El atractivo de cualquier droga alucinógena consiste
en minorar los efectos de pensamientos y sentimientos que incomodan o
entristecen, y a su vez el de acrecentar de forma irreal las sensaciones de
bienestar, propiciando euforia, fuerza, y aptitudes que rompen los principios morales
y los conceptos mentales preexistentes, atribuyendo una apariencia de libertad,
poder, y pertenencia a un espontáneo estado de felicidad.
Hay unas que
son reductoras y otras ampliadoras de la conciencia; unas hacen olvidar y otras
incrementan potencialidades; a ambas se acceder de forma inocente, luego se va
incrementado la dosis paulatinamente en los márgenes de tolerancia de cada
cual, hasta convertirse en dependiente de la cosa tanto, como ser capaz de
matar o morir por ella.
El patriotismo en sus extremas manifestaciones ha
producido, produce y producirá más muertes y destrucción de seres humanos, que el
efecto pernicioso de todas las drogas conocidas.
Salvo contadas
y raras excepciones todos los humanos son o somos patriotas, y a los que no la
sienten, se les atribuye una. El patriotismo se trasmite de generación en
generación; y se va inoculando dosificadamente al ser humano desde la más
tierna infancia por sus propios progenitores y su entorno, dado que la criatura
al nacer sale negra, blanca o amarillo, pero viene sin patria. Y desde que
comienza a entender algo, le ponen la banderita de la patria en la mano, para
que se vaya familiarizando con los colores, luego cantan el himno patrio con una
mano en el pecho, de forma y manera que cuando tenga fuerzas sean capaz de
matar y morir por ella en lid contra el enemigo, y si la cosa viene de dentro
se combate a los convecinos por antipatriotas según determinen y señalen los proceres
coetáneos de la patria.
Desde que
comienza su escolarización le enseñan a amar a la patria, conocer su contorno,
su ubicación en los mapas, y muy especialmente la historia de sus héroes. Fuera
de la patria no hay héroes porque tampoco hay más patrias, si acaso otros
países, y en contra de esos otros, generalmente colindantes, se hicieron
nuestros héroes, que supieron vencer, y si fueron vencidos fue culpa de otras
cosas o de la fatalidad.
La patria
como bien superior en la identidad de la criatura es el resultado de la
conquista que los patriotas le han legado y que él debe defender como valor
superior en su conciencia. La historia de la patria la hicieron los héroes de
la patria, y que a su vez esa historia los conformó sin máculas y repletos de
todas las virtudes, por lo que deberán estar representados en los lugares
púbicos para su merecida veneración y culto.
Antes de la
patria no hubo nada, sin ella no hay nada, y será eterna. La patria es un ente
sagrado adorable e indeterminado; y para que así sea no se explica qué hubo
antes; cómo se hizo la patria; por quién; contra quién, ni para qué. La patria
es más que un territorio; es más que un idioma; es más que el origen de la
sangre; es más que unas costumbres o una religión, es un no se sabe qué, pero
sin ella no se es. Es eficaz y alienante; posee efectos reductores de la
conciencia, en la medida que borra las virtudes de otras patrias si las
hubiera, y hacen desaparecer errores y fracasos propios; pero también tienen
efectos ampliadores de la conciencia magnificando virtudes humanas universales
y comunes que se atribuyen de forma exclusiva y excluyente como propias. La Patria
o la Tumba; Patria o Muerte.
La patria también genera un efecto expansivo en el
horizonte territorial del patriota, posibilitándole un escenario vital más
amplio que el entorno local de nacimiento, aunque, eso sí, bien delimitado, y
fuera de la frontera se sitúa la ajenidad.
Esa ajenidad la determina un rio, una montaña o
simplemente una línea pintada en el suelo establecida por la voluntad de los
patriotas fundantes. Los del otro lado pueden ser del mismo color, tener la
misma religión, los mismos principios éticos, el mismo origen o idioma, pero en
todo caso sarán ajenos; salvo eso sí, que los herederos de los patriotas
fundantes que suelen ser los próceres o caudillos coetáneos decidan colaborar
con los líderes ajenos, ya sea para ampliar el perímetro propio o para
apaciguar disconformidades internas.
A los ajenos siempre se les ha de mantener del otro
lado de la raya de forma precavida; si la cruzan belicosamente se les ha de
combatir patrióticamente hasta su expulsión, y si lo hacen de forma pacífica
por necesidades o aspiraciones individuales, siempre se ha de tener cuidado con
ellos porque no son patriotas, y si no son patriotas son ajenos;
consecuentemente no son de los nuestros.
Como contrapartida a ese efecto expansivo dentro de
un escenario acotado, se produce un efecto reductor endógeno como sustrato
esencial del patriotismo, que se materializa en la lealtad.
La lealtad
como sentimiento acomodado al fin patriótico, excluye la lealtad del individuo
consigo mismo, puesto que sus principios deben estar subordinados al bien
superior de la patria.
La patria como la droga establece un vínculo
identitario adictivo, en la que se diluye la identidad personal.
Mediante la
lealtad patriótica se justifican todas las atrocidades posibles: genocidios,
torturas sistemáticas, asesinatos masivos, invasiones a países o pueblos
vecinos o lejanos, el bombardeo de hospitales y mercados entre otros; y que
siempre, a lo sumo serán daños colaterales en defensa de la patria
La patria nunca ataca, siempre se defiende tras ser
víctima de un ataque enemigo, que incluso puede ser interno, y que activa la
lealtad de los patriotas en su legítima y necesaria defensa.
Imbuidos en la lealtad patriota se escribe la
historia patria, esquivando datos objetivos acaecidos fuera de las fronteras
que desluzcan las loas personales de los héroes patrios, y así se construye
para la posteridad los relatos épicos de las hazañas
más sublimes; que siempre y en todo caso son muy superiores éticamente a lo
hecho por los ajenos.
Después de la caída de Imperio Romano se crearon nuevas patrias
desvinculadas de la procedencia sanguínea y adherida al territorio segregado,
luego, en tiempos previo a la descolonizaciones de las colonias europeas la
pertenencia a la patria se determinaba por la sangre heredada de sus ancestros,
pero cuando sus ancestros se quedaron en los territorios descolonizados y conquistaron
una patria nueva, la suya, ya el patriotismo se construyó sobre el lugar de
nacimiento, el patriota era el nacido allí y la sangre de sus ancestro de forma
sobrevenida se convirtió en ajena; no obstante esta sangre nueva también vuelve
a trasmitir el patriotismo; con lo cual al parecer la procedencia de sangre
nada tiene que ver tampoco con la creación de ese concepto llamado patria que
tanto conmueve el ánimo de los patriotas, y sigue siendo un ente indeterminado
e indeterminable de gran potencialidad.
Barcelona a
5 de octubre del 2023- RRCH
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