Parece
evidente que la emocionalidad es lo que nos mueve a las personas y consecuentemente
al mundo que nos rodea. Cosa distinta es que ello sea cosa buena. Pero sí, los
conceptos difusos y ambivalentes concitan sentimientos integristas y
totalitarios de cómoda asimilación social.
Estar en contra de algo o de todo se hace popular seguramente por ser
más sencillo encontrar razones para ello que ponerse de acuerdo en construir una
alternativa con cara y ojos. Y ello está conformando todas las opciones, ya
sean de izquierda o de derecha. El propio Fidel Castro que según él era de
izquierdas, mantuvo medio siglo a parte de los cubanos y parte del mundo a su
favor en contra del imperialismo yanqui, su máxima era patria o muerte, de la
libertad no supo. La patria es un concepto difuso y ambivalente; como dice el
Roto: una buena bandera lo tapa todo. Luego tenemos a los anticapitalistas
europeos que naturalmente no proponen ninguna alternativa para cuando acaben
con el capitalismo, de la misma manera que los anti-castas o anti-élites nada
proponen para después de acabar con las castas o las élites, salvo que se trate
de sustituir por ellos a las personas de
las castas o de las élites. La emocionalidad social de estar en contra
desprecia tanto la racionalidad que se vuelven absolutamente vulnerables ante
las mentiras a las que absorben como creencias con atribuciones mágicas.
Alimentar la emocionalidad vende; vende patriotismo para lo que resulta
imprescindible estar en contra de otros a los que no se les reconoce patria que
defender; vende obrerismo en contra de los empresarios que son todos
explotadores por definición y han de desaparecer sin alternativa; vende
religión en contra de los otros a los que su religión se le equipara con el
terrorismo; vende anti-religión católica subsumiendo a los feligreses como
retrógrados, machistas y abusadores de niños; vende anti-machismo frente a
todos los varones por brutos; vende anti-feminismo frente a todas las mujeres
por frustradas; vende anti-política porque todos los políticos son ladrones;
vende anti-europeísmo, anti-arrugas, anti-flacidez, anti-envejecimiento. La
emocionalidad alimentada compra; compra a Trump; compra a Le Pen; compra pantalones
rotos, camisetas con leyendas
incompresible en idiomas extranjeros, dietas de adelgazamiento y todo lo que
aparezca barato en internet aunque sea inútil. Y eso sí, acumulando cosas para
estar ensimismadamente en contra. La satisfacción de los sentimientos
y los deseos es prioritario, la racionalidad y la razonabilidad se ha
convertido en un bien escaso carente de atractivo.
Barcelona
a 2 de diciembre del 2016.- RRCH
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