Hace ya más de 70 años que
Erich Fromm trató de apuntar los motivos por los que demasiados humanos temen a
la libertad. La lucha por la libertad fue sostenida por los oprimidos contra
los privilegiados, aunque a la larga los que habían batallado por ella contra
la opresión, una vez conquistada acabaron alineándose con sus antiguo enemigos
para defender los privilegios obtenidos. Se preguntaba Fromm, ¿cómo podemos
explicar la atracción que sobre tantas personas ejerce el sometimiento al líder
como solución concreta o a la opinión pública como huida abstracta? Esa falsa
conciencia que hace incompatible la realidad y su interpretación por parte de
un grupo, y que debilita la subsistencia de la democracia, que solo encontrará
su fortalecimiento con la expansión de la personalidad de los individuos si son
dueños de su voluntad con un pensamiento auténticamente propio. Combatiendo esa
tendencia a evadirnos de la libertad mediante la estandarización del individuo
hacia una conformidad automática. Esa visión pesimista con disposición de
abandonar toda acción social para refugiarnos en soluciones individuales o
grupales. Con “El miedo a la libertad” Fromm intentaba explicar cómo y porqué
los alemanes se habían hecho fascistas y siguieron a Hitler, cuando éste se
convirtió en Alemania. Cómo y porqué los alemanes se habían hecho separatistas
y desde ahí intentaron extrapolar su supuesta superioridad para dominar el
mundo. Hace más de 30 años que Fromm murió, pero aún perdura la misma problemática
que describió e intentó explicar, y en ciertas sociedades actuales parece
reactivarse con otros nombres, posiblemente con menor intensidad finalista,
pero con los mismos instrumentos: la misma manipulación. En estos tantos años
transcurridos, aún no hemos perdido el miedo a la libertad, aunque los humanos
hemos sido capaces de crear tecnología eficaz para comunicarnos y acceder a
información veraz que nos posibilitaría un pensamiento auténticamente propio,
hemos preferido repetir o hacer propio lo ajeno, consagrado la propagación de
la manipulación como sucedáneo plácido a la fatiga de pensar por nosotros
mismos. Sabemos que nos mienten, que nos manipulan, pero preferimos elegir
entre lo menos malo con tal de no esforzarnos en ir a las fuentes y sacar
conclusiones propias. La tecnología de la comunicación puede ser un camino idóneo
para el ejercicio genuino de la libertad, pero el miedo a ejercerla nos está convirtiendo
en meros rebotadores de frases antes de entenderlas. Cualquier ejercicio intelectual
nos fatiga, hemos perdido el aprecio por lo durable.
Barcelona a 11 de diciembre del
2017.- RRCh
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