martes, 19 de diciembre de 2017

CUANDO LA POLÍTICA SE CONVIERTE EN RELIGIÓN


Cuando esto pasa, y está pasando en Cataluña, la política deja de ser instrumento para corregir los problemas verdaderos y se convierte en pura fe en el más allá. La enajenación sobre el más allá, tiene ventajas incontestables: permite gozar de una ilusión sin la pretensión de verlas realizadas. Del más allá nadie ha vuelto para negarlas. El separatismo y el anti separatismo se esta convirtiendo en eso, una suerte de sustancia alucinógena que permite a los unos y a sus contrarios vivir fuera de la realidad. La realidad le es ajena. Cada uno se atrinchera en el relato de la negación del otro. El esfuerzo se concentra en disfrazar la inutilidad propia enfrentándola a la exclusiva y excluyente maldad de su adversario. La nada. Los separatistas y los anti separatistas se han emborrachado de nada; una nada materializada en banderas.  Que lo que han dicho los separatistas antes de declarar, insinuar o simbolizar la independencia era una sarta de mentiras ya no lo niegan ni ellos mismos, pero como toda religión sus postulados para ellos son otra cosa. Las mentiras corresponden a la discordancia entre la representación mental y la realidad, pero la representación mental de los separatistas trasciende a lo verdadero y va al más allá. La simbología alimenta sentimientos y mientras no falten los de la barriga, la digestión emocional está garantizada. Por tanto, enfrentar sus discursos con la realidad es una pérdida de tiempo. Y los antiseparatistas han entrado en el juego de perder el tiempo, intentando incrementar el unionismo al margen también de la realidad. Todo comen patria y engordan. La corrección de esta triste realidad solo pasa por la reforma de la Constitución, pero a nadie le importa la Constitución porque están en el propósito de la trascendencia. Patriotismo como religión agnóstica. Y a seguir en procesión con banderitas y cánticos…

Barcelona a 19 de diciembre 2017. RRCh.

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