miércoles, 5 de diciembre de 2018

Hay que esforzarse más


Si todos los “razonamientos” para oponernos a la ultraderecha van a ser el llamarles fascistas, puede que ni de lejos resulten suficientes, seguramente antes, los que no somos de derecha tendremos que encontrar algún remedio para salvar o explicar unas cuantas contradicciones, por ejemplo:

En cuanto a la inmigración ilegal: si resulta que traer al Acuarius fue la medida humanitaria imprescindible, no se entiende que cuando otros inmigrantes con idéntica desesperación para huir de sus lugares, al ser rescatados de la muerte de un pesquero español, les digamos que vayan a puertos de Libia, lugar del cual los inmigrantes huyen. Si para no incurrir en esta desigualdad de trato recibimos a todos los inmigrantes ilegales que quieran venir, tendremos que aprovisionarnos de medios económicos para que por lo menos, aprendan el idioma, reciben una manutención razonable hasta que se integren, puedan trabajar, encuentren trabajo y su salario sea suficiente para educar a sus hijos y habitar en viviendas dignas. Y todos hemos de asumir tanto el coste económico como el coste social de personas que llegar con una cultura que en no pocas ocasiones es incompatible con las normas que nos hemos dado y chocan con los ciudadanos que pueblan los lugares dónde se les “deposita”. Estos ciudadanos que tienen derecho a voto acuden a las urnas con estrés; y el estrés añadido a que ellos tampoco viven en la abundancia puede generar la reacción de votar a los que nos preocupan. Con decir que son idiotas y votan a fascistas no parece suficiente para seducirles hacia otra opción.

En cuanto a las banderas, las patrias y la Constitución: si resulta que la izquierda y la seudo izquierda defiende la libre determinación de los pueblos mediante referéndum,  aunque el pueblo a determinarse no sea una colonia, ni tampoco cuente con una abrumadora mayoría que reclame tal separación, y para conseguirlo inundan de banderas nuevas hasta los edificios oficiales; impiden que hablen los demás que no comparten sus designios; dicen sus próceres caídos que los andaluces son hombres a medio hacer y el resto de españoles unas bestias; invitan a representantes políticos democráticamente elegidos a que se vaya a su pueblo fuera de Cataluña por no ser oriundos;  consideran que no han de respetar la Constitución ni el Estatuto de Autonomía; exigen al presidente del ejecutivo de España que él libere a los políticos presos saltándose al Poder Judicial; hacen campaña en el extranjero contra España; insultan en el Parlamento y rechazan los presupuestos no por su contenido sino por otras razones exógenas a ellos. Y en ningún caso son llamados fascista. Ante ello no resulta muy lógicos que nos rasguemos las vestiduras cuando otros se envuelven en la bandera de España, propician cambios constitucionales y sociales, y alguna gente, que no es poca, les vote. Igual sí que hay que resolver esa otra aparente contradicción en la estimación de los nacionalismos: o todos son fascistas o todos son respetables.

Sobre las duplicidades institucionales: tenemos un defensor del pueblo para toda España, no tiene potestades ejecutivas sino meras recomendaciones a las instituciones que sí las tienen; ante tan escasas prerrogativas y resultados obtenidos,  poco entusiasmo levanta en el pueblo susceptible de defensa; pero con iguales escasas funciones y míseros resultados defensivos, tenemos a otros para lo mismo en Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Castilla y León, Cataluña, Galicia, La Rioja, Navarra, País Vasco y Valencia; con el mismo nombre u otro, como Ararteko, Sindic de Greures, Procurador, Valedor do Pobo o Diputado del común. Lo mismo sucede con los Tribunales de Cuenta, además del propio del Estado, tenemos otros 13, en Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Galicia, Islas Baleares, Madrid, Navarra, País Vasco y Valencia. Podría ser que, ahorrando con la supresión de duplicidades inútiles, consiguiéramos ampliar subvenciones a estudiantes para que fundamenten criterios propios con mayor fluidez argumentativa, y/o instaurar una asignatura de historia de Hispania/España, al menos desde el siglo X hasta el actual.

Pero bueno, siempre cabe conformarse con gritar fascista a los que no nos gustan, y defender la libertad de expresión solo para los que promueven las ideas que nos satisfacen.

 Y si ganan los fascistas no situamos en la cómoda posición de víctima, siempre que, claro está, nos mantengan en la comodidad, de lo contrario habrá que esforzarse más cuando toque.

 

Barcelona a 5 de diciembre del 2018, RRCh

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