Si resulta
que las formaciones políticas españolas autodenominada de izquierda han abandonado
aquello de trabajadores del mundo uníos,
y se han decantado por la diversidad acentuando las diferencia en grupos de
ciudadanos con identidades incompatibles los unos con los otros. ¿Qué esperaban?
Si resulta que esos autodenominados de izquierda regalaron la bandera, el himno,
la historia y el nombre de España a la derecha, ¿cómo quieren ahora que esa Derecha
no usen tales regalos? Cómo no se les ocurrió pensar que a fuerza de insultos a
los españoles por los separatistas alguien utilizara ese desconcierto para
unirles en un nacionalismo más grande que el nacionalismo separatista. El
nacionalismo interior contra la idea de España crea nacionalismo español. Y lo
crea con los mismos argumentos; el propio y sustancial de todo nacionalismo: la
xenofobia. Y si fuimos tolerantes con los insultos de Torra, Puigdemont, Junqueras
y compañía, por aquello de la legitimidad,
ahora tendremos que envainarla ante el auge democrático del nacionalismo
español, sea rancio o no. Claro, es probable que lo de Andalucía se extienda a
toda España.
Pedro Sánchez con acierto o sin él, sí que ha
intentado apaciguar a los separatistas catalanes, y de momento le han dado con
la puerta en las narices, ellos siguen en su designio patriotero de cuánto peor
mejor. Pues peor. Ahora veremos si lo peor es mejor, o se irán a refugiar en la
monarquía belga…
Barcelona a
3 de diciembre del 2018.- RRCh
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