jueves, 23 de abril de 2020

Puede que luego seamos mejores, o no.


Toda esta situación de arresto domiciliario a lo que estamos sometidos por la pandemia vírica, podría dejarnos algún legado positivo además de los efectos benéficos por las vacaciones que le estamos dando al medio ambiente. Podríamos salir con un inventario de carencias y necesidades para efectuar una cumplida posterior valoración. Las necesidades son aquellos deseos que nos hemos autoimpuesto como de obligada consecución sin los cuales no somos felices, y las carencias son lo que se ha perdido sin remedio y lo que si no se tiene impide sobrevivir.

Puede que los que salgamos sin carencias o con pocas, veamos que reduciendo las necesidades adoptadas estemos más sueltos. Puede.

Pero puede que nos hayamos acostumbrado a mantener la distancia con los otros, a no darles besos ni abrazos, y veamos a los demás como posibles propagadores de contagios. El miedo es tan libre que incluso puede servir como excusa para dejar emerger los sentimientos más rastreros y tratar de justificarlos, y alguno de ellos ya se asoman por encima de los aplausos de las ocho de la tarde en los balcones.

Podemos ser mejores aunando esfuerzos para rehabilitarnos de la idiotez padecida desde mucho antes de que apareciera el virus coronado, o afanarnos en cruces de reproches siguiendo la estela de la gerencia política que nos dirige hacia la idiotización absoluta y perpetua.

Barcelona a 23 de abril 2020. RRCh.

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