miércoles, 9 de noviembre de 2016

Donald Trump, el sincero.


La sorpresa que dicen haber experimentado los más expertos y sabios ante el triunfo de Donald Trump en EEUU, muestra que su sapiencia no se corresponde con la realidad; el relato virtual no encaja con lo que es y menos con lo que debe ser. EL Sr. Trump ganó a la señora de Clinton por su sinceridad. Trump es xenófobo y lo dice; es racista y lo dice; es machista y lo dice; es bruto y opulento, y lo demuestra, es fascista y no lo oculta. Y esto es lo que ha elegido la mayor parte de la ciudadanía de EEUU en coherencia con sus  valores. Valores que no se han enquistado en la mayoría de aquellos (o estos)  ciudadanos por generación espontánea, es el resultado del festejo y la exaltación de lo superfluo, de lo glamuroso, de la exclusividad y de la especialización en la ignorancia deliberada. Es la consecuencia  del desprecio por conocer la historia, del desprecio a pensar por uno mismo, del desprecio por el diferente. Del abandono del humanismo ha resultado el embrutecimiento que posibilita que muchos millones de personas estén dispuestas a prescindir de valores y conquistas  esenciales, creyendo sinceramente que si el Sr. Trump se hizo rico, y muy rico, será capaz de enriquecerlos a todos; y para venerar tal finalidad no le hacen asco a ningún medio. La Señora de Clinton y las otras muchas personalidades que ayer se prometían rasgarse las vestiduras si ganaba el que ganó, mañana se habrán integrado en la rosca trumpista, siendo como son, el mismo perro con distinto collar  que juntos persiguen acabar con la política para que sin cortapisas gobierne el mercado de las cosas. Ante ello y mientras tanto la izquierda juega a la gallinita ciega.

Barcelona a 9 de Noviembre del 2016.-

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