Seguramente nunca sabremos a ciencia cierta cómo se
generó el virus, dónde, y porqué caminos se propagó, y tampoco a corto plazo conoceremos
qué consecuencias en la salud de las personas producirán las distintas vacunas
que se están utilizando para hacer frente a la cosa.
Como
estamos en un mundo globalizado en el que creemos tener derecho a conocer
inmediatamente todos los detalles, no solo de lo que es, sino también de lo que
será, puesto que en ello se sustenta nuestra seguridad, y la seguridad la hemos
situado por encima de todos los bienes y además la exigimos. Tales ansias de
conocer el futuro sin margen de error, nos impulsa a la especulación sobre lo desconocido,
y surgen multitud de teorías de conspiración. Toda teoría conspirativa, se me
antoja que, se habría de sustentar al menos en tres principios: razonabilidad,
probabilidad y verosimilitud. Pero, así como que todos tenemos un culo, hemos
de tener también una teoría, sea razonable o no, probable o no, verosímil o
simplemente una idiotez. Las teorías sobre lo no sabido se han convertido en un
derecho fundamental, un derecho humano más, que naturalmente se ha de respetar,
cómo lo hacemos con los terraplanistas: personas que en su legitimidad teorizante
humana aseguran que el globo terráqueo no es un globo sino un disco redondo y
plano. Y si sobre la redondez de la tierra caben teorías revisionistas, ¡qué no
iba a pasar con el covid!. Y así, es probable que la inventaran los chinos, aunque
no se entiende muy bien para qué iban a querer matar a millones de personas si realmente
lo que quieren es que vivan para producir allí y que les compren sus productos
fuera, y menos se entiende que ninguna superpotencia de las habidas estuvieran
en el ajo y ya dispusiera de la vacuna para aprovechar los réditos de su
creación, o sin estarlo no se hubieran puesto como una moto contra China para
de paso cerrarle el camino a la competencia económica que le está haciendo al
mundo occidental. También podría ser al revés, que el mundo occidental creara
el Covid en China para diezmar la población china y su economía, y se les escapó
antes de tener preparado el antídoto o lo propagaran a propósito en pro de la
cuenta de resultados, aunque también es raro que los chinos no hayan protestado
o aún no se hayan dado cuenta. Aunque la teoría conspirativa que está teniendo
más éxito es aquella que dice que fue un invento de los laboratorios
farmacéuticos que al unísono se ha puesto de acuerdo para jodernos a todos y de
paso meternos un artilugio maligno que nos controle a fin de dominarnos como
marionetas. Y esta no parece muy verosímil puesto que ya existe internet como propagación
de la idiotez por los millones de teóricos que la contagian adrede con reenvíos
constantes. No se entiende entonces cómo tales laboratorios iban a invertir en
un invento que ya existe, y aunque no se inventara con tal finalidad ya el
hemos encontrado el truquillo para autocontrolarnos en el ahorro de energía
cerebral.
Faltaría entonces para concretar un poco, una teoría
sobre cómo y para qué se iban a ocupar en manejarnos y cual sería la porquería
que nos meterán con la vacuna. Aunque
parecería que la esencia de las teorías conspirativas se encuentra en el juego político
que nos brinda y mediante la cual le atribuimos la responsabilidad de lo que
nos pasa por el Covid a los representantes políticos que tenemos, y siempre que
los tales nos caigan mal serán unos asesinos, si no caen bien cualquier burrada
de los nuestros nos parece sublime por salvadores. De paso, y consustancial con
lo anterior, abonamos nuestros sentimientos identitarios: la patria y los ataques
de los otros; la raza y los ataques de los otros; el género y los ataques de
los otros; la identidad sexual y el ataque de los otros, y el ecologismo y al
ataque de los otros.
Pero
bueno, de momento nos vacunaremos todos no vaya a ser que sea una pandemia generada
por un virus con autodeterminación identitaria, nos quedemos sin dosis y vayan
todas para los otros.
Barcelona a 22 de marzo del 2021. RRCh
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