Los Reyes
Magos en la casa de su padre le
regalaron a mi hija un libro que me prestó; se llama la Utilidad de lo Inútil de un tal Nuccio Ordine, está muy bien.
Cuenta, entre otras cosas, que un
profesor -ya muerto-, comenzaba siempre el curso relatando algo así como un cuento, que decía: en el mar van dos peces jóvenes nadando y
hablando entre ellos, se cruzan con otro pez ya mayor, y se saludan, el pez
mayor añade, ¿qué tal el agua? Los dos peces jóvenes siguen nadando
despreocupados y en silencio, y en eso, uno le pregunta al otro, ¿qué es el
agua? Como es sabido la filosofía no sirve para nada, pero aun así hace
pensar, que tampoco sirve para nada –esencialmente desde los criterios
pedagógicos reinantes en la actualidad-. Tiene gracia que los peces no sepan
qué es el agua.
Ascensión
Mendieta es una anciana española de 90 años, que desde que murió el dictador
Francisco Franco hace 40 años, ha estado empeñada en rescatar los huesos de su
padre que fue fusilado en 1939, por pensar distinto a lo que estaba mandado.
Como aquí no le hacían caso se fue con 88 años a Argentina, porque allí había
una juez que se interesó por el asunto, y con aquello de la justicia universal
comenzó a remover la cosa. Ayer Doña Ascensión se sentó al lado de la fosa
común donde está sepultado su padre Don Timoteo, ella consiguió que lo
desenterraran y le dieran los huesos para enterrarlo con dignidad. Está claro
que lo que hizo Doña Ascensión no sirve para nada, pero igual eso es el agua de
los humanos que los peces jóvenes no saben qué es. La dignidad, la memoria, el
sentido de la justicia, la indignación por la injusticia, el honor, el amor, la lealtad, la gratitud…,
puede que nada de esto tengan utilidad, pero para los peces que conocen qué es
el agua, saben que se vive mal sin tales valores carentes de precio. Doña
Ascensión dice que, cuando ella se muera, en su féretro pongan un hueso de su
padre, se lo prometió a su hermana que murió antes, y ellas se lo prometieron a
su madre. Cumplió. Quiere estar enterrada al menos con un hueso de su padre, la
última vez que lo vio era una niña de 13
años. Doña Ascensión no muestra rencor ante aquellos criminales de barriga fría,
y si lo tiene, está bien cobijado con su DIGNIDAD. ¡Cuántas Ascensiones nos
están haciendo falta! ¡Cuánto le envidio Doña Ascensión!
RRCH,
Barcelona a 20 de enero del 2016.-
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