martes, 18 de julio de 2017

PATRIA, y EL SENTIDO DE LA VIDA


Nunca he tenido claro qué carajo significa el término Patria, y en cierto sentido me lo aclaró el libro de Aramburu titulado así.  La historia la sitúan en el País Vasco-Euskadi, en los tiempos que transcurren desde que ETA había alcanzado la máxima virulencia en su actividad asesina hasta el momento en que decae y abandona la violencia física, pero bien pudo desarrollarse en otros territorios de otras latitudes en los que las personas, las calles y los bares tuvieran otros nombres, y lloviera menos. De hecho, ello sucede en otros muchos lares, y en cierta medida está de moda. El libro de Aramburu se puede sintetizar en que es una narración descriptiva, serena y honestas, de cómo la patria y los sentimientos que la adornan instrumentalmente puede justificar la brutalidad, la indignidad, y con todo eso lograr la sublimación al abrigo de la cobardía de una mayoría social acomodada al fanatismo con la excusa que, algo habrían hecho los matados por ETA.

El hombre en busca del sentido de la vida, lo escribió Viktor Frankl, muerto hace unos veinte años, si lo hubiera escrito hoy lo titularía La persona en busca del sentido de la vida. En aquel entonces la referencia al hombre implicaba la referencia a la especie humana, no había intención de excluir a las mujeres y los niños. Frankl emplea la mayor parte de ese libro en describir las diferentes actitudes humanas en los campos de concentración a los que fue llevado por judío. Dibuja a los patriotas alemanes auténticos que fueron los jefes nazis, a los patriotas alemanes por acomodación que fueron los soldados nazis, a los capos que eran prisioneros de los nazis que asumían por delegación la ejecución de la crueldad sobre los otros prisioneros, y a los prisioneros de a pie. Estos últimos, eran los destinatarios del máximo sufrimiento, aunque no todos aceptaban su destino con iguales criterios. Estaban los que se revelaban para que le mataran, lo que por sus debilidades físicas eran eliminados sin alternativas, los que se suicidaban, los optimistas que resistían hasta perder la mínima esperanza y los que subsistían tirados por el enganche del sentido de sus vidas. Dice Frankl: los mejores murieron. Entre los que sobrevivieron: unos buscaron la venganza por el injusto sufrimiento pasado, y otros asumieron la responsabilidad de ser y seguir cultivando el sentido de sus vidas.

Aramburu en Patria describe entre otros personajes, a la mujer del Txato, Bittori. El Txato fue un vasco euskaldun que por no pagar el chantaje económico al que lo tenían sometido los patriotas etarras, éstos, con la ayuda imprescindible de un chico al que el Txato conocía desde niño por ser amigos íntimos los componentes de las dos familias, le mataron por la espalda en la puerta de su casa. Antes de matar al Txato sus vecinos y amigos le negaron el saludo materializando la exclusión por resistirse a pagar el chantaje, y una vez muerto no pudo ser enterrado en su pueblo ni velado en su parroquia. La mujer del Txato que le visitaba asiduamente en la tumba, nunca desistió en conseguir que aquel muchacho que vio crecer de niño en aquella familia amiga de toda la vida, ya preso por asesino, desde la cárcel le pidiera perdón. Y lo consiguió, resistiendo ella al cáncer que le estaba matando. Ese fue el sentido de la vida de Bittori desde que al Txato los patriotas le mataran.

Viktor Frankl fue el creador de la logoterapia, disciplina psiquiátrica que dialécticamente se contrapone con el psicoanálisis freudiano. Para Frankl la retrospección para alcanzar el conocimiento de las causas de los complejos y los traumas de las personas está muy bien, porque se ha de conocer los porqués, los cómos, y sus responsables. Pero lo suyo, la logoterapia, busca conocer los para qué, el sentido de la vida en base a la responsabilidad individual desde el ahora hasta el final.

Frankl y Aramburu, sin ninguna conexión entre ellos, convergen en reflexiones similares. Patria es la fuerza emocional extraída por el aspirante a patriota de una retrospección propia o ajena sobre el pasado suyo y el de varias generaciones anteriores. Reflexiones en las que el candidato a patriota invierte todas sus frustraciones en busca de compañía.  El retroceso analítico al pasado individual no se libra de que la interpretación de lo rescatado pase por el filtro del conocimiento presente y por las perspectivas de futuro del analizador. Lo recordado no se procesa en base al conocimiento y sensibilidad del momento en que se produjo, sino del momento posterior en que fue rescatado.

 

Barcelona a 18 de Julio del 2017.- RRCh.

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