miércoles, 18 de julio de 2018

Nicaragua, Nicaragüita …


El que parte y reparte se queda con la mejor parte. Es un refrán un tanto victimista, en la medida que se le atribuye al repartidor una innata tendencia a la avaricia, y la resignación a los que esperan verse favorecidos por lo repartible.  Como todo refrán, se basa en lo que acontece habitualmente en una realidad que a muchos nos gustaría transformar en otra más justa, más humana, mas sostenible. El problema surge en cómo elegimos al repartidor; cómo seleccionamos a los que merecen recibir el reparto, y qué es lo susceptible de ser repartido; cómo, dónde, cuándo y hasta qué momento.

 Cuando Nicaragua a finales de los años 70 mediante una revolución que para muchos era necesaria y justa a fin de acabar con Somoza y sus secuaces, ese país hispanoamericano se convirtió en una antorcha que podía iluminar el futuro de la región que se veía prisionera de caudillos patrioteros de barriga fría, y que ansiaban un reparto de la libertad y de las posibilidades de superación personal y social. Luego apareció Hugo Chávez en Venezuela, que con menos ilusión sí que algo aportaba a aquellos anhelos emancipadores. Finalmente, todo ha quedado en una contienda ideológica contra el “hermano” del norte que habla inglés, al que se le atribuyen en exclusividad la absoluta responsabilidad de todos los males, feliz manera de derivar la atención fuera de las ineptitudes patrias. Mientras tanto, los nuevos próceres de la emancipación se quedan con la mejor parte, con casi todas las partes, y lo hacen como los otros, a sangre y fuego, convirtiéndose en los nuevos liberticidas con medios y modos más sofisticados y no menos letales. A eso han llegado Daniel Ortega y Maduro, crápulas patrioteros que amagando combatir a los yanquis mientras éstos se ríen, hambrean, explotan y asesinan a la gente que falsamente juraron defender. Carlos Mejía Godoy hace nuevos versos para llorar a Nicaragüita, sin perjumes de mujer.

 

Barcelona a 18 de julio del 2018. RRCH

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