El que parte y reparte se queda con la
mejor parte. Es un refrán un tanto victimista, en la medida que se le atribuye
al repartidor una innata tendencia a la avaricia, y la resignación a los que
esperan verse favorecidos por lo repartible.
Como todo refrán, se basa en lo que acontece habitualmente en una
realidad que a muchos nos gustaría transformar en otra más justa, más humana,
mas sostenible. El problema surge en cómo elegimos al repartidor; cómo
seleccionamos a los que merecen recibir el reparto, y qué es lo susceptible de
ser repartido; cómo, dónde, cuándo y hasta qué momento.
Cuando Nicaragua a finales de los años 70
mediante una revolución que para muchos era necesaria y justa a fin de acabar
con Somoza y sus secuaces, ese país hispanoamericano se convirtió en una
antorcha que podía iluminar el futuro de la región que se veía prisionera de
caudillos patrioteros de barriga fría, y que ansiaban un reparto de la libertad
y de las posibilidades de superación personal y social. Luego apareció Hugo Chávez
en Venezuela, que con menos ilusión sí que algo aportaba a aquellos anhelos
emancipadores. Finalmente, todo ha quedado en una contienda ideológica contra
el “hermano” del norte que habla inglés, al que se le atribuyen en exclusividad
la absoluta responsabilidad de todos los males, feliz manera de derivar la
atención fuera de las ineptitudes patrias. Mientras tanto, los nuevos próceres
de la emancipación se quedan con la mejor parte, con casi todas las partes, y
lo hacen como los otros, a sangre y fuego, convirtiéndose en los nuevos
liberticidas con medios y modos más sofisticados y no menos letales. A eso han
llegado Daniel Ortega y Maduro, crápulas patrioteros que amagando combatir a
los yanquis mientras éstos se ríen, hambrean, explotan y asesinan a la gente que
falsamente juraron defender. Carlos Mejía Godoy hace nuevos versos para llorar
a Nicaragüita, sin perjumes de mujer.
Barcelona a 18 de julio del 2018.
RRCH
No hay comentarios:
Publicar un comentario