El documental “no me llamen ternera” posiblemente ha
sido lo mejor que ha realizado Jordi Évole en su vida profesional y pública.
Solo preguntando a Josu Ternera ha podido extraerle de su
propia boca y de sus gestos toda la ignominia de la que es portador el personaje
entrevistado. Este señor no quiere que le llamen Ternera, porque aún no ha
advertido que ha sido el mayor favor que le hicieron las Fuerza y Cuerpos de Seguridad
del Estado, si es que ellos le atribuyeron tal mote; con esto han preservado la
contaminación que las cobardes maldades de Josu contaminaran la honorabilidad que
se le supone a sus ancestros y parientes que llevaron o llevan su auténtico
apellido vasco, que no es Ternera, y posiblemente también minorará la vergüenza
de sus hijos cuando conozcan las andanzas de su desalmado padre.
Évole le ha hecho la autopsia mental a un asesino, poniendo
sobre la mesa el reflejo extraído de la podredumbre que inunda su mente, que
lejos de estar arrepentido por sus atroces crímenes, trata de justificarlos con
expresiones como “lo siento”, “fue un error”, “acaté lo decidido por la
organización”, “las dos partes perdieron la empatía”. En cuanto a la empatía, el
Sr. Ternera aún no la ha recuperado ni
parece anhelarla, para él la culpa de los muertos por ETA -por ejemplo del
atentado en el Hipercor de Barcelona-, fue de la Policía, ya que un supuesto
etarra llamó diciendo que ETA habían puesto una bomba y la policía no desalojó
el aparcamiento del hipermercado; sin vislumbrar este sicario mafioso que de
haberse desalojado por una llamada telefónica, ya habría ganado ETA su cruzada
patriotera de tiros en la nuca: solo tendrían que poner a uno de ellos llamando a los Estadios de fútbol, Salas de
fiestas, Cines y Cuarteles diciendo que había puesto una bomba para paralizar
la vida de los ciudadanos y al propio Estado.
Como ”buen” terrorista, Josu Ternera en su deshumanización
empleó su vida desde la adolescencia y cumpliera
el objetivo de aterrorizar a una
generalidad de gentes que aunque no
sufrían directamente y de forma inmediata la violencia, los sometió mediante el
miedo para que asumieran el estado de cosas por él y los suyos generado, y consecuentemente
vivieran los ciudadanos al influjo de una violencia emocional y psicológica permanente.
Supo Évole contrastar al bárbaro descerebrado con una persona
digna como Don Francisco Ruiz, hombre qué resultó cobardemente baleado de paso
por el comando asesino que integraba Ternera; y el Sr, Ruiz, desde su humilde
superioridad moral admitió que si hubiera visto que el asesino estaba
arrepentido y le hubiera pedido perdón, igual él le daba la mano para ayudar a olvidar
tanta inmundicia.
Ternera no fue ni es fascista según él, aunque dejó
traslucir con claridad que, pensó y piensa como un fascista asesino, actuó y
mató como un fascista asesino y se auto justifica como un fascista cualquiera;
como uno de los más sanguinarios y cobarde.
Barcelona
a 20 de noviembre 2023 RRCh
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