viernes, 6 de octubre de 2023

PATRIOTISMO COMO DROGA ALUCINÓGENA

 

El atractivo de cualquier droga alucinógena consiste en minorar los efectos de pensamientos y sentimientos que incomodan o entristecen, y a su vez el de acrecentar de forma irreal las sensaciones de bienestar, propiciando euforia, fuerza, y aptitudes que rompen los principios morales y los conceptos mentales preexistentes, atribuyendo una apariencia de libertad, poder, y pertenencia a un espontáneo estado de felicidad.

 Hay unas que son reductoras y otras ampliadoras de la conciencia; unas hacen olvidar y otras incrementan potencialidades; a ambas se acceder de forma inocente, luego se va incrementado la dosis paulatinamente en los márgenes de tolerancia de cada cual, hasta convertirse en dependiente de la cosa tanto, como ser capaz de matar o morir por ella.

El patriotismo en sus extremas manifestaciones ha producido, produce y producirá más muertes y destrucción de seres humanos, que el efecto pernicioso de todas las drogas conocidas.

 Salvo contadas y raras excepciones todos los humanos son o somos patriotas, y a los que no la sienten, se les atribuye una. El patriotismo se trasmite de generación en generación; y se va inoculando dosificadamente al ser humano desde la más tierna infancia por sus propios progenitores y su entorno, dado que la criatura al nacer sale negra, blanca o amarillo, pero viene sin patria. Y desde que comienza a entender algo, le ponen la banderita de la patria en la mano, para que se vaya familiarizando con los colores, luego cantan el himno patrio con una mano en el pecho, de forma y manera que cuando tenga fuerzas sean capaz de matar y morir por ella en lid contra el enemigo, y si la cosa viene de dentro se combate a los convecinos por antipatriotas según determinen y señalen los proceres coetáneos de la patria.

 Desde que comienza su escolarización le enseñan a amar a la patria, conocer su contorno, su ubicación en los mapas, y muy especialmente la historia de sus héroes. Fuera de la patria no hay héroes porque tampoco hay más patrias, si acaso otros países, y en contra de esos otros, generalmente colindantes, se hicieron nuestros héroes, que supieron vencer, y si fueron vencidos fue culpa de otras cosas o de la fatalidad.

 La patria como bien superior en la identidad de la criatura es el resultado de la conquista que los patriotas le han legado y que él debe defender como valor superior en su conciencia. La historia de la patria la hicieron los héroes de la patria, y que a su vez esa historia los conformó sin máculas y repletos de todas las virtudes, por lo que deberán estar representados en los lugares púbicos para su merecida veneración y culto.

 Antes de la patria no hubo nada, sin ella no hay nada, y será eterna. La patria es un ente sagrado adorable e indeterminado; y para que así sea no se explica qué hubo antes; cómo se hizo la patria; por quién; contra quién, ni para qué. La patria es más que un territorio; es más que un idioma; es más que el origen de la sangre; es más que unas costumbres o una religión, es un no se sabe qué, pero sin ella no se es. Es eficaz y alienante; posee efectos reductores de la conciencia, en la medida que borra las virtudes de otras patrias si las hubiera, y hacen desaparecer errores y fracasos propios; pero también tienen efectos ampliadores de la conciencia magnificando virtudes humanas universales y comunes que se atribuyen de forma exclusiva y excluyente como propias. La Patria o la Tumba; Patria o Muerte.

La patria también genera un efecto expansivo en el horizonte territorial del patriota, posibilitándole un escenario vital más amplio que el entorno local de nacimiento, aunque, eso sí, bien delimitado, y fuera de la frontera se sitúa la ajenidad.  

Esa ajenidad la determina un rio, una montaña o simplemente una línea pintada en el suelo establecida por la voluntad de los patriotas fundantes. Los del otro lado pueden ser del mismo color, tener la misma religión, los mismos principios éticos, el mismo origen o idioma, pero en todo caso sarán ajenos; salvo eso sí, que los herederos de los patriotas fundantes que suelen ser los próceres o caudillos coetáneos decidan colaborar con los líderes ajenos, ya sea para ampliar el perímetro propio o para apaciguar disconformidades internas.

A los ajenos siempre se les ha de mantener del otro lado de la raya de forma precavida; si la cruzan belicosamente se les ha de combatir patrióticamente hasta su expulsión, y si lo hacen de forma pacífica por necesidades o aspiraciones individuales, siempre se ha de tener cuidado con ellos porque no son patriotas, y si no son patriotas son ajenos; consecuentemente no son de los nuestros.

Como contrapartida a ese efecto expansivo dentro de un escenario acotado, se produce un efecto reductor endógeno como sustrato esencial del patriotismo, que se materializa en la lealtad.

 La lealtad como sentimiento acomodado al fin patriótico, excluye la lealtad del individuo consigo mismo, puesto que sus principios deben estar subordinados al bien superior de la patria.

La patria como la droga establece un vínculo identitario adictivo, en la que se diluye la identidad personal.

 Mediante la lealtad patriótica se justifican todas las atrocidades posibles: genocidios, torturas sistemáticas, asesinatos masivos, invasiones a países o pueblos vecinos o lejanos, el bombardeo de hospitales y mercados entre otros; y que siempre, a lo sumo serán daños colaterales en defensa de la patria

La patria nunca ataca, siempre se defiende tras ser víctima de un ataque enemigo, que incluso puede ser interno, y que activa la lealtad de los patriotas en su legítima y necesaria defensa.

Imbuidos en la lealtad patriota se escribe la historia patria, esquivando datos objetivos acaecidos fuera de las fronteras que desluzcan las loas personales de los héroes patrios, y así se construye para la posteridad los relatos épicos de las hazañas más sublimes; que siempre y en todo caso son muy superiores éticamente a lo hecho por los ajenos.

Después de la caída de Imperio Romano se crearon nuevas patrias desvinculadas de la procedencia sanguínea y adherida al territorio segregado, luego, en tiempos previo a la descolonizaciones de las colonias europeas la pertenencia a la patria se determinaba por la sangre heredada de sus ancestros, pero cuando sus ancestros se quedaron en los territorios descolonizados y conquistaron una patria nueva, la suya, ya el patriotismo se construyó sobre el lugar de nacimiento, el patriota era el nacido allí y la sangre de sus ancestro de forma sobrevenida se convirtió en ajena; no obstante esta sangre nueva también vuelve a trasmitir el patriotismo; con lo cual al parecer la procedencia de sangre nada tiene que ver tampoco con la creación de ese concepto llamado patria que tanto conmueve el ánimo de los patriotas, y sigue siendo un ente indeterminado e indeterminable de gran potencialidad.

 

 Barcelona a 5 de octubre del 2023- RRCH

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