La Constitución vigente, aquella que viene de
diciembre de 1978, en su artículo 2 literalmente dice: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación
española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía
de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas
ellas.”
El concepto de
nacionalidades a las que se le garantiza el derecho a la autonomía,
habiéndose escrito en plural, ya determina que dentro de España hay más de una
nacionalidad, y perecería que el término nacionalidad se sustentan en una
nación preexistente, que en tal caso también será más de una. Y para remachar,
el artículo 143.1 de la misma Constitución, dice literalmente: “En el ejercicio del derecho a la autonomía
reconocido en el artículo 2 de la Constitución, las provincias limítrofes con
características históricas, culturales y económicas comunes, los territorios
insulares y las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su
autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas con arreglo a lo previsto
en este Título y en los respectivos Estatutos”.
Entonces, si esto es así desde hace casi 40 años, a qué obedece esas
artificiosas controversias sobre el pluralismo nacional una vez lo ha rescatado
Pedro Sánchez dentro del PSOE. ¿A qué? Ya sabemos y ya sabíamos que España es
un Estado plurinacional por cuestiones histórica, culturales y económicas. El
hecho que una parte de los ciudadanos que habitan en Cataluña motivados
emocionalmente por los partidos autonomistas reconvertidos en independentistas
y también -y no en menor medida- por el Partido Popular retroalimentando el patrioterismo,
todos en el ámbito de la derecha más rancia afanados de controlar parcelas como
pesebre de los suyos y sus negocios; este hecho no obsta para que los demás -y
especialmente las fuerzas de izquierda- traten de dar mayor sentido, sensatez y
coherencia a dicho plurinacionalismo solidario
dentro de la indisoluble unidad de España. Lo que falta es exponer claramente
cómo y de qué manera, con qué redactado concreto se quieren modificar qué artículos
de la Constitución para fortalecer un plurinacionalismo solidario. Es cierto
que la Constitución de 1978 apuntó cosas que luego no desarrolló. Tan cierto
como que el mero hecho de apuntarlas ya fue una heroicidad en el consenso si se
atiende el momento y circunstancias en las que se apuntaron; y si 40 años
después los representantes políticos de los que nos hemos dotado, no son
capaces de poner sobre la mesa un redactado de desarrollo de aquellos apuntes,
no será culpa de los redactores de 1978, sino de la desidia y falta de ideas de
los actuales líderes políticos que, parecen conformarse con pastorear al
electorado para que se mantengan en grupos manejables. El mero hecho de tener
la valentía de formular un texto alternativo de reforma constitucional ya en sí
mismo generará un debate ilusionante que a medida que se vaya puliendo
concitará soluciones, y el partido que tenga esa iniciativa de concreción
posiblemente será el que efectivamente represente a la gente; gente que hoy no
se siente representada, o se siente deficientemente representada con trapitos
de colores.
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