Toda esta situación de arresto
domiciliario a lo que estamos sometidos por la pandemia vírica, podría dejarnos
algún legado positivo además de los efectos benéficos por las vacaciones que le
estamos dando al medio ambiente. Podríamos salir con un inventario de carencias
y necesidades para efectuar una cumplida posterior valoración. Las necesidades
son aquellos deseos que nos hemos autoimpuesto como de obligada consecución sin
los cuales no somos felices, y las carencias son lo que se ha perdido sin
remedio y lo que si no se tiene impide sobrevivir.
Puede que los que salgamos sin
carencias o con pocas, veamos que reduciendo las necesidades adoptadas estemos
más sueltos. Puede.
Pero puede que nos hayamos
acostumbrado a mantener la distancia con los otros, a no darles besos ni
abrazos, y veamos a los demás como posibles propagadores de contagios. El miedo
es tan libre que incluso puede servir como excusa para dejar emerger los sentimientos
más rastreros y tratar de justificarlos, y alguno de ellos ya se asoman por
encima de los aplausos de las ocho de la tarde en los balcones.
Podemos ser mejores aunando
esfuerzos para rehabilitarnos de la idiotez padecida desde mucho antes de que
apareciera el virus coronado, o afanarnos en cruces de reproches siguiendo la
estela de la gerencia política que nos dirige hacia la idiotización absoluta y
perpetua.
Barcelona a 23 de abril 2020.
RRCh.
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