jueves, 11 de abril de 2019

La prueba de los hechos.


 
       Cualquier persona que se tenga respeto a sí misma, y consecuentemente no acepte que los demás le manipulen, tendrá que admitir que el cabal conocimiento de la verdad no existe frente a todos los hechos sucedidos, y por tanto ha de aprender a convivir con la incertidumbre.

        Para poder valorar las consecuencias positivas o negativas de un hecho, se ha de poder acreditar su propia existencia pasada, en base a los vestigios o indicios que deje; y tales señales puede configurar la conclusión de lo que en verdad sucedió o por fallos en la investigación construir un hecho inexistente.

        Si el hecho que existió no dejó vestigios susceptibles de ser hallados no se puede afirmar que existió, aunque tal ausencia de vestigios no acredita que tal hecho no haya existido -puede que no se haya podido descubrir-, con lo cual deberíamos situarnos en no sabemos o puede ser o puede no ser.

        Y al parecer aceptar la duda en el conocimiento de la verdad, cada vez es más una pretensión imposible que lesiona la autoestima o fama del que ha de saberlo todo sobre lo verdadero y lo falso.

       La incertidumbre sobre la verdadera existencia de un hecho desde su origen a su fin, pasando por todas sus causas y consecuencias para construir un juicio de valor certero, siempre lo hemos ido paliando con las creencias, que es una forma alternativa de mantener cierta seguridad vital. Incluso mediante las creencias religiosas hasta se puede conformar un supuesto de hecho más allá de la propia vida para fortalecer la resignación frente a lo inevitable.

       Hoy por hoy la afirmación de no lo puedo demostrar, pero estoy convencido que fue o es así no tiene comprador o el mercado se ha reducido mucho, por tanto, lamentablemente, queda mejor decir, esto es así porque lo digo yo, que decir puede, tal vez, creo o me parece.

       Ese empeño en presentarse como dueño de la verdad para aparentar seguridad personal y dominio de la situación es lo que se está vendiendo y encuentran múltiples compradores. En la mayoría de los casos el que lo tiene todo seguro porque lo suyo es verdad y lo contrario mentira, suele ocultar con dicha pose la inseguridad que le abruma; y si se rasca un poco le salen las vergüenzas.

       Haciendo uso de un ejemplo hoy muy comentado, en relación a la supuesta financiación por parte del gobierno venezolano de Hugo Chávez a los inicios de Podemos o de los fundadores de tal partido político, que lleva de cabeza al Sr. Inda y al Sr. Iglesias -el uno contra el otro-, donde el primero como periodista hace un tiempo divulgó y mantiene la afirmación sobre  que Iglesias había recibido unos cuantos millones de euros que le regaló Chávez  para fundar en España el indicado partido; que tal donación era reprobable, y que se hizo mediante cheque bancario depositado en banco extranjero. Y ahora parece que se investiga judicialmente que tal cosa puede que no hay existido y que fuera un invento creado por el PP de Rajoy con su ministro del Interior, Fernández Díaz. Ante tal nueva posibilidad, Iglesias afirma como hecho verdadero y por tanto incuestionable, que Inda cuando publicó el asunto sabía que era falso, puesto que además es verdad indiscutible que el hecho no existió y que fue una creación interesada de las cloacas del Estado. Así las cosas, Iglesias ahora tiene cuatro “verdades” que por ser tan ciertas no resisten ninguna discusión: una, que el hecho es falso; dos, que el Estado tiene cloacas; tres, que las cloacas del Estado fabricaron la falsedad, y cuatro, que Inda lo sabía antes de publicarlo.  Al unísono, Inda también tienes sus cuatro “verdades” contrarias, que tampoco son susceptibles de ser contradichas: una, que el hecho existió; dos, que el Estado no tuvo participación en su descubrimiento; tres, que Iglesias es un mentiroso, y cuatro, que él es un periodista sagaz que contrasta lo que publica.

       Igual el fallo se produjo en la investigación inmediata, puesto que parecería de sentido común que si a una persona se le acusa de haber recibido dinero -limpio u sucio-, en una cuenta corriente localizada de un banco también conocido, si quién aparece como beneficiario niega su existencia o ser su titular, éste antes que nada debió comunicarse con el divulgador, invitarle a ir juntos al banco, y allí, el supuesto dueño de la cosa reclamar el pago al banco o el justificante de haberlo pagado ya. Si el dinero está y se lo dan a Iglesias  o había estado e Iglesias ya lo había rescatado, Inda en eso estaría en lo cierto, y en tal caso se discutiría la legitimidad o los condicionamientos del pago para ver si la tenencia era reprobable o no, y si no había nada el asunto se termina ahí a favor de Iglesias.  Como al parecer esto no se hizo, entonces, utilizamos las creencias como verdades absolutas y de paso distraemos a la gente, la calentamos, y convertimos el discurso público en chusmeríos, bochinches, enredos o patrañas, y lo curioso es que ningún periodista pregunte: ¿Y Ud. porque no se dirigió al banco y pidió cobrar, o que le acreditaran que ya lo había cobrado, o que nunca pudo cobrarlo porque el dinero no estuvo en dicha cuenta ni la cuenta existió?. Pues no. Pero como el progreso social nos brinda nuevas palabras más sintéticas y en inglés que da brillo a nuestra cultura, ahora le llamamos fake new, por no decir chusmerío, bochinche, enredo, patraña, o gilipolleces de entretenimiento idiotizante; eso sí, todo eso, nuestros representantes democráticos cuando les conviene lo usan como pedrada en el ojo a su contrario, sin esperar a la verificación ni al rebote.

 

Barcelona a 11 de abril 2019, RRCh

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