La
sorpresa que dicen haber experimentado los más expertos y sabios ante el
triunfo de Donald Trump en EEUU, muestra que su sapiencia no se corresponde con
la realidad; el relato virtual no encaja con lo que es y menos con lo que debe
ser. EL Sr. Trump ganó a la señora de Clinton por su sinceridad. Trump es
xenófobo y lo dice; es racista y lo dice; es machista y lo dice; es bruto y
opulento, y lo demuestra, es fascista y no lo oculta. Y esto es lo que ha
elegido la mayor parte de la ciudadanía de EEUU en coherencia con sus valores. Valores que no se han enquistado en
la mayoría de aquellos (o estos) ciudadanos por generación espontánea, es el
resultado del festejo y la exaltación de lo superfluo, de lo glamuroso, de la
exclusividad y de la especialización en la ignorancia deliberada. Es la
consecuencia del desprecio por conocer
la historia, del desprecio a pensar por uno mismo, del desprecio por el
diferente. Del abandono del humanismo ha resultado el embrutecimiento que
posibilita que muchos millones de personas estén dispuestas a prescindir de valores
y conquistas esenciales, creyendo sinceramente
que si el Sr. Trump se hizo rico, y muy rico, será capaz de enriquecerlos a
todos; y para venerar tal finalidad no le hacen asco a ningún medio. La Señora
de Clinton y las otras muchas personalidades que ayer se prometían rasgarse las
vestiduras si ganaba el que ganó, mañana se habrán integrado en la rosca trumpista, siendo como son, el mismo
perro con distinto collar que juntos
persiguen acabar con la política para que sin cortapisas gobierne el mercado de
las cosas. Ante ello y mientras tanto la izquierda juega a la gallinita ciega.
Barcelona
a 9 de Noviembre del 2016.-
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