Al parecer el escenario ideológico, ético y moral de los humanos,
se puede esquematizar como un aro semi abierto en el que los extremos se rosan,
pero no se tocan y si lo miramos desde el centro, una punta queda a la derecha
y la otra a la izquierda. Tales extremos, precisamente por su cercanía, y aquello
de que el rozamiento hace el cariño, se atraen al compartir un lugar central
entre ambos extremos.
Hoy resulta preocupante, cuando no pavoroso, observar como
una parte sustancial de la extrema izquierda se hace fascista y sin complejos
se revuelca juntos en el barro con los fascistas de la derecha, compartiendo
sus esencias militaristas, segregacionistas y especialmente sus creencias
redentoras. Los creyentes de la izquierda fascista hacen oídos sordos y se muestran
voluntariamente ciegos ante las atrocidades ejecutadas por embrutecidos sátrapas
como Daniel Ortega y su hada madrina Sra. Murillo, ante Maduro y ante el
entenado castrista Diaz-Canel, entre otros.
Y así los fascistas
de izquierda no ven ni oyen, ni quieren ver ni oír, las desgracias que viven las
personas que curiosamente se expresan en el mismo idioma que los criminales
Ortega, Maduro y Díaz-Canel, y contentan su menesterosa ética y disminuida
moral, comparando a éstos verdugos de su propia gente con las ciertas y maléficas
acciones ejecutadas por los Estados Unidos de Norte América y todas las
maldades del capitalismo occidental; con ello se siente satisfechos, comprenden
y callan. Los fascistas de derechas comprenden y aplauden a los bolsonaristas,
los pinochetistas y a los trumpistas, entre otros.
Pero resulta que
ahora han encontrado un común denominador en ese libertador universal llamado
Vladimir Putin, y los fascistas de izquierda se hermanan con los fascistas de
derecha, ante el enemigo común que para ellos es el capitalismo occidental
cristiano. Putin para estos fascistas de izquierda y derecha, no se sustenta en
una oligarquía que viven en mansiones y se mueven en coches, yates y jet de lujo;
no ha invadido a Ucrania matando a miles de ciudadanos; no, la quiere liberar; no
mata y manda a matar a los pobres rusos; no, ellos se apuntan henchidos de
patriotismo liberador de un Estado sin cloacas; Putin no alimenta a mercenarios
desalmados. No. Hemos de hablar con él de buenas maneras y conseguiremos la paz
ecuménica dejando las armas. Es fácil. Y en Nicaragua, al prócer Daniel Ortega
dejémosle que limpie el patio de malas hieras, como Dios manda…
Barcelona a 21 de febrero del 2023. RRCh.
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