El
debate es interesante, puesto que la prohibición de la prostitución se propone
partiendo de que es una actividad no deseada socialmente y que su ejercicio no
se realiza por nadie de manera voluntaria y libre, sino obligada por sus
circunstancias.
La
afirmación ya de entrada plantea problema si la comparamos con otras muchas actividades
físicas penosas realizadas en beneficio de terceros que, estando reguladas
laboralmente, las personas las hacen precisamente obligadas por sus circunstancias
y no por sus deseos o vocación; con lo cual, lo socialmente no deseado sería solamente
la actividad física sexual ejecutada a cambio de una contraprestación económica
en beneficio de terceros.
Para
su abordaje, quizás se debería cuestionar los contenidos de los términos. Si la
prostitución es la actividad por la cual una persona cede su cuerpo para el
disfrute sexual de otro, por un tiempo y un precio; si es así, no vende nada,
puesto que su cuerpo sigue siendo suyo y si acaso lo alquila. Si el precio por
el cual se determina el ejercicio de tal actividad puede ser pagado en espacies
o mediante cualquier otra contraprestación de índole económico; si es así de
amplio el concepto de precio, puede que existan prostitutas y prostitutos con
un solo cliente; y si no es así de amplio surgirán muchas formas de pago. Si en
la mayoría de los casos las personas que se entregan a ello son mujeres, aunque
hay una parte posiblemente minoritaria de hombres -en comparación con el número
de mujeres que la ejercen-, y que también lo hacen por precio para el disfrute
temporal de otras mujeres u otros hombres, si es así, no es una actividad exclusiva
de mujeres. Si la mayoría de las mujeres que se dedican a la prostitución lo
hacen obligadas por no tener otra alternativa de subsistencia; si así, se trata
de crear esas alternativas y cuando existan no se dedicarán a la prostitución,
aunque no esté prohibida. Si la mayoría de las prostitutas que ejercen en
contra de su voluntad son extranjeras indocumentadas explotadas por mafias en
clubes de alterne; si es así, se trataría de crear una unidad policial específica
contra la trata, para que visiten asiduamente tales clubes, identifiquen a los
jefes y a las chicas; y a los jefes o proxenetas le apliquen las leyes penales
ya existentes, y a las chicas les otorguen permisos de residencia y trabajo, y le
proporcionen al unísono la alternativa laboral digna que no tienen, no será
válido el “ya veremos”.
Si los
tipos penales tienen un redactado inseguro para la persecución y condena de los
traficantes de prostitutas y proxenetas y las penas son muy benignas; si es
así, se trataría de concretar y cerrar los supuestos de hechos delictivos e
incrementar los tiempos de privación de libertad a los criminales y las
cuantías de sus responsabilidades civiles.
Si
en el compendio prohibicionista, ya partiendo de que la actividad se seguirá
ejerciendo aunque se prohíba, se penalizara también a los arrendadores de
viviendas o locales en el que se pueda ejercer tal actividad prohibida; si es
así, tales propietarios pondrán en el contrato que tal cosa no se puede hacer,
y los que aun así lo hagan, deberán ocultar tal actividad. Y si también la
prohibición va a castigar penalmente a los clientes (puteros) por su
colaboración necesaria para el ejercicio de tal actividad, las personas
prostituidas tendrán que proporcionar a los “usuario” las máximas garantía de
confidencialidad si quieren tenerlos. Con ello la prostitución deberá ser
invisible, y como lo ocultado no implica su inexistencia, ¿qué se pretende hacer
con lo que estará, pero no se ve?
Es políticamente correcto y éticamente impecable afirmar que
a la inmensa mayoría de personas que se dedican a la prostitución no se les
respetan los derechos humanos, pero puede que la prohibición no les proporcione
tal respeto, o, puede que la atribución a dichas personas de los efectivos y realizables
derechos sí minore o haga desaparecer la prostitución, aunque no esté prohibida.
La cuestión está en si primero prohibimos y luego si acaso damos o primero
damos y luego si acaso prohibimos.
Los partidarios
de las prohibiciones nunca resultan afectados por lo que prohíben, puesto que
no realizan lo que quieren quitar; pero poner para que no sucedas lo que no
gusta que pase, ya no pasa tanto. ¿No?
Barcelona
a 8 de junio 2022. RRCh.
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