martes, 27 de febrero de 2018

¿REPÚBLICA O MONARQUÍA?


 

Es más que probable que si decidiéramos hacer una España nueva, desde cero, partiendo de tabla rasa, y se lo preguntáramos a sus habitantes mediante el remedio del referéndum que lo resuelve todo, ganarían por amplia ventaja los partidarios a que comenzáramos con una República. Especialmente porque es más fácil.  Discutiríamos un tiempo si al Presidente del Gobierno sería también el Jefe del Estado o si pondríamos uno para cada cosa. Discutiríamos un rato si se elegiría por cuatro, cinco o siete años, Discutiríamos otro poco si el elegido podría ser reelegido y en su caso, cuántas veces. Discutiríamos otro ratito si las elecciones presidenciales sería una o a dos vueltas. Discutiríamos algo más, sobre  las potestades que les daríamos al Presidente de la 3ª República española y cuánto le deberíamos pagar,  que debería ser poco para que no se sintiera como un rey.  Y si acaso, discutiríamos una miqueta sobre si llamarla República española, o sencillamente República de España, o de Las Españas, aunque el plural podría suscitar discusión sobre cuántas la componen, y ello siempre y cuando no nos saliera uno diciendo que mejor una República Federal, ya sea simétrica o asimétrica. Si acaso para el nombre podríamos hacer un referéndum y en el mismo ya decidir cuándo se hace el siguiente para poder cambiarlo al contar con las nuevas generaciones que en el anterior no tenían edad. Nombres hay muchos, y muy bonitos: República Federativa Asimétrica o No del Oriente y Esquina Noreste de la Península Ibérica, es largo pero completo, dejamos en paz a los portugueses, no le haríamos un feo a los gallegos, y dejamos libertad para la organización territorial. Para simplificar siempre se puede usar las siglas cortas: ESO.  Lo de la bandera y el escudo llevará unas horas para el acuerdo. Se debería comenzar por acordar los bichos que no deben estar: ni toros, ni burros, ni agilas; y las cosas que tampoco: ni yugos, ni castillos, ni montes, ni llanuras; y los colores: ni rojo ni gualda; y las formas: ni franjas, ni barras. Bueno para simplificar podría ser todo en banco con un signo de interrogación, uno con el punto para arriba y otro con el punto para abajo o al revés.  Acabadas estas sencillas discusiones, que se pueden solventar en una mañana si se está dispuesto a comer tarde o después de la siesta suprimiendo la merienda; si luego resulta que el Presidente o el Jefe de Estado elegido no nos fuera bien lo cambiaríamos cuando toque. Lo de hacer de nuevo una monarquía ya es más complicado. Al empezar de cero no vamos a repetir Rey, ni hacerle una casa en otro sitio, la cosa se podría alargar especialmente si hiciéramos selección por referéndum de sangres azules o de otros colores. Siempre podrían salir los legitimistas europeos a tocar las narices, seguro que aparece un francés con adeene de Luis XIV o de los Napoleones, o un alemán con glóbulos azulados del Archiduque Carlos, y sin despreciar a los italianos que siempre nos han tenido ganas. Es muy probable que, si el mismo referéndum se les plantea a los parroquianos del Reino Unido, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda o Suecia, por ejemplo, también decidirían hacer una República, si quisieran empezar de cero. Es un sistema más moderno y lo tienen los americanos del norte que hablan inglés, sacando a Canadá que es una monarquía. El problema que tienen sus ciudadanos más bien está en cómo deshacer todo lo que está hecho, empezando por la Constitución, que en el caso de la española no es tan vieja, incluso si la comparáramos con las personas, con cuarenta años son unos chavales, y si no lo son siempre tiene al alcance la posibilidad de retoques hasta para modificar perfiles, volúmenes y la orografía corporal. Se haría un poco cuesta arriba gestionar el derribo de la España actual, aunque ya tuviéramos los planos, las licencias y todos los papeles para hacerla nueva. Es sabido que tirar abajo cualquier cosa siempre es más fácil que levantarla, para romper siempre hay que afinar menos y al acabar el desescombro se puede hacer una paella o una parrillada para festejar y cerrar el evento con fuegos artificiales y banderitas. Aunque es verídico que hacer la obra nueva con gente dentro del solar siempre es incómodo, si atendemos que cuando estorban no se apartan sin antes dar una opinión y pretende que le hagan caso. A veces gobernar el mientras tanto da dolores de cabeza y parece que nunca se termina, y luego hay que limpiar. Pero bueno, el que algo quiere algo le cuestas, y afición la hay.

Barcelona a 27 de febrero del 2018. RRCh

lunes, 26 de febrero de 2018

PRISIÓN PROVISIONAL


En un Estado de Derecho como el nuestro las personas se presumen inocentes hasta que se demuestra lo contrario, y ello solo sucede cuando existe una sentencia judicial condenatoria y firme. Desde tal perspectiva la prisión provisional es una medida que se aplica sobre un presunto inocente por las dudas de que no lo sea. Algo así como una contra-presunción sostenida en indicios sobre la participación en un hecho delictivo grave, y que esa persona en libertad pueda persistir en las mismas acciones penalmente reprobables, ocultar pruebas sobre los hechos investigados, o intentar evadir la acción de la justicia si finalmente se le atribuyera la participación en tales hechos. Tanto la regulación de los requisitos para la aplicación de la prisión provisional como los que determina la inclusión de una conducta en un delito, o su pena y su duración, es la consecuencia de un tipo de política. Es el resultado mismo de la política, en la medida que la política criminal y todas las demás la acuerdan los políticos: que constituye el Poder Legislativo. Desde esta visión todos los presos con sentencias firmes y los preventivos serían presos políticos. Serían muchos más los presos si existiera el delito de enriquecimiento injusto, y si no los hay es por una determinación política, y serían muchos menos si la circulación de las drogas estuviera gestionada por el Ministerio de Sanidad a través de las farmacias; que ello no sea así es consecuencia de la política. Estarían presos más años algunas personas si los delitos de corrupción tuvieran penas más abultadas y menos años otros, si los delitos contra la propiedad tuvieran penas menores. Muy posiblemente la prisión provisional se debería restringir, y ser aplicada solo para los delitos contra la vida e integridad física de las personas y contra el derecho ciudadano a deambular libremente (homicidios, asesinatos, secuestros, violaciones sexuales violentas, lesiones graves y torturas, por ejemplo). Actualmente la interpretación que hacen los jueces en la aplicación de la prisión provisional no está exenta de connotaciones políticas, que en principio no le correspondería a un miembro del Poder Judicial, y ello sucede en los casos de los presuntos delitos de sedición y rebelión como también de los delitos de corrupción. Hoy por hoy parecería que los jueces utilizan la prisión provisional como una forma de contentar a la ciudadanía o al menos a la parte que ellos consideran mayoritaria. Ello puede estar sucediendo con la prisión provisional del Sr. Junqueras y los dos Jordi, pero también pudo suceder por idénticos motivos, con la prisión provisional del Sr. Ganados, el Sr. González, el Sr. Bárcena o el hijo del Sr. Jordi Pujol, ni aquellos ni éstos han sido aún condenados, por lo que nadie con potestades para ello le has destruido la presunción de inocencia. Es cierto que, desde el populismo judicial o justiciero, parecería que contra la corrupción existe una repulsión unánime, y no tanto contra los delitos contra la Constitución en alguna parte del territorio español. Y esto parece ser así, aunque los delitos contra la Constitución tengan pena mayor que los delitos de corrupción. Por otro lado, para alguna opinión pública y parte de la publicada, si los responsables de un delito tienen apoyo popular, el reproche penal debería ser menor o ninguno. Algo así como, si cuando el Sr. Milans del Bosch y Ussia sacó los tanques en Valencia el 23 de febrero de 1981 a pasear sin tirar ni un solo tiro, hubiera sido menos golpista de haber ido acompañado de una nutrida manifestación de civiles adeptos, enarbolando pancartas y banderas.

Barcelona a 26 de febrero del 2018. RRCh

viernes, 23 de febrero de 2018

Libertad de expresión


Es indudable que la libertad de expresión es un derecho fundamental de cualquier sociedad que se pretenda democrática. La cuestión está en determinar si tal derecho fundamental ha de estar por encima de otros derechos también fundamentales o de todos los demás derechos. Podría defenderse que sí, puesto que las expresiones de cualquier naturaleza, al amparo de cualquier intencionalidad y dirigida al logro de cualquier fin, por si misma no producen lesiones físicas, no atentan contra la vida, ni quebranta la libertad sexual, ni obstaculizan la libre de deambulación de las personas. La palabra expresada por cualquier medio por si sola no daña. Ahora bien, deberíamos admitir que posiblemente la palabra se inventó para comunicar intensiones y hechos; para incidir en las convicciones del receptor; para instigar acciones en los otros; para convencerles con certezas o engaños, verdades o mentiras; para producir miedo, para sugestionar, para cohibir al otro, para animarle, para humillarle, para desprestigiarle o para encumbrarle, entre otras cosas. Y así, parecería necesario que la libertad de expresión debe tener límites. Pongamos dónde pongamos esos límites implicará necesariamente una censura, una prohibición a expresar según qué, y tal cometido siempre y en todo caso será discutible. Y el problema en que nos encontramos es que nos resulta fácil concebir los límites que se le han de poner a aquellos que expresan lo que nos repugna, sin aceptar que posiblemente al que expresa esas manifestaciones a él no le repugnan, sino que las considera certeras, aconsejables e imprescindible. La persona que recita públicamente un texto, que por ejemplo dice: ”Bauzá debería morir en una cámara de gas, pero va?. Eso es poco, su casa, su farmacia, le prenderemos fuego", "Miguel Ángel Blanco, Carrero Blanco (suenan disparos), bah, ya no, ahora toca a Juan Carlos”, "Después mutilaré a la De Cospedal, con la rabia del pueblo Vasco a los GAL"; posiblemente lo hace movido por sentimientos de frustración y rabia, y no estaba en su intención ejecutar lo que promete, ni es capaz de hacerlo, ni valoró previamente las consecuencias de su acto, ni tampoco pretendió incitar a que otros ejercieran la violencia contra las persona que él señala, posiblemente las señaló a título de ejemplo sobre lo que para él es una injusticia generalizada que debe ser combatida. Probablemente también, si no le hubieran condenado judicialmente por ello, sus expresiones no hubieran tenido tanta trascendencia, en tanto que los periodistas no hubieran hecho uso de la libertad de expresión propagando las consecuencias penales de la sentencia. Si, cabría la opción de entender sus letras como una forma de provocar reflexiones o como una crítica social más o menos desenfocada, o que ciertas personas por dedicarse a una actividad –a la política en este caso- deben soportar ellos y su entorno familiar y laboral cosas que los demás no. Pero si admitimos que ello encaja en el ámbito de la libertad de expresión, debemos admitir también que otro por ejemplo diga y publique: ”Pablo Iglesias debería morir en una cámara de gas, pero va?. Eso es poco, su casa, le prenderemos fuego", "Tomás Pérez Revilla, Federico García Lorca (suenan disparos), bah, ya no, ahora toca a Juan Carlos Monedero”, "Después mutilaré a la Montero, con la rabia del pueblo Vasco a los de ETA". Parecería poco probable que el Sr. Iglesias y su entorno entendieran al abrigo de la libertad de expresión que, un mismo texto se dirigiera contra él y los suyos, y seguramente le causaría la misma repugnancia que le pudo haber causado al Sr. Bauza, la Sra. Cospedal o al Rey Juan Carlos. Y ésta no es la cuestión por obvia; la cuestión está en la repugnancia, el rechazo, y la ofensa, que a todos nos debe causar, independientemente a quién se ponga en la diana. Mientras no seamos capaces de calibrar los hechos desvinculados de quienes los generan y hacia quienes se dirijan, no podremos valorar con sentido común cuáles son los límites de la libertad de expresión, porque seguramente han de haber límites, y si no debe haberlos, deberemos aceptar que la palabra se convierta en el arma más peligrosa; dado que atributos tiene.

 Y otra cosa será, qué castigo merece aquél que instrumentaliza la libertad de expresión para lo que no fue concebida.   

Barcelona a 23 de febrero del 2018. RRCH

miércoles, 14 de febrero de 2018

INTERNACIONALISMO


La izquierda en Europa y en otros lares, ha ido perdiendo su sentido y consecuentemente el apoyo de la gente. Ello trae causa de su paulatino y constante abandono del internacionalismo para intentar amamantarse del nacionalismo. Ahí perdió las ideas o las abandonó, intentando salvar los muebles con votos menguantes arrancados de la emocionalidad nacional. Tampoco así se salvan los muebles. Si la casa se quema y los trastos quedan en la calle, en cuanto llueve se pudren, incluso cuando antes otros no se los han llevado.  En España, y no solo en España, la izquierda cuando se vio floja trató de coaligarse con los nacionalistas (separatistas), creyendo que el enemigo de su enemigo seria su amigo. El enemigo era el gobierno de derecha de España enemistado con la derecha separatista; pero la izquierda no fue capaz de discernir que lo que separa una derecha de la otra nada tenía que ver con lo que la izquierda debía defender. Y así dejó huérfano a los defendibles, que acabaron captados por los nacionalistas/separatistas mediante la inducción de un sentimiento de pertenencia protectora. El nacionalismo por definición se sustenta en la diferenciación entre ellos y los otros, para ellos los otros son peores y por tal distinción desean separarse. El emigrante es un estorbo para el nacionalista porque introduce variantes en sus creencias más profundas, les contamina si se integran en su entorno social, solo les son valiosos mientras les mantienen desarraigado explotando la fuerza de su trabajo, y les adulan cuando consiguen convertirles en conversos despojados de su cultura propia. A los empobrecidos propios y conversos les mantienen entretenidos con banderitas, enfrentándolos con los pobres que les hayan llegado de fuera a los que señalan como invasores. El internacionalismo como signo de distinción de la izquierda defiende lo contrario: la igualdad entre humanos sin distingos territoriales, la redistribución de la riqueza en el combate contra la desigualdad. Las disputas territoriales niegan el internacionalismo, y de ahí el declive de la izquierda que le llevará a su desaparición si no se enfrenta al segregacionismo. El actual nacionalismo catalán se fundamenta en el legitimismo, en esencia es igual al carlismo del siglo XIX, Carlos María Isidro y sus herederos legítimos pretendieron exactamente lo mismo que este otro Carlos guarecido en Bélgica, las leyes para ellos están por debajo de lo que ellos consideran legítimo, y aquel que no comparte sus pretensiones son intimidados, no con la violencia física, sino con la violencia psicológica dimanante del poder económico mediante la exclusión social. Y que los autodenominados de izquierda jueguen a eso, es una vergüenza, tanto si lo hacen desde la trinchera del nacionalismo catalán como si lo hacen desde el nacionalismo español. Para los separatistas catalanes los habitantes en Cataluña que no comulgan con el separatismo no son catalanes, y para los unionistas españoles los catalanes que habitan en España y que no comulgan con el centralismo no son españoles. Y éstas han sido y son batallas de derechas, fundadas en la idea que la división favorece el control, y el control fortalece la acumulación de riqueza en los que mandan.

 

Barcelona a 14 de febrero del 2018. RRCH