lunes, 11 de diciembre de 2017

El apego a la manipulación


Hace ya más de 70 años que Erich Fromm trató de apuntar los motivos por los que demasiados humanos temen a la libertad. La lucha por la libertad fue sostenida por los oprimidos contra los privilegiados, aunque a la larga los que habían batallado por ella contra la opresión, una vez conquistada acabaron alineándose con sus antiguo enemigos para defender los privilegios obtenidos. Se preguntaba Fromm, ¿cómo podemos explicar la atracción que sobre tantas personas ejerce el sometimiento al líder como solución concreta o a la opinión pública como huida abstracta? Esa falsa conciencia que hace incompatible la realidad y su interpretación por parte de un grupo, y que debilita la subsistencia de la democracia, que solo encontrará su fortalecimiento con la expansión de la personalidad de los individuos si son dueños de su voluntad con un pensamiento auténticamente propio. Combatiendo esa tendencia a evadirnos de la libertad mediante la estandarización del individuo hacia una conformidad automática. Esa visión pesimista con disposición de abandonar toda acción social para refugiarnos en soluciones individuales o grupales. Con “El miedo a la libertad” Fromm intentaba explicar cómo y porqué los alemanes se habían hecho fascistas y siguieron a Hitler, cuando éste se convirtió en Alemania. Cómo y porqué los alemanes se habían hecho separatistas y desde ahí intentaron extrapolar su supuesta superioridad para dominar el mundo. Hace más de 30 años que Fromm murió, pero aún perdura la misma problemática que describió e intentó explicar, y en ciertas sociedades actuales parece reactivarse con otros nombres, posiblemente con menor intensidad finalista, pero con los mismos instrumentos: la misma manipulación. En estos tantos años transcurridos, aún no hemos perdido el miedo a la libertad, aunque los humanos hemos sido capaces de crear tecnología eficaz para comunicarnos y acceder a información veraz que nos posibilitaría un pensamiento auténticamente propio, hemos preferido repetir o hacer propio lo ajeno, consagrado la propagación de la manipulación como sucedáneo plácido a la fatiga de pensar por nosotros mismos. Sabemos que nos mienten, que nos manipulan, pero preferimos elegir entre lo menos malo con tal de no esforzarnos en ir a las fuentes y sacar conclusiones propias. La tecnología de la comunicación puede ser un camino idóneo para el ejercicio genuino de la libertad, pero el miedo a ejercerla nos está convirtiendo en meros rebotadores de frases antes de entenderlas. Cualquier ejercicio intelectual nos fatiga, hemos perdido el aprecio por lo durable.

 

Barcelona a 11 de diciembre del 2017.- RRCh

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