La izquierda
en Europa y en otros lares, ha ido perdiendo su sentido y consecuentemente el
apoyo de la gente. Ello trae causa de su paulatino y constante abandono del
internacionalismo para intentar amamantarse del nacionalismo. Ahí perdió las ideas
o las abandonó, intentando salvar los muebles con votos menguantes arrancados
de la emocionalidad nacional. Tampoco así se salvan los muebles. Si la casa se
quema y los trastos quedan en la calle, en cuanto llueve se pudren, incluso
cuando antes otros no se los han llevado. En España, y no solo en España, la izquierda
cuando se vio floja trató de coaligarse con los nacionalistas (separatistas),
creyendo que el enemigo de su enemigo seria su amigo. El enemigo era el gobierno
de derecha de España enemistado con la derecha separatista; pero la izquierda
no fue capaz de discernir que lo que separa una derecha de la otra nada tenía
que ver con lo que la izquierda debía defender. Y así dejó huérfano a los
defendibles, que acabaron captados por los nacionalistas/separatistas mediante
la inducción de un sentimiento de pertenencia protectora. El nacionalismo por
definición se sustenta en la diferenciación entre ellos y los otros, para ellos
los otros son peores y por tal distinción desean separarse. El emigrante es un
estorbo para el nacionalista porque introduce variantes en sus creencias más
profundas, les contamina si se integran en su entorno social, solo les son valiosos
mientras les mantienen desarraigado explotando la fuerza de su trabajo, y les
adulan cuando consiguen convertirles en conversos despojados de su cultura
propia. A los empobrecidos propios y conversos les mantienen entretenidos con
banderitas, enfrentándolos con los pobres que les hayan llegado de fuera a los
que señalan como invasores. El internacionalismo como signo de distinción de la
izquierda defiende lo contrario: la igualdad entre humanos sin distingos
territoriales, la redistribución de la riqueza en el combate contra la desigualdad.
Las disputas territoriales niegan el internacionalismo, y de ahí el declive de
la izquierda que le llevará a su desaparición si no se enfrenta al
segregacionismo. El actual nacionalismo catalán se fundamenta en el legitimismo,
en esencia es igual al carlismo del siglo XIX, Carlos María Isidro y sus
herederos legítimos pretendieron exactamente lo mismo que este otro Carlos
guarecido en Bélgica, las leyes para ellos están por debajo de lo que ellos
consideran legítimo, y aquel que no comparte sus pretensiones son intimidados, no
con la violencia física, sino con la violencia psicológica dimanante del poder
económico mediante la exclusión social. Y que los autodenominados de izquierda
jueguen a eso, es una vergüenza, tanto si lo hacen desde la trinchera del nacionalismo
catalán como si lo hacen desde el nacionalismo español. Para los separatistas
catalanes los habitantes en Cataluña que no comulgan con el separatismo no son
catalanes, y para los unionistas españoles los catalanes que habitan en España
y que no comulgan con el centralismo no son españoles. Y éstas han sido y son
batallas de derechas, fundadas en la idea que la división favorece el control, y
el control fortalece la acumulación de riqueza en los que mandan.
Barcelona
a 14 de febrero del 2018. RRCH
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