viernes, 2 de diciembre de 2016

EL ATRACTIVO DE ESTAR EN CONTRA


Parece evidente que la emocionalidad es lo que nos mueve a las personas y consecuentemente al mundo que nos rodea. Cosa distinta es que ello sea cosa buena. Pero sí, los conceptos difusos y ambivalentes concitan sentimientos integristas y totalitarios de cómoda asimilación social.  Estar en contra de algo o de todo se hace popular seguramente por ser más sencillo encontrar razones para ello  que ponerse de acuerdo en construir una alternativa con cara y ojos. Y ello está conformando todas las opciones, ya sean de izquierda o de derecha. El propio Fidel Castro que según él era de izquierdas, mantuvo medio siglo a parte de los cubanos y parte del mundo a su favor en contra del imperialismo yanqui, su máxima era patria o muerte, de la libertad no supo. La patria es un concepto difuso y ambivalente; como dice el Roto: una buena bandera lo tapa todo. Luego tenemos a los anticapitalistas europeos que naturalmente no proponen ninguna alternativa para cuando acaben con el capitalismo, de la misma manera que los anti-castas o anti-élites nada proponen para después de acabar con las castas o las élites, salvo que se trate de sustituir por ellos a  las personas de las castas o de las élites. La emocionalidad social de estar en contra desprecia tanto la racionalidad que se vuelven absolutamente vulnerables ante las mentiras a las que absorben como creencias con atribuciones mágicas. Alimentar la emocionalidad vende; vende patriotismo para lo que resulta imprescindible estar en contra de otros a los que no se les reconoce patria que defender; vende obrerismo en contra de los empresarios que son todos explotadores por definición y han de desaparecer sin alternativa; vende religión en contra de los otros a los que su religión se le equipara con el terrorismo; vende anti-religión católica subsumiendo a los feligreses como retrógrados, machistas y abusadores de niños; vende anti-machismo frente a todos los varones por brutos; vende anti-feminismo frente a todas las mujeres por frustradas; vende anti-política porque todos los políticos son ladrones; vende anti-europeísmo, anti-arrugas, anti-flacidez, anti-envejecimiento. La emocionalidad alimentada compra; compra a Trump; compra a Le Pen; compra pantalones  rotos, camisetas con leyendas incompresible en idiomas extranjeros, dietas de adelgazamiento y todo lo que aparezca barato en internet aunque sea inútil. Y eso sí, acumulando cosas para estar ensimismadamente en contra. La satisfacción de los sentimientos y los deseos es prioritario, la racionalidad y la razonabilidad se ha convertido en un bien escaso carente de atractivo.  

Barcelona a 2 de diciembre del 2016.- RRCH

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