Sánchez le dijo al Sr. Rajoy que no era un político honrado, el otro le contestó que era un miserable y alguna cosilla más, los de Sánchez contentos por el dedo que el suyo metió en el ojo del otro, y los de Rajoy contentos por la actuación de su líder esquivando puyazos. Los espectadores vieron una pelea de dos gallos que intentaban distraerles con el vuelo de algunas plumas,  aunque ninguno de los dos propuso medidas concretas y entendibles para que lo que ya ha sido no vuelva a suceder.

 Al fin y al cabo entre lo mediocre, que cada cual elija al menos malo; es lo que hay.   

 

Barcelona a 15 de diciembre el 2015. RRCH.

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