Si todos los
“razonamientos” para oponernos a la ultraderecha van a ser el llamarles fascistas,
puede que ni de lejos resulten suficientes, seguramente antes, los que no somos
de derecha tendremos que encontrar algún remedio para salvar o explicar unas cuantas
contradicciones, por ejemplo:
En cuanto a
la inmigración ilegal: si resulta que traer al Acuarius fue la medida humanitaria imprescindible, no se entiende
que cuando otros inmigrantes con idéntica desesperación para huir de sus lugares,
al ser rescatados de la muerte de un pesquero español, les digamos que vayan a
puertos de Libia, lugar del cual los inmigrantes huyen. Si para no incurrir en esta
desigualdad de trato recibimos a todos los inmigrantes ilegales que quieran
venir, tendremos que aprovisionarnos de medios económicos para que por lo menos,
aprendan el idioma, reciben una manutención razonable hasta que se integren,
puedan trabajar, encuentren trabajo y su salario sea suficiente para educar a
sus hijos y habitar en viviendas dignas. Y todos hemos de asumir tanto el coste
económico como el coste social de personas que llegar con una cultura que en no
pocas ocasiones es incompatible con las normas que nos hemos dado y chocan con
los ciudadanos que pueblan los lugares dónde se les “deposita”. Estos ciudadanos
que tienen derecho a voto acuden a las urnas con estrés; y el estrés añadido a
que ellos tampoco viven en la abundancia puede generar la reacción de votar a
los que nos preocupan. Con decir que son idiotas y votan a fascistas no parece suficiente
para seducirles hacia otra opción.
En cuanto a
las banderas, las patrias y la Constitución: si resulta que la izquierda y la
seudo izquierda defiende la libre determinación de los pueblos mediante referéndum,
aunque el pueblo a determinarse no sea
una colonia, ni tampoco cuente con una abrumadora mayoría que reclame tal separación,
y para conseguirlo inundan de banderas nuevas hasta los edificios oficiales;
impiden que hablen los demás que no comparten sus designios; dicen sus próceres
caídos que los andaluces son hombres a medio hacer y el resto de españoles unas
bestias; invitan a representantes políticos democráticamente elegidos a que se
vaya a su pueblo fuera de Cataluña por no ser oriundos; consideran que no han de respetar la
Constitución ni el Estatuto de Autonomía; exigen al presidente del ejecutivo de
España que él libere a los políticos presos saltándose al Poder Judicial; hacen
campaña en el extranjero contra España; insultan en el Parlamento y rechazan
los presupuestos no por su contenido sino por otras razones exógenas a ellos. Y
en ningún caso son llamados fascista. Ante ello no resulta muy lógicos que nos
rasguemos las vestiduras cuando otros se envuelven en la bandera de España, propician
cambios constitucionales y sociales, y alguna gente, que no es poca, les vote. Igual
sí que hay que resolver esa otra aparente contradicción en la estimación de los
nacionalismos: o todos son fascistas o todos son respetables.
Sobre las
duplicidades institucionales: tenemos un defensor del pueblo para toda España,
no tiene potestades ejecutivas sino meras recomendaciones a las instituciones
que sí las tienen; ante tan escasas prerrogativas y resultados obtenidos, poco entusiasmo levanta en el pueblo
susceptible de defensa; pero con iguales escasas funciones y míseros resultados
defensivos, tenemos a otros para lo mismo en Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Castilla y León, Cataluña,
Galicia, La Rioja, Navarra, País Vasco y Valencia; con el mismo nombre u otro, como
Ararteko, Sindic de Greures, Procurador, Valedor do Pobo o Diputado del común. Lo mismo sucede con los Tribunales de Cuenta, además del propio del
Estado, tenemos otros 13, en Andalucía, Aragón, Asturias,
Canarias, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Galicia, Islas
Baleares, Madrid, Navarra, País Vasco y Valencia. Podría ser que, ahorrando con
la supresión de duplicidades inútiles, consiguiéramos ampliar subvenciones a
estudiantes para que fundamenten criterios propios con mayor fluidez
argumentativa, y/o instaurar una asignatura de historia de Hispania/España, al
menos desde el siglo X hasta el actual.
Pero bueno,
siempre cabe conformarse con gritar fascista a los que no nos gustan, y defender
la libertad de expresión solo para los que promueven las ideas que nos
satisfacen.
Y si ganan los fascistas no situamos en la
cómoda posición de víctima, siempre que, claro está, nos mantengan en la
comodidad, de lo contrario habrá que esforzarse más cuando toque.
Barcelona a
5 de diciembre del 2018, RRCh
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